Monday, June 16, 2014

COMEVACAS Y TIZNAOS; PARTIDAS SEDICIOSAS / CAPITULO 3 / CARLOS LOPEZ DZUR

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Capitulo Tres
LA SIMPATIA POR CUBA Y EL FACTOR GEOPOLITICO

             La influencia de la guerra independentista en Cuba (y que estuvo en pleno vigor antes de la invasión) fue factor influyente en la formación de los movimientos de resistencia al invasor norteamericano en Puerto Rico. Esa guerra daba ánimos: Doña D. Prat.  [1]  Había una expectativa romántica en la materialización de Cuba como república libre que ocurriera en Puerto Rico similar cosa parecía más lejano; pero, por la alegría de una Cuba soberana, la gente se consolaba de sus frustraciones históricas: verse en dos tramos de historia, primero con España y luego con los Estados Unidos de América,  sujeto a la imposición de una ciudadanía imperial,  tal como la describia José Martí y Albizu Campos, dos apóstoles: La ciudadanía imperial se impone a los naturales de una nación sometida, solamente, con el propósito de disolver a la nacionalidad victima de la fuerza y para consolidar el régimen militar a que se le somete.

            El pueblo natural quiso decir con tan breve planteamiento, su interpretación conclusiva e inquietante, que se fuera pobre o rico, español o criollo, negro o mulato, en Pepino, después de la gesta liberadora de Lares y el periodo conocido como los años del Componte, hubo un consenso sobre el destino de Cuba. La Antilla Grande mereció la libertad y ni España ni los EE.UU. la sujetarían a cadenas, con el beneplácito de los pepinianos. Con la libertad de Cuba, los pepinianos soñaban a lo guajiro y dándose una compensación inmensa al identificarse con la manigua. Mas este sentimiento eran tan real que se evocaba acción y se ejemplificó con al boticario Geraldo Forest, quien un cierto día cerró su negocio en Pepino y marchó a la revolución en la vecina antilla.

            Se invocaba a los puertorriqueños que materializaron, con su participación, un ideal antillanista y fe heroica en que la República de Cuba sería posible en pocos años.

            Para entender la influencia que el confeso anarquismo de Clementina Urrutia y Doña Luce tuvieron en Pepino, han sido útiles varios testimonios recogidos del negro González Cubero, cuya familia es una de las pioneras de Pueblo Nuevo. [2}  Según él, después que las tropas americanas se fueron de El Tendal, «mucha gente empezó a ir... y algunos techaron como pudieron una casita y se quedaron ahí; decían que era una promesa que a ellos les habían hecho»; se realizaban mítines, a los que se invitaba a la espiritista de Camuy, doña Luce, y a Clementina, la española, que también recitaba versos y ponía a llorar a la gente. Mucha gente rica del Sector-Pueblo, de los blanquitos, al decir de González Cubero, «bajaba la Loma y se venían a oírlas». Por ejemplo, Echeandía Medina, Aurelio Méndez, Severiano Cabrero, Pablo E. Rodríguez, Primo Martínez y el Dr. Cancio.

            Con el tiempo, oyéndolas en los mítines, Martínez González aprendió del ejemplo de elocuencia y compromiso que ellas dieron. La gente sin casa había construido su barriada; el lenguaje político tenía más vigor y sustancia que el lenguaje de las tribunas en la Plaza Pública donde los barbosistas y unionistas parecían políticos timoratos, incapaces de reinvindicar a los sediciosos y anti-peninsulares del 1898. En Pueblo Nuevo, se celebraron los triunfos de la Revolución Bolchevique y, quizás ingenuamente, por querer dar continuidad a ese homenaje, o por darlo a Doña Luce y la memorisa de sus recitaciones de versos a la clase obrera, entre antorchas y aplausos, la gente de Pueblo Nuevo designó una loma en honor a Stalingrado. Fue, si acaso, un homenaje póstumo al espíritu de los alzados de 1898 y a los primeros socialistas realengos que descubrieron serlo, aun dentro del ejército de los EE.UU.

            No obstante, a la luz «del régimen irresponsable continuado por el Acta Jones» (P. Albizu Campos, loc. cit.).  que es el que posibilita los primeros militares y decantados héroes ante el invasor residente, los anarquistas y nacionalistas verdaderos hacen su propio análisis. Son ellos postulan puntos de vistas no ilusionistas ante el hecho de los intereses de los nuevos ocupantes  norteamericanos que roban la riqueza del país y «lo hacen depender de su voluntad, en virtud de ese feudalismo forzoso, a una mayoría del electorado del pais» (ibid.) Discuten sobre el diseño de una resistencia y contrapropaganda.  Entienden que, entre los desafíos que trae el nuevo coloniaje, está el derivar lecciones nuevas en torno a la vieja simpatía por Cuba y la real naturaleza de los pretendidos protectorados con Cuba y Puerto Rico. «En otras palabras, se inquiere, si debe establecerse la Republica con el protectorado de Estados Unidos» (ibid.) y la pregunta seria se hizo la tarea de análisis en San Sebastian del Pepino y en los distintos pueblos en Puerto Rico, hasta entenderse que tradicionalmente ‘el protectorado es una agresión’  [Albizu: Escritos, ps. 202-211].

