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La zorra: ¿una revista anarquista?
Capítulo 1
INTRODUCCION
En este ensayo, se propone
el análisis de los incidencias de violencia, quemas, asesinatos y robos, que
produjo el fin del orden español en uno y más pueblos de Puerto Rico. Utilizamos
la metodología de Historia Oral Allan Nevins y las técnicas de
entrevista para formular una microhistoria regional, insertable en el
contexto mayor de la historia puertorriqueña, la que a su vez sería
contextualizable dentro de una macrohistoria general, contribuyente a la
historia latinoamericana. Los hechos cubiertos en este libro son pocos, pero
documentados. Describir el trasfondo del pensamiento emocional e ideológico que
quedaría impreso en las consciencias de los participantes es limitado porque la
investigación oral requiere de individuos memorantes, directamente relacionados
y es difícil hallarles cuando la tarea investigadora es tardía. O esta gente,
que fue oyente, ocular e ideológicamente útil, ha muerto antes que la
investigación comenzara
Es también este
aporte uno que construye a favor de una teoría adelantada por Kirwin R.
Schaffer, de Penn State University —Berks College,
Reading, Pensilvania, sobre anarquismo transnacional, y el anti-imperialismo.
Schaffer estudia el antiimperialismo y la expansión norteamericana en el Caribe
durante el periodo de 1890 y los sucesivos veinte años, cuando «para los albores del 1900, los anarquistas penetraron muy adentro en las
esquinas de Occidente. En activistas en Cuba, Puerto Rico Panamá como sus camaradas en otras partes—
lucharon para crear sus propias visiones anarquistas de una sociedad libre para
todos, sin importar raza, etnicidad, nacionalidad o género. Para cumplir eso,
los anarquistas desafiaron las estructuras del poder de la sociedad: —capital, iglesia y
estado. En Cuba, Luis Barcia, Adrián del Valle, Marcelo Salinas y Antonio
Penichet, en Puerto Rico, fueron Juan Vilar, Emiliano Ramos y Ventura Mijón, y
en Panamá, fueron M. D. Rodríguez, Aquilino López and José María Blázquez de
Pedro». [1]
El
eco local de ese anarquismo en el pueblo de San Sebastián del Pepino que
explique el brote de violencia lo discuto en el apartado Todo comenzó en el Casino... Antes y después de 1898, hubo quienes opinaron que los anarquistas serían,
po-tencialmente, los verdaderos reinvindicadores de los derechos campesinos en
España y el Caribe.
Entre
éstos que así lo pensaron en este pueblo del centro-oeste de la isla, estaban
Juan Tomás Cabán Rosa, Joaquín y Pascasio Moreno, [2] Manuel P. González, [3] Avelino Méndez
Martínez (quien fuera padre del futuro Alcalde, Don Andrés Méndez Liciaga),
Carmelo Cruz, [4] el maestro Lino Guzmán
[5] y otros. Pero ellos, a pesar de las metas solidarias con el pensamiento
agrarista, español y puertorriqueño, sucumbieron a una especie de ilusionismo
autonomista o separatista, condenado a logros improbables y, en el mejor de los
casos, tardíos. Lo mejor de lo que pensaron fue verse como internacionalistas,
por lo que Kirwin R.
Schaffer diría que, al rechazar la retórica nacionalista y patriótica, creyó
que esta divide falazmente la humanidad en beneficio de los intereses
materiales y políticos de unos pocos en la élite. «As such, they saw their local and national struggles as
part of a global
anti-authoritarian movement». [6]
El autonomismo bajo la bandera española
serviría a unos cuantos líderes puertorriqueños para fascinarse con un segundo sueño
guajiro: el autonomismo o el anexionismo, ahora bajo el ala de los
EE.UU.; pero, en el marco irremediable de la colonia, exceptuando a los
independentistas de línea dura, las mentes puertorriqueñas no soñaron en
grande. Unos si con tambaleante fe por una república soberana; otros con el
utópico federalismo estadounidense. Aureliano y Avelino Méndez, locales, por
ejemplo, pasaron del separatismo recalcitrante al anexionismo. Y con esta misma
fascinación se entretuvieron José Julio Henna y Roberto H. Todd en San Juan. No
es de extrañar que suceda en el marasmo del nuevo siglo lo que se había
arrastrado finisecularmente y que con la concesión de la Autonomia Española se
frustrara por igual. Lo que comienza a partir de entonces es un ritornello o cuento de nunca acabar.
