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Capitulo Tres
LA SIMPATIA POR CUBA Y EL FACTOR GEOPOLITICO
La influencia de
la guerra independentista en Cuba (y que estuvo en pleno vigor antes de la
invasión) fue factor influyente en la formación de los movimientos de
resistencia al invasor norteamericano en Puerto Rico. Esa guerra daba ánimos: Doña D. Prat. [1] Había una expectativa romántica en la
materialización de Cuba como república libre que ocurriera en Puerto Rico
similar cosa parecía más lejano; pero, por la alegría de una Cuba soberana, la
gente se consolaba de sus frustraciones históricas: verse en dos tramos de
historia, primero con España y luego con los Estados Unidos de América, sujeto a la imposición de una ciudadanía imperial, tal como la describia José Martí y Albizu Campos, dos apóstoles: La
ciudadanía imperial se impone a los naturales de una nación sometida,
solamente, con el propósito de disolver a la nacionalidad victima de la fuerza
y para consolidar el régimen militar a que se le somete.
El pueblo natural quiso decir con
tan breve planteamiento, su interpretación conclusiva e inquietante, que se
fuera pobre o rico, español o criollo, negro o mulato, en Pepino, después de la
gesta liberadora de Lares y el periodo conocido como los años del Componte, hubo
un consenso sobre el destino de Cuba. La Antilla Grande mereció la libertad y
ni España ni los EE.UU. la sujetarían a cadenas, con el beneplácito de los
pepinianos. Con la libertad de Cuba, los pepinianos soñaban a lo guajiro y dándose una compensación inmensa
al identificarse con la manigua. Mas
este sentimiento eran tan real que se evocaba acción y se ejemplificó con al boticario
Geraldo Forest, quien un cierto día cerró su negocio en Pepino y marchó a la
revolución en la vecina antilla.
Se
invocaba a los puertorriqueños que materializaron, con su participación, un
ideal antillanista y fe heroica en que la República de Cuba sería posible en
pocos años.
Para entender la influencia que el confeso anarquismo
de Clementina Urrutia y Doña Luce tuvieron en Pepino, han sido útiles varios
testimonios recogidos del negro González Cubero, cuya familia es una de las
pioneras de Pueblo Nuevo. [2} Según él,
después que las tropas americanas se fueron de El Tendal, «mucha gente
empezó a ir... y algunos techaron como pudieron una casita y se quedaron ahí;
decían que era una promesa que a ellos les habían hecho»; se realizaban
mítines, a los que se invitaba a la espiritista de Camuy, doña Luce, y a
Clementina, la española, que también recitaba versos y ponía a llorar
a la gente. Mucha gente rica del Sector-Pueblo, de los blanquitos,
al decir de González Cubero, «bajaba la Loma y se venían a oírlas». Por
ejemplo, Echeandía Medina, Aurelio Méndez, Severiano Cabrero, Pablo E.
Rodríguez, Primo Martínez y el Dr. Cancio.
Con el tiempo, oyéndolas en los mítines, Martínez
González aprendió del ejemplo de elocuencia y compromiso que ellas dieron. La
gente sin casa había construido su barriada; el lenguaje político tenía
más vigor y sustancia que el lenguaje de las tribunas en la Plaza Pública donde
los barbosistas y unionistas parecían políticos timoratos, incapaces de
reinvindicar a los sediciosos y anti-peninsulares del 1898. En Pueblo Nuevo, se
celebraron los triunfos de la Revolución Bolchevique y, quizás ingenuamente,
por querer dar continuidad a ese homenaje, o por darlo a Doña Luce y la memorisa
de sus recitaciones de versos a la clase obrera, entre antorchas y aplausos, la
gente de Pueblo Nuevo designó una loma en honor a Stalingrado. Fue, si
acaso, un homenaje póstumo al espíritu de los alzados de 1898 y a los primeros
socialistas realengos que descubrieron serlo, aun dentro del ejército de los EE.UU.
No obstante, a la luz «del régimen irresponsable continuado por el Acta Jones» (P. Albizu Campos, loc. cit.).
que es el que posibilita los primeros militares y decantados héroes ante el invasor residente, los
anarquistas y nacionalistas verdaderos hacen su propio análisis. Son ellos
postulan puntos de vistas no ilusionistas ante el hecho de los intereses de los
nuevos ocupantes norteamericanos que
roban la riqueza del país y «lo hacen depender de su voluntad, en
virtud de ese feudalismo forzoso, a una mayoría del electorado del pais» (ibid.)