            Entre la clase artesanal de Pepino, en los principios de este siglo, se leía literatura espírita, masónica y anarquista. «Mucho se leía en secreto, en reuniones», alegó Prat. De hecho, Juan Tomás Cabán, artesano y otro de los líderes intelectuales de las Partidas, fue masón, pero «el masonismo de ellos tuvo más de carnaval y espiritería que de ideas para organizar a la gente decente y solucionar problemas» [Prat]. Ella rememoraría, con convicción y conocimiento, sus anécdotas sobre anarquistas que pasaron o se establecieron en Pepino y que lo hiciera presupuso que ella tendría una noción sobre los postulados de esta ideología, aunque el conocimiento que manejara sobre el tema no fuese suficientemente coherente y profundo.  En su caso particular, dado a su interés por Cuba, donde se fue su padre (Manuel Prat y esposa) y su interés por Barcelona donde estaba su parentela,  cavilo sobre el sentido de la ocupación militar, el protectorado norteamericano en Cuba, los privilegios de intervención que poder ocupante se daba y, en fin, que ante tan confusas situciones que cavilara, incluyendo el peligro de la anexión de Cuba por los EE.UU. y la amenaza del prócer Juan Gualberto Gómez de ‘volver a la manigua’, alguno tendría que echar alguna luz.  Al menos, tenia alguna confianza de que Cuba, a la altura de 1898, sobreviviera a la pretensión de anexión, y que la estrategia fuese del protectorado no creara las mismas consecuencias que en Puerto Rico. Los anarquistas / con los que Clementina tanto simpatizara / le orientaban sobre eso.

            Entre los presuntos simpatizantes anarquistas sobre los que hizo alusión, están Dominga Prat, su tía y su esposo, en España y quienes enviaban a Eulalia Prat material de lectura (artículos de Pí y Margall, etc.), su pariente política Clementina Urrutia; también a una mujer que llamara La Gitana y el hijo de ésta, El Chino, quienes vivieron en Nueva York y vinieron, «huyéndole a la influenza». La actividad de estas mujeres y El Chino la confirman fuentes escritas: cf. Dr. Forteza, In Memoriam: Para Una Gitana, En el Año Que Vota la Mujer, en: La Voz del Pueblo (Aguadilla), del año 1932, reproducido de Fígaro (La Habana, Cuba, Dic. 1924).  El Dr. Forteza hizo una colecta pública para el entierro en Camuy de la señora Lodze y la elogiaría en su escrito como una mujer culta, socialista y feminista, pese a que moría en la miseria, ya muy anciana.

            Es él quien observaria que su nombre real es Luvica Lodze, aunque ella, por su acento y precauciones de su activismo obrerista y anti-español en New York, en favor de la causa de las antillas, accedió a ser llamada Luce, La Gitana o la espiritista; cf., veáse además: Jacob August Riis, periodista de las publicaciones Tribune y Evening Sun, de New York, quien fue autor de estampas periodísticas que describen las viviendas miserables, los arrabales y maltratos sufridos por los inmigrantes pobres en la ciudad más progresista y pujante de aquellos tiempos, Nueva York. Algunas de las crónicas las dedica a los terrores de la influenza, los inmigrantes enfermos y los perseguidos. Las recogió en un libro titulado How the Other Half Lives (1890). Una de sus estampas periodísticas está dedicada a las familias Kirguis y Lodze de Kajastán, precisamente, ascendentes sanguíneos de La Gitana e hijo.

            Doña Luce o Lodze siguió a Clementina Urrutia hasta Pepino y, según el testimonio de Prat, González Cubero y el Dr. Forteza, ella fue quien trajo a la palestra pública del Pepino el tema de la jornada de ocho horas y la participación de la mujer en la vida política. Doña Luce se atrevió, ya fuera de sus círculos newyorkinos, a criticar a José Martí, [3] a quien admiraba, por no ver qué suciamente la prensa antiobrera y racista de los EE.UU. trataba de frenar el desarrollo del proletariado.

