Saturday, June 25, 2011

Uno como nosotros / Algo pasó este año, 1848


SEQUOYAH / 78 / 79 / LIBROS / / Premio en UCI, Irvine / Proyecto de Pueblo para Puerto Rico / Kool Tour Activa / Codice

De mi poemario EL LIBRO DE LA GUERRA


Cuando tuvíste la oportunidad de acercarte
al más joven e indefenso,
lo avergonzaste con filfa de tus argumentos
y él, tal vez hizo que pensaras que lo adoctrinaste,
que ya lo tendrías en tu mano,
comiendo tu alpiste…
pero muchos de ellos son cimarrones,
indómitos, libres en el alma,
predeciblemente marginales,
y la soldadesca puede menos que los sacerdotes.

Entonces, hay que encarcelarlos,
privar con tortura todo lo que sienten,
sacar con tirabuzones, hierro ardiente
y cuñas o astillas de madera debajo
de las uñas, extraídas de cuajo
y tono de lengua en fuego, confesiones
que no se entregan a extraños.

Hay que robarles la palabra y el aliento.
Entonces, los soldados no regresarán a sus casas.
No pueden rendirse sino rinden
primero al terco, al salvaje.
Y se buscarán al más pequeño de los indios.
Gran número de ellos, que duela la venganza.
Y los instruyen con labor obligatoria
en sus fortines, sus minas, sus campos agrícolas
o talleres; aislándolos de sus padres, soñolientos,
apenas premiados por el pan malhecho.
A nada tienen derecho por más de la mitad del día.

Entre odio y tristeza, puede que uno de éstos,
los pequeños, estos / los frágiles / ofrezcan
sus lealtades y sangres
y puede que así, lentamente, suplantarán
poscolonialmente lo que había en el fondo
de sus tradiciones y puede que hasta gradúen
a uno o dos de ellos, como líder, alma extraída,
alma suplantada, para capataces, segundones,
con criterios hegemónicos
de sus opresores / nativos
comportados como extranjeros…

<>

ALGO PASO ESTE AñO, 1848

Ya no se cuenta en oro
aquel cuarto de millón de indígenas
que había. Era gente de California,
tierra que aún como una sonaja
vibra pepitas de oro.

Antes se dijo que en el oscuro túnel
de unas minas había miles de ojos de color dorado.
Que ríos brillaban con su cauce de hebras lícuas
de oro por su curso y el rocío
fue brizna radiante en la noche
más oscura de los viejos desiertos.
Hay oro y hay fiebre de oro.

Por lo cual, uno observa las mulas
de viejos y jóvenes / carruajes de codicias.
Viene la gente del Este, con aperos,
picos, palas, dinamitas...
especuladores, banqueros
promesas, villas y castillas
que vocear entre explotadores...
y como son muchos
quienes llegan, se quiere Oro y Tierra,
de riqueza e inversiones se habla todo el día,
año con año, decenio tras decenio:
«Homestead Act», reactualizándose,
1862, sólo catorce años.

En California, había un cuarto de millón
de indígenas; y la Ley de Tierras lo cambiaría todo.
Antes de 1847, cuando la oleada de blancos
llegaron del Este por el Oro, del 1862,
cuando ya el indio se redujo a despojo,
no había epidemias y reyertas,
no en este grado que hoy
con el confeso deseo de sacarlos del medio,
externinarlos.

Ahora sí aparecen muertos por cualquier razón
por un escopetazo, los matan en masacres
públicas o a escondidas, lo prohíben
si entra a la taberna, al almacén del colono,
o si utilizan caminos que antes fueron suyos.

De estos despojados indios quedan unos pocos.
Dicen que del cuarto de millón que había,
si 20,000 poblaran estas tierras
en estos tiempos, se está contando en oro...

[De -21-03-1984 / El libro de la guerra]
____

Carlos López Dzur / Libro ecológico / ArgenPress / Más vale maña que fuerza / en Impracabeza / Homenaje a Hebe / El pueblo en sombras / novela / Indice / The Register / Dzur / Poesía solidaria del mundo / Agresividad, juventud y guerra / Alud / UCI, Irvine /

No comments:

Post a Comment