Discuten sobre el diseño de una resistencia y contrapropaganda. Entienden que, entre los desafíos que trae el
nuevo coloniaje, está el
derivar lecciones nuevas en torno a la vieja simpatía por Cuba y la real
naturaleza de los pretendidos protectorados con Cuba y Puerto Rico. «En
otras palabras, se inquiere, si debe establecerse la Republica con el
protectorado de Estados Unidos» (ibid.) y la pregunta seria se hizo la
tarea de análisis en San Sebastian del Pepino y en los distintos pueblos en
Puerto Rico, hasta entenderse que tradicionalmente ‘el protectorado es una
agresión’ [Albizu: Escritos, ps. 202-211].
Entre la clase artesanal de Pepino, en los principios de
este siglo, se leía literatura espírita, masónica y anarquista. «Mucho se
leía en secreto, en reuniones», alegó Prat. De hecho, Juan Tomás Cabán,
artesano y otro de los líderes intelectuales de las Partidas, fue masón, pero «el
masonismo de ellos tuvo más de carnaval y espiritería que de ideas para
organizar a la gente decente y solucionar problemas» [Prat]. Ella
rememoraría, con convicción y conocimiento, sus anécdotas sobre anarquistas
que pasaron o se establecieron en Pepino y que lo hiciera presupuso que ella
tendría una noción sobre los postulados de esta ideología, aunque el
conocimiento que manejara sobre el tema no fuese suficientemente coherente y
profundo. En su caso particular, dado a
su interés por Cuba, donde se fue su padre (Manuel Prat y esposa) y su interés
por Barcelona donde estaba su parentela,
cavilo sobre el sentido de la ocupación militar, el protectorado
norteamericano en Cuba, los privilegios de intervención que poder ocupante se
daba y, en fin, que ante tan confusas situciones que cavilara, incluyendo el
peligro de la anexión de Cuba por los EE.UU. y la amenaza del prócer Juan
Gualberto Gómez de ‘volver a la manigua’,
alguno tendría que echar alguna luz. Al
menos, tenia alguna confianza de que Cuba, a la altura de 1898, sobreviviera a
la pretensión de anexión, y que la estrategia fuese del protectorado no creara
las mismas consecuencias que en Puerto Rico. Los anarquistas / con los que
Clementina tanto simpatizara / le orientaban sobre eso.
Entre los presuntos simpatizantes anarquistas sobre los
que hizo alusión, están Dominga Prat, su tía y su esposo, en España y quienes
enviaban a Eulalia Prat material de lectura (artículos de Pí y Margall, etc.),
su pariente política Clementina Urrutia; también a una mujer que llamara La
Gitana y el hijo de ésta, El Chino, quienes vivieron en Nueva York y
vinieron, «huyéndole a la influenza». La actividad de estas mujeres y El
Chino la confirman fuentes escritas: cf. Dr. Forteza, In Memoriam: Para Una
Gitana, En el Año Que Vota la Mujer, en: La Voz del Pueblo (Aguadilla), del año 1932, reproducido de Fígaro (La Habana, Cuba, Dic.
1924). El Dr. Forteza hizo una colecta
pública para el entierro en Camuy de la señora Lodze y la elogiaría en su
escrito como una mujer culta, socialista y feminista, pese a que moría en la
miseria, ya muy anciana.
Es él quien observaria que su nombre real es Luvica
Lodze, aunque ella, por su acento y precauciones de su activismo obrerista y
anti-español en New York, en favor de la causa de las antillas, accedió a ser
llamada Luce, La Gitana o la espiritista; cf., veáse además: Jacob
August Riis, periodista de las publicaciones Tribune y Evening Sun,
de New York, quien fue autor de estampas periodísticas que describen las
viviendas miserables, los arrabales y maltratos sufridos por los inmigrantes
pobres en la ciudad más progresista y pujante de aquellos tiempos, Nueva York.
Algunas de las crónicas las dedica a los terrores de la influenza, los
inmigrantes enfermos y los perseguidos. Las recogió en un libro titulado How the Other Half Lives (1890). Una de
sus estampas periodísticas está dedicada a las familias Kirguis y Lodze de
Kajastán, precisamente, ascendentes sanguíneos de La Gitana e hijo.
Doña Luce o Lodze siguió a Clementina Urrutia hasta
Pepino y, según el testimonio de Prat, González Cubero y el Dr. Forteza, ella
fue quien trajo a la palestra pública del Pepino el tema de la jornada de ocho
horas y la participación de la mujer en la vida política. Doña Luce se atrevió,
ya fuera de sus círculos newyorkinos, a criticar a José Martí, [3] a quien
admiraba, por no ver qué suciamente la prensa antiobrera y racista de los
EE.UU. trataba de frenar el desarrollo del proletariado.