            Cuando esta señora Urrutia aún no había llegado a Puerto Rico, un evento había sacudido la opinión pública estadounidense, de Chicago a San Francisco, de norte a sur, y fue el bombazo en Haymarket Square [4] en Chicago, acaecido en mayo de 1886, y el disturbio ocasionado cuando un contingente de ciento ochenta policías intentó dispersar una multitud reunida (cerca de 1,500 personas). Doña Luce, como ella, asimilaron este incidente como un hito ideológico para sus conciencias, al punto que se identificaron con los anarquistas de Chicago, a quienes describieron como mártires inocentes.  A partir de este incidente  fue obvio que estos temas merecen discutirse en reuniones y prensa obrera.

            La elaborada versión interpretativa de José Martí sobre el fatídico 4 de mayo de 1886 se publicó en español en La Nación (Argentina) en enero de 1888, por lo que pudiera haber sido leída, por ambas mujeres. «Había en Pepino quien hablara de eso, de la Huelga de Chicago, y eso fue cuando Barbosa se hizo fuerte en la isla y su partido comenzó a ganar votos», diría Rodríguez Rabell; [5} pero, extrapolada su afirmación con otra de González Cubero, se aseveraría que «fue la gente que quemaba a los españoles, la gente de Camuy y que andaba con don Lino» (el maestro Lino Guzmán) la que trajo el tema a Pueblo Nuevo.

            Es que hablarse de los mártires de Chicago y de cómo es posible asestar un buen susto a los enemigos del pueblo cubano fue lo mismo. El pueblo reaccionaba a tres cosas interesantes a juzgar por reacciones suscitadas como en cadena. Un socialista puertorriqueño, Ramón Romero Rosa, diría  en saludo a que la Federación  Regional Obrera enviaría a los Estados Unidos una delegación para estudiar las condiciones laborales vigentes en los EE.UU.,  es decir, dento del «inmenso progreso de la Gran Nación». Esto fue miel para la boca de Santiago Iglesias; pero, el jefe de la Policía de Aguadilla en marzo de 1899 todavía prohibía el derecho de reunión y discusión pública de los asuntos de su agenda, no otros que luchar por un modelo lo más parecido posible al estadounidense en la educación y salud pública, jornada de 8 horas de trabajo, el fin del impuesto a las ventas, cocinas o comedores públicos y licencia por maternidad para las mujeres. El deseo de promover esta agenda desde el periódico El Porvenir Social fue tan estruendoso como las críticas al anarquismo hechas por Martí y otros que discuten como «arbitrary and reactionary actions that are prejudicial» las acciones emprendidas.aribb

            Se había producido además el acto temerario de Alvarado. [6]

               El 28 de abril de 1896, Armando André Alvarado, patriota de Cayo Hueso, hizo estallar una bomba en el palacio de Valeriano Weyler, capitán general de la isla de Cuba y apodado El Carnicero. El muchacho de 24 años burló a las autoridades. Al saberse sobre este episodio localmente, a viejos rebeldes, como Avelino Méndez Martínez y muchos Font que fueron separatistas y ex-miembros de El Porvenir (Miguel, Manuel, Ramón y Rodrigo), en este pueblito de Pepino renacieron bríos. Todos estuvieron asociados al movimiento armado de Lares, cuya revolución hermana fue la de Cuba, el Grito de Yara, en 1868.

            En siglo de tardío romanticismo y tropicalosas bohemias, el asesinato de Cánovas del Castillo, presidente del Gobierno de Sagasta, en 1897, y el posterior asesinato de lsabel, Emperatriz de Austria, por otro anarquista italiano en Ginebra, hizo que se especulara que las sociedades de camorra (que aterrorizaban a Nápoles)  [7]  encendían la violencia dondequiera. Surgió el temor a las invasiones de anarquistas, así como de que éstas brotaran como azote para las antillas. Así se había pensado durante los tiempos de los inmigrantes caraqueños y la Cédula de Gracias a la isla de Puerto Rico y otras antillas.

            Del conservador Cánovas del Castillo, [8] el Pacificador, se criticó duramente el nombramiento que hiciera de Romero Robledo, como Ministro de las Colonias. Este político, carente de escrúpulos, fue terriblemente repudiado en las posesiones ultramarinas y en la misma España y provocó la caída de Cánovas. Sagasta formaría el nuevo Gabinete Liberal. De hecho, más proclive a dar mayor grado de autonomía a las Antillas.

            Una nueva crisis de gabinete ocurrió en noviembre de 1894. Se perdió un tiempo valioso, pero, al fin, Buenaventura de Abárzuza fue nombrado como Ministro de las Colonias, con la esperanza de que proveyera el curso de la nueva política hacia Cuba, con la cual Antonio Maura, ex-Ministro de las Colonias, tendría sus diferencias con el recién nombrado en cuanto al alcance de la autonomía que se concedería.