Al finalizar el régimen militar en
Puerto Rico, con la aprobación del Acta Orgánica
de 1900, o Ley Foraker, aquellos tientos
y asomos de federalismo de 1899 madurarían en el unionismo y se desintegrarían,
poco más tarde, en el liberalismo ambivalente.
El
profesor y ex-director del Instituto de Historia de la Facultad de
Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Francisco
Modesto Berroa Ubiera, resume las polémicas sobre si es una utopía el
pensamiento autonomista de Baldorioty de Castro y o si lo que lo es el
«asimilismo». Don Román Baldorioty de Castro,
refiriéndose a la autonomía escribía en 1869: «La autonomía que consagra la libertad política y administrativa de la
colonia es, a nuestro juicio, el sistema definitivo del porvenir. Contiene el
máximo de libertad para las colonias, y es superior a todos los demás sistemas.
A él deben su progreso Australia y Canadá». Se soñaba con una autonomía
similar a la implantada por los ingleses en el Canadá; pero otros
puertorriqueños tenían ojos fijos en los movimientos autonomistas de Irlanda:
la Liga para el Gobierno Propio (Home Rule League), y en el movimiento de los
fueros o leyes especiales de las provincias vascongadas.
Don Manuel Fernández Juncos se dio
vela en el entierro y se opuso a la fórmula canadiense y desde el periódico El
Agente se declaraba asimilista. Esto es, «partidario de la autonomía administrativa
se había manifestado desde 1861, con don Félix Bona. Otros argumentaban que
sólo la relación colonia-metrópoli garantizaría la causa de la civilización, y
se alegaría: «Hablar de autonomía en las
Antillas es querer para ellas la suerte de Santo Domingo, perdida para la causa
de la civilización» (cf. La utopía
de Baldorioty de Castro y el autonomismo puertorriqueño versus el asimilismo (Julio
2009), en la Bitácora NotiHistoriaDominicana:
http://notihistoriadominicana.blogspot.com/2009/07/la-guerra-hispanoamericana-en-puerto.html
En
países como la República Dominicana, que por segunda vez alcanzó su
independencia de España en 1865, sus habitantes se encontraban viviendo
momentos de anarquía y desorden político como fruto de las luchas caudillistas
y de la grave crisis socioeconómica.
En sentido general, tanto en España
como en las demás Antillas españolas (Cuba y Puerto Rico) las clases políticas
vinculadas al status quo se encargaban de sostener una de estas dos banderas:
asimilación, propia de los mas conservadores y autonomismo, enarbolado por el
sector mas liberal, pero, con un propósito en común: frenar y detener la lucha
por la independencia. De acuerdo con el historiador Cruz Monclova, uno de quien
defiende la fórmula de Baldorioty, por
contemer una descentralización) en el orden político y en el orden económico-administrativo, es
decir, control local para regular los derechos individuales (autonomía
política) es la mejor y «este control local para regular el orden económico
administrativo (autonomía económico-administrativa) hasta el mayor grado es
compatible con la unidad nacional española. Y asimismo representaba la
superación de las formulas autonomistas consagradas en el proyecto Quiñones
Varela, de 1823, y el proyecto Ruiz Belvis —Quiñones—Acosta Calbó, de 1867».
Tanto nadar para morir en la orilla.