Cuando esta señora Urrutia aún no había llegado a Puerto
Rico, un evento había sacudido la opinión pública estadounidense, de Chicago a
San Francisco, de norte a sur, y fue el bombazo en Haymarket Square [4] en
Chicago, acaecido en mayo de 1886, y el disturbio ocasionado cuando un
contingente de ciento ochenta policías intentó dispersar una multitud reunida
(cerca de 1,500 personas). Doña Luce, como ella, asimilaron este incidente como
un hito ideológico para sus conciencias, al punto que se identificaron con los anarquistas
de Chicago, a quienes describieron como mártires inocentes. A partir de este incidente fue obvio que estos temas merecen discutirse
en reuniones y prensa obrera.
La elaborada versión interpretativa de José Martí sobre
el fatídico 4 de mayo de 1886 se publicó en español en La Nación (Argentina) en enero de 1888, por lo que pudiera haber
sido leída, por ambas mujeres. «Había en Pepino quien hablara de eso, de la
Huelga de Chicago, y eso fue cuando Barbosa se hizo fuerte en la isla y su
partido comenzó a ganar votos», diría Rodríguez Rabell; [5} pero,
extrapolada su afirmación con otra de González Cubero, se aseveraría que «fue
la gente que quemaba a los españoles, la gente de Camuy y que andaba con don
Lino» (el maestro Lino Guzmán) la que trajo el tema a Pueblo Nuevo.
Es que hablarse de los mártires de Chicago y de cómo es posible asestar un buen susto a
los enemigos del pueblo cubano fue lo mismo. El pueblo reaccionaba a tres cosas
interesantes a juzgar por reacciones suscitadas como en cadena. Un socialista
puertorriqueño, Ramón Romero Rosa, diría
en saludo a que la Federación
Regional Obrera enviaría a los Estados Unidos una delegación para
estudiar las condiciones laborales vigentes en los EE.UU., es decir, dento del «inmenso progreso de la Gran Nación». Esto fue miel para la boca de
Santiago Iglesias; pero, el jefe de la Policía de Aguadilla en marzo de 1899 todavía
prohibía el derecho de reunión y discusión pública de los asuntos de su agenda,
no otros que luchar por un modelo lo más parecido posible al estadounidense en
la educación y salud pública, jornada de 8 horas de trabajo, el fin del
impuesto a las ventas, cocinas o comedores públicos y licencia por maternidad
para las mujeres. El deseo de promover esta agenda desde el periódico El Porvenir Social fue tan estruendoso
como las críticas al anarquismo hechas por Martí y otros que discuten como «arbitrary and reactionary actions that are prejudicial» las acciones emprendidas.aribb
Se había producido además el acto temerario de Alvarado.
[6]
El 28 de abril de 1896, Armando André Alvarado, patriota de Cayo Hueso,
hizo estallar una bomba en el palacio de Valeriano Weyler, capitán general de
la isla de Cuba y apodado El Carnicero. El muchacho de 24 años burló a
las autoridades. Al saberse sobre este episodio localmente, a viejos rebeldes,
como Avelino Méndez Martínez y muchos Font que fueron separatistas y ex-miembros
de El Porvenir (Miguel, Manuel, Ramón
y Rodrigo), en este pueblito de Pepino renacieron bríos. Todos estuvieron
asociados al movimiento armado de Lares, cuya revolución hermana fue la de
Cuba, el Grito de Yara, en 1868.
En siglo de tardío romanticismo y
tropicalosas bohemias, el asesinato de Cánovas del Castillo, presidente del
Gobierno de Sagasta, en 1897, y el posterior asesinato de lsabel, Emperatriz de
Austria, por otro anarquista italiano en Ginebra, hizo que se especulara que
las sociedades de camorra (que
aterrorizaban a Nápoles) [7] encendían la violencia dondequiera. Surgió el
temor a las invasiones de anarquistas, así como de que éstas brotaran como
azote para las antillas. Así se había pensado durante los tiempos de los
inmigrantes caraqueños y la Cédula de
Gracias a la isla de Puerto Rico y otras antillas.
Del conservador Cánovas del
Castillo, [8] el Pacificador, se criticó duramente el nombramiento que
hiciera de Romero Robledo, como Ministro de las Colonias. Este político,
carente de escrúpulos, fue terriblemente repudiado en las posesiones
ultramarinas y en la misma España y provocó la caída de Cánovas. Sagasta
formaría el nuevo Gabinete Liberal. De hecho, más proclive a dar mayor grado de
autonomía a las Antillas.
Una nueva crisis de gabinete ocurrió
en noviembre de 1894. Se perdió un tiempo valioso, pero, al fin, Buenaventura
de Abárzuza fue nombrado como Ministro de las Colonias, con la esperanza de que
proveyera el curso de la nueva política hacia Cuba, con la cual Antonio Maura,
ex-Ministro de las Colonias, tendría sus diferencias con el recién nombrado en
cuanto al alcance de la autonomía que se concedería.