            No lográndose amainar la agitación independentista, a pesar de que las medidas liberalizantes fueron muy bien recibidas en La Habana, no así lo fueron en el interior de la mayor de las antillas (Cuba) que, en 1895, dio indicios de mayor auge revolucionario, como ilustró el Grito de Baire.

            Para el 24 de febrero de 1895, el Gobierno de Sagasta restaba su importancia a la rebelión, lo que sumó otro error al panorama. Sin embargo, el Capitán General y Gobernador de Cuba, Camilo Polavieja, quien había renunciado en protesta por el nombramiento anterior de Robledo como Ministro para asuntos coloniales, hizo advertencias muy distintas y fue desoído. Razón de su renuncia.

            Desde 1891, P. M. Sagasta había designado al Almirante Pascual Cervera y Topete como su Ministro de Marina. La vuelta de Cánovas del Castillo crearía otra grieta para el caos que el último gabinete liberal, antes de la Guerra con los EE.UU., heredaría. Desde el 10 de marzo de 1895, España comenzó a fortalecer su poderío militar en Cuba, no previéndose otra cosa que sofocar a los mambises libertarios. Una fuerza expedicionaria de 6,000 tropas llegó a La Habana.

            El General Martínez, sofocador de anarquistas catalanes, al decir de Dolores Prat, [9] también fue enviado a Cuba. Las actitudes de éste contribuyeron a que la propaganda novelera y conservadora motejara como anarquista a muchos liberales. Ni el mismo Dr. R. E. Betances, Luis Muñoz Rivera y otros patriotas puertorriqueños, se libraron del epíteto.

            Fue la nueva jornada de gobierno conservador de Cánovas del Castillo [10] la que enviaría al general A. Martínez Campos a Santiago de Cuba y, con él y tras sí, una columna de 1,000 soldados españoles.

            Añadiéndose a Martínez Campos, «sofocador de catalanes, mambises y anarquistas», llegó a Cuba el General Valeriano Weyler y Nicolau, el 10 de febrero de 1896. Este impuso una estrategia de aislamiento de la población rural, creándose campos de concentración, siendo la primera vez en una guerra moderna que se utilizaran tales formas de cruel hacinamiento y trabajo forzoso. Para finales de 1897, se había relocalizado a más de 300,000 cubanos en tales campos. [11]  

            Sería la protesta internacional, especialmente, la originada desde los EE.UU., la que desacreditaría los métodos de Weyler, pero éste fue quien asestó los golpes más rudos a los insurrectos cubanos en lucha por independencia. El mallorquín Weyler (por su campos de concentramiento) hizo tanto daño al prestigio de la causa autonomista y las políticas reformistas de P. M. Sagasta para las colonias españolas, como las decisiones erráticas de Cánovas del Castillo y la elección de William Mckinley en noviembre de 1896 como Presidente de Norteamérica. El 26 de junio de 1897, la cancillería norteamericana envió un despacho a Madrid con el Embajador Dupuy de Lôme con críticas a los métodos de guerra y la inhumanidad de España en Cuba. Aunque el 6 de noviembre se había concedido una amnistía para prisioneros políticos cubanos y otro decreto real de sufragio universal para Cuba y Puerto Rico (22 de noviembre), Cuba había sufrido tanto con el encono represivo y la saña por parte de los españoles que Máximo Gómez, el dirigente de relevo tras la muerte de Maceo, anunció que la materialización definitiva de la República Libre de Cuba sería irreversible, y despreció el Estatuto Autonómico del 26 de noviembre y la súplica con que Blanco Erenas avisaba como solución que los insurgentes de Máximo Gómez se aliaran a las tropas españolas para expeler a los invasores en ciernes, que serían los norteamericanos.

            En Cuba, se rehusó cualquier alianza de los cubanos con el enemigo peninsular.

            ¡Hasta era preferible contribuir junto a los yankees para el objetivo de una sonada derrota del régimen de España!

            El entrevistado Antonio González Rodríguez, [12] residente en Perchas (San Sebastián), para los días de la entrevista, nos brindó comentarios sobre los sentimientos que su familia tenía por la causa cubana y el revuelo ocasionado por Alvarado y su atentado contra el Gobernador español de Cuba. Dio su reacción al asesinato de Antonio Cánovas del Castillo en Guipúzcua, siendo que este figura popular en Puerto Rico siendo el presidente del Gobierno español en turno con P. M. Sagasta.

            Un anarquista italiano, conocido como Michelle Angiolillo, confesó el asesinato y dijo cometerlo en venganza por las ejecuciones habidas de otros anarquistas catalanes del 4 de mayo de ese año. Cánovas, jefe del Partido Conservador e incansable luchador por la restauración de los Borbones, estaba leyendo un periódico, sentado en un banco en el Balneario de Santa Agueda, cuando el asesino mencionado se le acercaría sigilosamente y le disparó una bala en la cabeza.

            «La simpatia por la libertad de Cuba en mi casa era fuerte. Eramos criollos, todo el mundo sabía de Betances y Martí, y de los boricuas que se iban como Forest a dar su respaldo y, por otro lado, sabíamos que la muerte de Cánovas no era muerte casual, sino anunciada. Había violencia campesina y obrera en España; lo que no imaginamos es que la iba a ver en Puerto Rico. Había violencia por lo mismo que la había en Chicago y otros puntos de la Unión Americana. La pobreza ya era insorportable en España y aquí. Donde se tenía la idea de que no la había tanto era en la Unión America»,  nos diría.

            Cuando asesinaron a Cánovas, Antonio tendría no más de siete años de edad, más suficientes para entender que a su padre la muerte le daba una buena señal. Las masas despiertan y  muestran su madurez cuando con los magnicidio se envía un buen mensaje. Su padre era inpendentista de línea dura.  Su familia, parentela paterna y tíos, habían conocido la época del General Romualdo Palacios, la de los Compontes y esos relatos no eran cuentos de cuna en la boca de su madre (Ana Rodríguez), cocinera del hacendado mallorquín Joaquín  Vidal Roselló, con finca en Perchas como la de su padre.

            Amigo de Joaquín Vidal, «mi padre y él pasaban horas, durante las tardes en plática que ponían orden al mundo en sus imaginaciones, no en la realidad, pero entre sueño y sueño y una mecida de butaca o de jamca, lo que buscaron fue consolaciones, pues remedios son pocos»  El recordó, en base a datos ofrecidos por sus padres, que «había rivalidad entre catalanes y caraqueños», no siempre fue así. Dijo que el inmigrante caraqueño Don Andrés Cabrero Escobedo (n. en Santander, España), influyente ex-Alcalde y hacendado, con Manuel Prat hizo buenas migas y negocios. «Don Manuel fue de los que se fue a Cuba, cuando nadie lo esperaba. Con Cabrero se llevó bien, aunque a veces, eran como perros y gatos. Por lo único que Cabrero simpatizaba con Prat sería que ambos creían en el progreso, las máquinas y la industria, no como los anarquistas de su  tierra. Tocar el tema de los anarquistas, la independencia de Cuba y la de Puerto Rico les exaltaba los ánimo. Se parecían en lo apasionados que eran por la política. Sí. Papá era como ellos, Imagino ese sombrero de tres picos, Manuel Prat y su obsesión con Cuba y los barcos, Vidal y sus molinos hidráulicos y Cabrero con su afán por trenes y electricidad, todos llenos de ideas y echando en poco lo que hacen los políticos…»  [13]

*

Bibliografia

 

[1] Entrevistas con Doña Dolores Prat Prat, viuda de Alicea, realizada en Mirabales 10 al 18 de diciembre de 1972. Notas y transcripciones. Ella fue la única hija de Eulalia Prat Vélez y Cadafalch (1830-1890), cuyo padre y tíos fueron prósperos hacendados en Mirabales, Cidral y Las Marías. Esta familia se fue a la ruina, desde 1865, cuando sus padres se mudaron a Cuba. Doña Lola, como fue conocida, nació en el 5 de mayo de 1869, no utilizó el apellido Nuñez de su padre ni fue bautizada en la Iglesia Católica, porque fue fruto de una violación sexual a su madre, Eulalia Prat Vélez (1830-1890). Tenía 103 años cuando fue entrevistada para este trabajo y su memoria fue clara y poderosamente coherente. Desde 1919, estuvo viuda de su segundo esposo Julio Alicea Güemes (1866-1919).

 

[2] Entrevista con Manuel González Cubero, octogenario a la fecha de la entrevista, realizada en su hogar de Pueblo Nuevo, del 19 al 23 de octubre de 1977. Notas. Este relator tenia el conocimiento sobre quien (Blanco Ortiz) se reclutó en el Ejército  invasor, yéndose a Cuba con los estadounidenses. Su regreso fue marcado por la decepción. Recordariamos a Albizu cuando decía: «La ciudadanía imperial ha sido atractiva siempre a algunos de los naturales del pais invadido, por aquello del apotegma político que dice: que a los hombres no interesa tanto la libertad como formar parte de un ejército vencedor, aunque sean esclavos en ese miésmo ejército» [Extractos de este discurso y escrito fueron publicados el 13 de diciembre de 1930 en los periódicos El Mundo y El Imparcial y después recopilados para el ensayo Nacionalizacion de la riqueza extranjera, en: Pedro Albizu Campos, Escritos  ed, Laura Albizu-Campos, Meneses y Fr, Mario A. Rodriguez León (2007)]. En este bellísimo ensayo albizuista el prcóer discute el por que los EE.UU. concedió la ciudadanía imperial a los puertorriqueños (‘imponiéndonos su ciudadanía’ que tiene la osadía de negarnos nuestra ciudadanía  natural’, en 1917). Ver Escritos, op cit., IV y V,  ps. 73-78.