No lográndose amainar la agitación
independentista, a pesar de que las medidas liberalizantes fueron muy bien
recibidas en La Habana, no así lo fueron en el interior de la mayor de las
antillas (Cuba) que, en 1895, dio indicios de mayor auge revolucionario, como
ilustró el Grito de Baire.
Para el 24 de febrero de 1895, el
Gobierno de Sagasta restaba su importancia a la rebelión, lo que sumó otro
error al panorama. Sin embargo, el Capitán General y Gobernador de Cuba, Camilo
Polavieja, quien había renunciado en protesta por el nombramiento anterior de
Robledo como Ministro para asuntos coloniales, hizo advertencias muy distintas
y fue desoído. Razón de su renuncia.
Desde 1891, P. M. Sagasta había
designado al Almirante Pascual Cervera y Topete como su Ministro de Marina. La
vuelta de Cánovas del Castillo crearía otra grieta para el caos que el último
gabinete liberal, antes de la Guerra con los EE.UU., heredaría. Desde el 10 de
marzo de 1895, España comenzó a fortalecer su poderío militar en Cuba, no
previéndose otra cosa que sofocar a los mambises libertarios. Una fuerza
expedicionaria de 6,000 tropas llegó a La Habana.
El General Martínez, sofocador de
anarquistas catalanes, al decir de Dolores Prat, [9] también fue enviado a
Cuba. Las actitudes de éste contribuyeron a que la propaganda novelera y
conservadora motejara como anarquista a muchos liberales. Ni el mismo Dr. R. E.
Betances, Luis Muñoz Rivera y otros patriotas puertorriqueños, se libraron del
epíteto.
Fue la nueva jornada de gobierno
conservador de Cánovas del Castillo [10] la que enviaría al general A. Martínez
Campos a Santiago de Cuba y, con él y tras sí, una columna de 1,000 soldados
españoles.
Añadiéndose a Martínez Campos, «sofocador
de catalanes, mambises y anarquistas», llegó a Cuba el General Valeriano
Weyler y Nicolau, el 10 de febrero de 1896. Este impuso una estrategia de
aislamiento de la población rural, creándose campos de concentración, siendo la
primera vez en una guerra moderna que se utilizaran tales formas de cruel
hacinamiento y trabajo forzoso. Para finales de 1897, se había relocalizado a
más de 300,000 cubanos en tales campos. [11]
Sería la protesta internacional,
especialmente, la originada desde los EE.UU., la que desacreditaría los métodos
de Weyler, pero éste fue quien asestó los golpes más rudos a los insurrectos
cubanos en lucha por independencia. El mallorquín Weyler (por su campos de
concentramiento) hizo tanto daño al prestigio de la causa autonomista y las
políticas reformistas de P. M. Sagasta para las colonias españolas, como las
decisiones erráticas de Cánovas del Castillo y la elección de William Mckinley
en noviembre de 1896 como Presidente de Norteamérica. El 26 de junio de 1897,
la cancillería norteamericana envió un despacho a Madrid con el Embajador Dupuy
de Lôme con críticas a los métodos de guerra y la inhumanidad de España en Cuba.
Aunque el 6 de noviembre se había concedido una amnistía para prisioneros
políticos cubanos y otro decreto real de sufragio universal para Cuba y Puerto
Rico (22 de noviembre), Cuba había sufrido tanto con el encono represivo y la
saña por parte de los españoles que Máximo Gómez, el dirigente de relevo tras
la muerte de Maceo, anunció que la materialización definitiva de la República
Libre de Cuba sería irreversible, y despreció el Estatuto Autonómico del 26 de noviembre y la súplica con que Blanco
Erenas avisaba como solución que los insurgentes de Máximo Gómez se aliaran a
las tropas españolas para expeler a los invasores en ciernes, que serían los norteamericanos.
En Cuba, se rehusó cualquier alianza
de los cubanos con el enemigo peninsular.
¡Hasta era preferible contribuir
junto a los yankees para el objetivo de una sonada derrota del régimen de
España!
El entrevistado Antonio González
Rodríguez, [12] residente en Perchas (San Sebastián), para los días de la
entrevista, nos brindó comentarios sobre los sentimientos que su familia tenía
por la causa cubana y el revuelo ocasionado por Alvarado y su atentado contra
el Gobernador español de Cuba. Dio su reacción al asesinato de Antonio Cánovas
del Castillo en Guipúzcua, siendo que este figura popular en Puerto Rico siendo el presidente del Gobierno español en turno con P. M.
Sagasta.
Un anarquista italiano, conocido
como Michelle Angiolillo, confesó el asesinato y dijo cometerlo en venganza por
las ejecuciones habidas de otros anarquistas catalanes del 4 de mayo de ese año.