 

[3] Cf. José Martí, Class War in Chicago: A Terrible Drama (1887), en: José  Martí: Selected Writings (Penguin Books, New York, 2000), ps. 195-219.  Las criticas de Urrutia dibujan no solo a una voraz lectora de gacetas anarquistas, sino a una de las pocas de quien la señora Prat se confiaba porque transparentaba la convicción de entender cómo la intervención estadounidense en Cuba (la Enmienda Platt, por ejemplo) lo arropaba todo: las bonificaciones arancelarias de privilegio para el invasor, las opciones de adquisición de tierras, el bloqueo de legislación constitucional que prohibiera a los extranjeros de poseer bienes raíces en la Republica y, en consecuencia, la riqueza mas valiosa de Cuba pasó a manos yanquis.

[4] El acto dinamitero conmovió el Establecimiento estadounidense porque, entre las once personas muertas y el centenar de heridos, había siete policías. La llamada Huelga de Chicago tiene una importancia histórica porque fue parte de una de las primeras campañas por la jornada laboral de 8 horas. La manifestación huelgaria degeneró en motín cuando llegó la policía a sofocarla y un huelguista fue muerto a balazos por la policía. «Seven policemen were killed, some apparently as a result of bullets fired into the crowd by their fellows. Eight anarchists were convicted of the crime on very flimsy evidence and four of them were hanged».

               La evidencia que vinculara a los organizadores de la huelga y con el lanzamiento de un artefacto dinamitero fue escasa y dudosa. El 11 de noviembre de 1887 se ejecutó a cuatro de ellos. «Although the strikers were uninvolved in the bombing, the incident caused a reaction against them and against organized labor in general. The eight-hour movement suffered a serious setback». (Garraty, loc. cit, p. 185)

[5] Entrevista con María L. Rodríguez Rabell, loc. cit.

 

[6]  ibid.

[7] Son los críticos más acerbos de la agitación del orden social, el pistolerismo y, en particular, de las Partidas Sediciosas, quienes asociaron el gansterismo, o el estilo mafia italiano, al anarquismo, invocándose para hacerlo ciertos elementos: la peculiar secretividad de la Camorra napolitana de 1820 y el poder que adquirió ya para 1848, los rituales masónicos, el disfraz (pintarse las caras) y la ambición política siquitrillada tras bambalinas. «From 1848 it began to intervine in politics and continued to be a very real menace until 1911, when severe judicial action led to its extinction» (p. 186).

               En este sentido, es que Echeandía Font aludiría a los comevacas y tiznaos, al designarlos como camorristas, vividores, que buscaban poder. Para él, del ex-funcionario municipal Juan Tomás Cabán, Avelino Méndez Martínez y otros en Pepino, hasta líderes grandes como Muñoz Rivera y José de Diego, cuando fue fiscal, dieron protección a los campesinos armados; empero, la burguesía local les consideraba, pese a su prestigio, una partida de extorsionistas»; «bajo el imperio de Don Luis I, de Barranquitas». Cf. véase el editorial Respirando por la herida en: El Regional (San Sebastián, Puerto Rico), 4 de noviembre de 1914.

               Sin embargo, el camorrismo, al estilo gansteril de Nápoles y Nueva York, tendría muy poco que ver con agendas obreristas y anarquistas, ya que la sociedad secreta Camorra comenzó entre prisioneros en galeras, degenerándose tal en un movimiento egoísta e inmoral. «The exacted tribute from traders and brothel-keepers alike». (loc. cit)

               Quienes alegaban que los campesinos en armas que, en Pepino, se tiznaban las caras como los camorristas para no ser reconocidos (Andrés Jaunarena, Font Echeandía, etc.), es probable que hayan confundido y asociado la sociedad secreta, llamada Camorra con la que también en Nápoles surgió con el objetivo de derrocar los gobiernos despóticos y extranjeros y que fue llamado los Carbonarios. «(Carbonari) ... the name means charcoal burners and was assumed by a political secret society in Naple formed about 1808... They meetings was called a 'hut', the inside 'the place of selling charcoal', the outside 'the forest', their opponents 'wolves', etc. Much of their ritual was drawn-from Free Masonery and kindred societies grew up throughout Italy and also France». Los Carbonarios se fundieron con el movimiento La Joven Italia durante la década de 1830. Entre los miembros destacados de este grupo estaba el poeta inglés Lord Byron y Mazzini. Vea: Brewers's Dictionary of Phrase & Fable (Ivor H. Evans, 14th Edition, Harper & Row, Publishers, New York, 1989), ps. 120, 186 y 195.

               Hay, además, otro contexto internacional, más amplio que el bandolerismo español, para explicar la proliferación del nombre La Mano Negra entre anarquistas alrededor del mundo. La Mano Negra también fue el nombre de una popular sociedad secreta eslava y que fue responsable por contribuir al asesinato del Archiduque Francisco Fernando, heredero del trono de Austria-Hungría, en Sarajevo, el 28 de junio ef 1914. Este fue el evento que precipitó la primera Guerra Mundial.

[8] Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), nacido en Málaga, España, ha sido descrito como la figura política más destacada de su país en el siglo XIX, y luchó desde las filas conservadoras, por la restauración de los Borbones. Fue diputado a Cortes en 1852, Ministro del Interior (1864) y de Ultramar (1865). En turno con Sagasta, Cánovas presidió en cinco ocasiones el Gobierno Español; en algunos de estos periódos, sus políticas tuvieron un impacto severo en las Antillas, por ejemplo, del 1895 al 1897, dominado por la represión del anarquismo en Andalucía y Cataluña, situación que inspiró los motivos de su asesinato en Guipúzcua por Angiotillo, anarquista italiano, en 1897.

[9] Entrevista con Doña Dolores Prat Prat, loc. cit. La alegación de Dolores Prat concerniente al repudio a Martínez Campos por los anarquistas es consistente con la verdad histórica, pues, en 1893 se realizaron atemptats anarquistes contre el general Martínez. Documentos relacionados con los gobernadores Ramón Blanco Erenas y Martínez Campos se hallan en el Archivo del Palacio Real de Madrid y son, esencialmente, la correspondencia privada cursada con la Reina regente, recortes de prensa, informes sobre la situación y evolución de la guerra, información sobre insurrectos y el estado del armamento. Hay 56 documentos en la Sección Mayordomía Mayor de la Serie de Asuntos Militares que tratan sobre Puerto Rico, Filipinas y Cuba, durante el periodo de 1895-1898.

[10] Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), nacido en Málaga, España, ha sido descrito como la figura política más destacada de su país en el siglo XIX, y luchó desde las filas conservadoras, por la restauración de los Borbones. Fue diputado a Cortes en 1852, Ministro del Interior (1864) y de Ultramar (1865). En turno con Sagasta, Cánovas presidió en cinco ocasiones el Gobierno Español; en algunos de estos periódos, sus políticas tuvieron un impacto severo en las Antillas, por ejemplo, del 1895 al 1897, dominado por la represión del anarquismo en Andalucía y Cataluña, situación que inspiró los motivos de su asesinato en Guipúzcua por Angiotillo, anarquista italiano, en 1897. Para entender muchas de sus posiciones ante problemas de España en su época es iluminador la lectura de dos de sus libros: los dos volúmenes de Problemas contemporáneos (publicados en 1884 y 1890) y un libro póstumo, Historia de la decadencia de España (1910).

[11] Valeriano Weyler y Nicolau (1838-1930), nacido en Palmas de Mallorca y f. en Madrid. Hizo rápida carrera militar en Cuba durante la guerra insurrecional contra España. Como mariscal de brigada en 1873, combatió con éxito durante la Segunda Guerra Carlista, al cabo de la cual ascendió a mariscal de campo. Designado Capitán General de Canarias, Baleares, Filipinas y Cataluña (1888-91) y, en 1896, jefe del ejército español en Cuba, donde combatió con tanta dureza que fue relevado apenas con un año en la posición. Su propia evaluación de su impopular gestión en Cuba la expuso en su libro Mi mando en Cuba (1910). Weyler sirvió también como ministro de Guerra y Marina en 1902 y de Marina (1909).  Según Prat, Clementina Urrutia hablaba tan mal sobre la gestión militar de El Carnicero y sus campos de concentración que su madre Eulalia recontinuó correspondencia con sus parientes en Barcelona al enterarse que, por dos ocasiones, él sería capitán general o gobernador de Cataluña.