Cánovas, jefe del Partido Conservador e incansable luchador por la restauración
de los Borbones, estaba leyendo un periódico, sentado en un banco en el
Balneario de Santa Agueda, cuando el asesino mencionado se le acercaría
sigilosamente y le disparó una bala en la cabeza.
«La simpatia por la libertad de Cuba
en mi casa era fuerte. Eramos criollos, todo el mundo sabía de Betances y
Martí, y de los boricuas que se iban como Forest a dar su respaldo y, por otro
lado, sabíamos que la muerte de Cánovas no era muerte casual, sino anunciada.
Había violencia campesina y obrera en España; lo que no imaginamos es que la
iba a ver en Puerto Rico. Había violencia por lo mismo que la había en Chicago
y otros puntos de la Unión Americana. La pobreza ya era insorportable en España
y aquí. Donde se tenía la idea de que no la había tanto era en la Unión
America», nos diría.
Cuando asesinaron a Cánovas, Antonio
tendría no más de siete años de edad, más suficientes para entender que a su
padre la muerte le daba una buena señal. Las masas despiertan y muestran su madurez cuando con los magnicidio
se envía un buen mensaje. Su padre era inpendentista de línea dura. Su familia, parentela paterna y tíos, habían
conocido la época del General Romualdo Palacios, la de los Compontes y esos
relatos no eran cuentos de cuna en la boca de su madre (Ana Rodríguez),
cocinera del hacendado mallorquín Joaquín
Vidal Roselló, con finca en Perchas como la de su padre.
Amigo de Joaquín Vidal,
«mi padre y él pasaban horas, durante las tardes en plática que ponían orden al
mundo en sus imaginaciones, no en la realidad, pero entre sueño y sueño y una
mecida de butaca o de jamca, lo que buscaron fue consolaciones, pues remedios
son pocos» El recordó, en base a datos ofrecidos por sus
padres, que «había rivalidad entre catalanes y caraqueños», no siempre fue así. Dijo que el
inmigrante caraqueño Don Andrés Cabrero Escobedo (n. en Santander, España),
influyente ex-Alcalde y hacendado, con Manuel Prat hizo buenas migas y negocios.
«Don Manuel fue de los que se fue a Cuba,
cuando nadie lo esperaba. Con Cabrero se llevó bien, aunque a veces, eran como
perros y gatos. Por lo único que Cabrero simpatizaba con Prat sería que ambos
creían en el progreso, las máquinas y la industria, no como los anarquistas de
su tierra. Tocar el tema de los
anarquistas, la independencia de Cuba y la de Puerto Rico les exaltaba los
ánimo. Se parecían en lo apasionados que eran por la política. Sí. Papá era
como ellos, Imagino ese sombrero de tres picos, Manuel Prat y su obsesión con
Cuba y los barcos, Vidal y sus molinos hidráulicos y Cabrero con su afán por
trenes y electricidad, todos llenos de ideas y echando en poco lo que hacen los
políticos…» [13]
*
Bibliografia
[1] Entrevistas con Doña Dolores Prat Prat, viuda de Alicea, realizada
en Mirabales 10 al 18 de diciembre de 1972. Notas y transcripciones. Ella fue la única hija de Eulalia Prat Vélez y Cadafalch
(1830-1890), cuyo padre y tíos fueron prósperos hacendados en Mirabales, Cidral
y Las Marías. Esta familia se fue a la ruina, desde 1865, cuando sus padres se
mudaron a Cuba. Doña Lola, como fue conocida, nació en el 5
de mayo de 1869, no utilizó el apellido Nuñez de su padre ni fue bautizada en
la Iglesia Católica, porque fue fruto de una violación sexual a su madre,
Eulalia Prat Vélez (1830-1890). Tenía 103 años cuando fue entrevistada para
este trabajo y su memoria fue clara y poderosamente coherente. Desde 1919,
estuvo viuda de su segundo esposo Julio Alicea Güemes (1866-1919).
[2] Entrevista con
Manuel González Cubero, octogenario a la fecha de la entrevista, realizada en su
hogar de Pueblo Nuevo, del 19 al 23 de octubre de 1977. Notas. Este relator tenia el conocimiento sobre quien (Blanco
Ortiz) se reclutó en el Ejército invasor, yéndose a
Cuba con los estadounidenses. Su regreso fue marcado por la decepción. Recordariamos a Albizu cuando decía:
«La ciudadanía imperial ha sido atractiva siempre a algunos de los naturales
del pais invadido, por aquello del apotegma político que dice: que a los
hombres no interesa tanto la libertad como formar parte de un ejército vencedor,
aunque sean esclavos en ese miésmo ejército» [Extractos de este discurso y escrito
fueron publicados el 13 de diciembre de 1930 en los periódicos El Mundo y El Imparcial y después recopilados para el ensayo Nacionalizacion de la riqueza extranjera, en:
Pedro Albizu Campos, Escritos ed, Laura Albizu-Campos, Meneses y Fr, Mario
A. Rodriguez León (2007)]. En este bellísimo ensayo
albizuista el prcóer discute el por que los EE.UU. concedió la ciudadanía
imperial a los puertorriqueños (‘imponiéndonos su ciudadanía’ que tiene la
osadía de negarnos nuestra ciudadanía
natural’, en 1917). Ver Escritos, op cit., IV y V, ps. 73-78.
[3] Cf.
José Martí, Class War in Chicago: A
Terrible Drama (1887), en: José Martí:
Selected Writings (Penguin Books, New York, 2000), ps. 195-219. Las criticas de Urrutia dibujan no solo a una voraz
lectora de gacetas anarquistas, sino a una de las pocas de quien la señora Prat
se confiaba porque transparentaba la convicción de entender cómo la intervención estadounidense en
Cuba (la Enmienda Platt, por ejemplo) lo arropaba todo: las bonificaciones
arancelarias de privilegio para el invasor, las opciones de adquisición de
tierras, el bloqueo de legislación constitucional que prohibiera a los extranjeros
de poseer bienes raíces en la Republica y, en consecuencia, la riqueza mas
valiosa de Cuba pasó a manos yanquis.
[4] El acto
dinamitero conmovió el Establecimiento estadounidense porque, entre las once
personas muertas y el centenar de heridos, había siete policías. La llamada Huelga
de Chicago tiene una importancia histórica porque fue parte de una de las
primeras campañas por la jornada laboral de 8 horas. La manifestación huelgaria
degeneró en motín cuando llegó la policía a sofocarla y un huelguista fue
muerto a balazos por la policía. «Seven
policemen were killed, some apparently as a result of bullets fired into the
crowd by their fellows. Eight anarchists were convicted of the crime on very
flimsy evidence and four of them were hanged».
La evidencia que vinculara a los organizadores de la
huelga y con el lanzamiento de un artefacto dinamitero fue escasa y dudosa. El
11 de noviembre de 1887 se ejecutó a cuatro de ellos. «Although the strikers were uninvolved in the bombing, the incident
caused a reaction against them and against organized labor in general. The
eight-hour movement suffered a serious setback». (Garraty,
loc. cit, p. 185)
[5] Entrevista con María L. Rodríguez Rabell,
loc. cit.
[6] ibid.
[7] Son los
críticos más acerbos de la agitación del orden social, el pistolerismo y, en
particular, de las Partidas Sediciosas, quienes asociaron el gansterismo,
o el estilo mafia italiano, al anarquismo, invocándose para hacerlo ciertos
elementos: la peculiar secretividad de la Camorra napolitana de 1820 y
el poder que adquirió ya para 1848, los rituales masónicos, el disfraz
(pintarse las caras) y la ambición política siquitrillada tras bambalinas. «From 1848 it began to intervine in politics and continued to be a
very real menace until 1911, when severe judicial action led to its extinction» (p. 186).
En este sentido, es que Echeandía
Font aludiría a los comevacas y tiznaos, al designarlos como camorristas,
vividores, que buscaban poder. Para él, del ex-funcionario municipal Juan
Tomás Cabán, Avelino Méndez Martínez y otros en Pepino, hasta líderes grandes
como Muñoz Rivera y José de Diego, cuando fue fiscal, dieron protección a los
campesinos armados; empero, la burguesía local les consideraba, pese a su prestigio,
una partida de extorsionistas»; «bajo el imperio de Don Luis I, de
Barranquitas». Cf. véase el editorial Respirando
por la herida en: El Regional (San
Sebastián, Puerto Rico), 4 de noviembre de 1914.
Sin embargo, el camorrismo, al estilo gansteril de
Nápoles y Nueva York, tendría muy poco que ver con agendas obreristas y
anarquistas, ya que la sociedad secreta Camorra comenzó entre
prisioneros en galeras, degenerándose tal en un movimiento egoísta e inmoral. «The exacted tribute from traders and brothel-keepers alike». (loc. cit)
Quienes alegaban que los campesinos en armas que, en
Pepino, se tiznaban las caras como los camorristas para no ser reconocidos
(Andrés Jaunarena, Font Echeandía, etc.), es probable que hayan confundido y
asociado la sociedad secreta, llamada Camorra con la que también en
Nápoles surgió con el objetivo de derrocar los gobiernos despóticos y
extranjeros y que fue llamado los Carbonarios. «(Carbonari) ... the name means charcoal burners
and was assumed by a political secret society in Naple formed about 1808...