               Sobre las críticas periodísticas a la guerra en Cuba y los campos de concentracion, véase: J. A. Plaza, El maldito verano del '98: Los 112 días de la guerra y Al infierno con España (Madrid, 1997); A. Marimón, La crisis de 1898 (Barcelona, 1998); G. Cardona y J. C. Lozada, Weyler (biografía sobre el penúltimo Gobernador español en Cuba); Revista de Historia Militar / Número dedicado al 1898 (Núm. 83, Madrid, 1997), 350 páginas de artículos y antecedentes sobre la guerra con los EE.UU.. Adicionalmente, hay que recordar el papel desempeñado por la cadena de periódicos fundados por W. H. Hearst, líder en el «penny journalism» al final del siglo XIX y principios del 1900. «(W. H. Hearst) 's papers wild reports of Cuba 's struggle for independence from Spain helped bring about the Spanish American War». El espíritu belicista, característico de estos periódicos y, en particular, New York Journal, se postuló vigente con el grito Remember the Maine. El buque de guerra U.S. Maine se hundió en el Puerto de La Habana, el 15 de febrero de 1898, con un saldo de 270 muertos. «(The) incident helped to precipitate the Spanish American War. The cause of the explosion was never satisfactorily explained, and separate American and Spanish inquiries produced diferent results. But the American jingoistic press blamed the Spanish government, and 'Remember the Maine' became the rallying cry of the war». Garraty, ps. 17-18 y 98.

[12]  Entrevista con Antonio González Rodríguez, realizada en su hogar en Perchas (San Sebastián), 16 de julio de 1978.  El entrevistado. n. en 1892, fue hijo de Ana Rodríguez, cocinera del hacendado mallorquín Joaquín Vidal Roselló (n. 1857), con finca en Perchas. Joaquín, con su hermano Pablo (n. 1859) operó, por igual, una tienda en Lares. González Rodríguez contó los recuerdos transmitidos por su madre sobre la época de los Compontes del General Palacios, los corsetes y bibilones, las mismas prácticas de tortura que los amos españoles realizaban «durante los tiempos de los miñones». Estas partidas de peones, armados para la vigilancia de las haciendas, «fue costumbre de los catalanes de Mirabales» (sic), según la alegación de González.

               Quizás este asunto de armar miñones, en base a datos ofrecidos por sus padres,  «había sido la causa de rivalidad entre catalanes y caraqueños». Andrés M. Cabrero Escobedo (n. en Santander, España), influyente ex-Alcalde por la amistad que tuvo con Manuel Prat, le desarticulaba los proyectos de querer ser única ley de su barrio. «Pero eran hombres buenos, trabajadores y eso hay que respetarlo siempre, como decía Papá».

[13] Cuando induzco al relator Antonio González Rodríguez a que recuerde nombres e incidentes políticos que apasionaban a su familia y a la de Manuel Prat e hija (Doña Dolores), llegan a su memoria hechos que esperaba, aunque los recuerda en nociones vagas. Sólo que puede dar confirmación si proveeo las pistas adecuadas. Es así que  que confirmó que el nombre de Michelle Angiotillo le fue familiar. Es un nombre de alguien admirado por su padre. Este anarquista italiano fue quien confesó el asesinato  de Cánovas y dijo cometerlo en venganza por las ejecuciones habidas de otros anarquistas catalanes del 4 de mayo. Asoció correctamente a Cánovas con la jefatura del Partido Conservador e incansable luchador por la restauración de los Borbones.

               En los recuerdos de González no falta una memoria del papel del consultor legal del trono español, a la sazón el abogado Juan A. Hernández Arvizu. El era el Fiscal de la Audiencia de Jerez de la Frontera (Andalucía), cuando ocurrió el asesinato de Antonio Cánovas del Castillo en Guipúzcua. El  asesinato de no fue sino la culminación de una sentencia a muerte que ya tenía, desde el 20 de junio de 1893, cuando un grupo de anarquistas atacó su casa. Ese mismo año, el 23 de septiembre, se intentó el asesinato por un grupo anarquista del General Arsenio Martínez Campos, durante un desfile militar en Barcelona.

               Al cabecilla del intento, Paulino Pallás, una vez fue capturado, se le ejecutado por un pelotón de fusilamiento en el Castillo de Montjuich, en Barcelona, l 5 de octubre y el restante de los terroristas, el 21 de marzo del año siguiente... En 1896, se había comenzado el Proceso de Montjuic por la ola de atentados y, en consecuencia, un año después, se ejecutaron a cinco personas. En su afán de control, por el miedo a conspiraciones, el estado español prohibió el hablar el catalán y el derecho de reunión. La ola de violencia coincidió la inauguración del Ateneo Barcelonés y su discurso inaugural en catalán por A. Guimerá.

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