They meetings was called a 'hut', the inside 'the place of selling charcoal',
the outside 'the forest', their opponents 'wolves', etc. Much of their ritual
was drawn-from Free Masonery and kindred societies grew up throughout Italy and
also France». Los Carbonarios se fundieron con el movimiento
La Joven Italia durante la década de 1830. Entre los miembros destacados de
este grupo estaba el poeta inglés Lord Byron y Mazzini. Vea: Brewers's Dictionary of
Phrase & Fable (Ivor H. Evans, 14th Edition, Harper & Row,
Publishers, New York, 1989), ps. 120, 186 y 195.
Hay, además, otro contexto internacional, más amplio
que el bandolerismo español, para explicar la proliferación del nombre La
Mano Negra entre anarquistas alrededor del mundo. La Mano Negra también fue
el nombre de una popular sociedad secreta eslava y que fue responsable por
contribuir al asesinato del Archiduque Francisco Fernando, heredero del trono
de Austria-Hungría, en Sarajevo, el 28 de junio ef 1914. Este fue el evento que
precipitó la primera Guerra Mundial.
[8] Antonio Cánovas del
Castillo (1828-1897), nacido en Málaga, España, ha sido descrito como la figura
política más destacada de su país en el siglo XIX, y luchó desde las filas
conservadoras, por la restauración de los Borbones. Fue diputado a Cortes en
1852, Ministro del Interior (1864) y de Ultramar (1865). En turno con Sagasta,
Cánovas presidió en cinco ocasiones el Gobierno Español; en algunos de estos
periódos, sus políticas tuvieron un impacto severo en las Antillas, por
ejemplo, del 1895 al 1897, dominado por la represión del anarquismo en
Andalucía y Cataluña, situación que inspiró los motivos de su asesinato en
Guipúzcua por Angiotillo, anarquista italiano, en 1897.
[9] Entrevista con Doña Dolores
Prat Prat, loc. cit. La alegación de Dolores Prat concerniente al repudio a
Martínez Campos por los anarquistas es consistente con la verdad histórica,
pues, en 1893 se realizaron atemptats anarquistes contre el general
Martínez. Documentos relacionados con los gobernadores Ramón Blanco Erenas
y Martínez Campos se hallan en el Archivo
del Palacio Real de Madrid y son, esencialmente, la correspondencia privada
cursada con la Reina regente, recortes de prensa, informes sobre la situación y
evolución de la guerra, información sobre insurrectos y el estado del
armamento. Hay 56 documentos en la Sección Mayordomía Mayor de la Serie de
Asuntos Militares que tratan sobre Puerto Rico, Filipinas y Cuba, durante el
periodo de 1895-1898.
[10] Antonio Cánovas del Castillo
(1828-1897), nacido en Málaga, España, ha sido descrito como la figura política
más destacada de su país en el siglo XIX, y luchó desde las filas
conservadoras, por la restauración de los Borbones. Fue diputado a Cortes en
1852, Ministro del Interior (1864) y de Ultramar (1865). En turno con Sagasta,
Cánovas presidió en cinco ocasiones el Gobierno Español; en algunos de estos
periódos, sus políticas tuvieron un impacto severo en las Antillas, por
ejemplo, del 1895 al 1897, dominado por la represión del anarquismo en
Andalucía y Cataluña, situación que inspiró los motivos de su asesinato en
Guipúzcua por Angiotillo, anarquista italiano, en 1897. Para entender muchas de
sus posiciones ante problemas de España en su época es iluminador la lectura de
dos de sus libros: los dos volúmenes de Problemas
contemporáneos (publicados en 1884 y 1890) y un libro póstumo, Historia de la decadencia de España
(1910).
[11] Valeriano Weyler y
Nicolau (1838-1930), nacido en Palmas de Mallorca y f. en Madrid. Hizo rápida
carrera militar en Cuba durante la guerra insurrecional contra España. Como
mariscal de brigada en 1873, combatió con éxito durante la Segunda Guerra
Carlista, al cabo de la cual ascendió a mariscal de campo. Designado Capitán
General de Canarias, Baleares, Filipinas y Cataluña (1888-91) y, en 1896, jefe
del ejército español en Cuba, donde combatió con tanta dureza que fue relevado
apenas con un año en la posición. Su propia evaluación de su impopular gestión
en Cuba la expuso en su libro Mi mando
en Cuba (1910). Weyler sirvió también como ministro de Guerra y Marina en
1902 y de Marina (1909). Según Prat,
Clementina Urrutia hablaba tan mal sobre la gestión militar de El Carnicero y
sus campos de concentración que su madre Eulalia recontinuó correspondencia con
sus parientes en Barcelona al enterarse que, por dos ocasiones, él sería
capitán general o gobernador de Cataluña.
Sobre las críticas periodísticas a la guerra en Cuba y
los campos de concentracion, véase: J. A. Plaza, El maldito verano del '98: Los 112 días de la guerra y Al infierno con
España (Madrid, 1997); A. Marimón, La
crisis de 1898 (Barcelona, 1998); G. Cardona y J. C. Lozada, Weyler (biografía sobre el penúltimo
Gobernador español en Cuba); Revista de
Historia Militar / Número dedicado al 1898 (Núm. 83, Madrid, 1997), 350
páginas de artículos y antecedentes sobre la guerra con los EE.UU..
Adicionalmente, hay que recordar el papel desempeñado por la cadena de
periódicos fundados por W. H. Hearst, líder en el «penny journalism» al
final del siglo XIX y principios del 1900. «(W.
H. Hearst) 's papers wild reports of Cuba 's struggle for independence from
Spain helped bring about the Spanish American War». El espíritu
belicista, característico de estos periódicos y, en particular, New York Journal, se postuló vigente
con el grito Remember the Maine. El buque de guerra U.S. Maine se hundió
en el Puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898, con un saldo de 270
muertos. «(The) incident helped to precipitate the Spanish
American War. The cause of the explosion was never satisfactorily explained,
and separate American and Spanish inquiries produced diferent results. But the
American jingoistic press blamed the Spanish government, and 'Remember the
Maine' became the rallying cry of the war».
Garraty, ps. 17-18 y 98.
[12] Entrevista
con Antonio González Rodríguez, realizada en su hogar en Perchas (San
Sebastián), 16 de julio de 1978. El
entrevistado. n. en 1892, fue hijo de Ana Rodríguez, cocinera del hacendado
mallorquín Joaquín Vidal Roselló (n. 1857), con finca en Perchas. Joaquín, con
su hermano Pablo (n. 1859) operó, por igual, una tienda en Lares. González Rodríguez contó los recuerdos
transmitidos por su madre sobre la época de los Compontes del General
Palacios, los corsetes y bibilones, las mismas prácticas de tortura
que los amos españoles realizaban «durante los tiempos de los miñones».
Estas partidas de peones, armados para la vigilancia de las haciendas, «fue
costumbre de los catalanes de Mirabales» (sic), según la alegación de
González.
Quizás este asunto de armar miñones, en base a datos ofrecidos por sus padres, «había sido la causa de rivalidad entre
catalanes y caraqueños». Andrés M. Cabrero Escobedo (n. en Santander, España),
influyente ex-Alcalde por la amistad que tuvo con Manuel Prat, le desarticulaba
los proyectos de querer ser única ley de su barrio. «Pero eran hombres buenos, trabajadores y eso hay que respetarlo
siempre, como decía Papá».
[13] Cuando induzco al
relator Antonio González Rodríguez a que recuerde nombres e incidentes
políticos que apasionaban a su familia y a la de Manuel Prat e hija (Doña
Dolores), llegan a su memoria hechos que esperaba, aunque los recuerda en
nociones vagas. Sólo que puede dar confirmación si proveeo las pistas
adecuadas. Es así que que confirmó que
el nombre de Michelle Angiotillo le fue familiar. Es un nombre de alguien
admirado por su padre. Este anarquista italiano fue quien confesó el asesinato de Cánovas y dijo cometerlo en venganza por
las ejecuciones habidas de otros anarquistas catalanes del 4 de mayo. Asoció
correctamente a Cánovas con la jefatura del Partido Conservador e incansable
luchador por la restauración de los Borbones.
En los recuerdos de González no falta una memoria del
papel del consultor legal del trono español, a la sazón el abogado Juan A.
Hernández Arvizu. El era el Fiscal de la Audiencia de Jerez de la Frontera
(Andalucía), cuando ocurrió el asesinato de Antonio Cánovas del Castillo en
Guipúzcua. El asesinato de no fue sino
la culminación de una sentencia a muerte que ya tenía, desde el 20 de junio de
1893, cuando un grupo de anarquistas atacó su casa. Ese mismo año, el 23 de
septiembre, se intentó el asesinato por un grupo anarquista del General Arsenio
Martínez Campos, durante un desfile militar en Barcelona.
Al cabecilla del intento, Paulino Pallás, una vez fue
capturado, se le ejecutado por un pelotón de fusilamiento en el Castillo de
Montjuich, en Barcelona, l 5 de octubre y el restante de los terroristas, el 21
de marzo del año siguiente... En 1896, se había comenzado el Proceso de
Montjuic por la ola de atentados y, en consecuencia, un año después, se
ejecutaron a cinco personas. En su afán de control, por el miedo a
conspiraciones, el estado español prohibió el hablar el catalán y el derecho de
reunión. La ola de violencia coincidió la inauguración del Ateneo Barcelonés y
su discurso inaugural en catalán por A. Guimerá.
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