Finalmente, se conjuntó entre el
pueblo pepiniano, un grupo más humilde donde no había juristas ni prohombres y
quisieron recrearse con un experimento que ya se conocía como anarquismo. Por
la crisis traída por la invasión, se animaron a intentarlo. Organizaron centros
de estudios y revistas en el Valle de Culebrinas. De esa gente es de quien
deseo hablar: José Benigno Vientós,
Ramón A. Ramírez de Arellano, Sigismundo Torres Avilés, José Vidal
Cardona, Juan Torres Reyes, Andrés Méndez Liciaga, Pedro R, de Diego y otros
que fundaron sus seminarios progresistas y libertarios, El Triunfo, El Eco del
Culebrinas y El Culebrinas y los
grupos Alianza Obrera (1902) y Los Amantes del Progreso (1902} que
Ramón Padró Quiles y su hermano José se esforzaron en sacar adelante.
EL
MARASMO: El marasmo político
finisecular fue tal que, aún después del restablecimiento del orden civil, se
tardaría más de una generación en poner al país sobre sus pies, con madurez de
objetivos. «Todo el negocio de las partidas se chaló»—, diría Prat y
recordó que el capitán Arocena, [7] quien tenía una bandera española, ajada y
revolcada por el campo y que le llevó a su casa para que ella la volviera a
coser, decía: «Todo el mundo está sacando vientre de mal año. Los
autonomistas sólo quieren comer a costillas del yankee. Creen que ellos (los yanquis) van a traer abundancia y lo
que traerán es una larga miseria».
La gente sin medios económicos
necesitaba empleos. Con el régimen de España, en esta hora crucial, el trabajo
escaseaba. La inminente guerra, como siempre ni como ninguna guerra, no puso
prioridad al estómago de los
pobres.
Lo que a Prat pareció una locura fue
que Clementina Urrutia, más aguerrida que ella sobre los asuntos de la
política, «enarboló la bandera de la Idea en una casuca de El Tendal»
(Pueblo Nuevo) y como símbolo, ¿de qué? La profecía de Arocena la comprendía
muy bien: el que se aliaba a los invasores buscaría su propio bien: saciar
hambres atrasadas o formar con ellos el nuevo eje de poder. El beneficio propio: zorra que ha desollado.
La zorra: ¿una revista anarquista?
Utilizando otra vez la metáfora de
la zorra (que parecía influencia dejada por los discursos de Clementina Urrutia
en mítines socialistas y anarquistas de El Tendal), Prat comentaría que
la democracia y el progreso de todos es «una cosa que nunca se ha visto y
que no va a llegar: son como una zorra con dos rabos». Si alguna vez
existió en Norteamérica, o en Grecia, la democracia y la justicia social,
grandes temas que trajo la Proclama Miles
para dar papilla a todo un pueblo, éstas habían dejado de existir material y
moralmente. —¿Qué habría en su lugar?
LUCHA
DE LOBOS Y ZORRAS: Una lucha de lobos, es decir, componendas y políticas
vandálicas de guerra y expoliación contra otras naciones para el saqueo de sus
materias primas. En la década de 1890, hizo su aparición la corriente de
pensamiento geopolítico en la Sociología y que, en rigor, por su despliegue y
aplicación en el mundo, no fue otras cosa que un culto de adoración a la
monarquía británica, a su influencia en los EE.UU. y a la complicidad con el
dominio imperial angloamericano y su sistema parasitario después del asesinato
de McKinley. A Dolores Prat le estaban hablando en chino y le bastó saber que
en Norteamérica había mucha miseria; la creyó porque Urrutia que viviera allá
se lo dijo desde los huesos, su experiencia en Nueva York.
Al explicar sobre la Gran Urbe y
contraponer su visión (más fatalista que placentera) al ilusionismo que la
gente del campo mostraba fue interesante su invocación del enemigo menos obvio.
Uno que siempre está detrás del poder de Washington y que frenará el progreso
del pobre en todo siglo. Quienes hablaron sobre el anexionismo y el
protectorado norteamericano para la isla de Puerto Rico, voces como la de Cheo
Font [8] y a Aurelio Méndez Martínez, fueron los mismos que a laisla no comprendieron
. Otros ni se enteraron jamás.
La Venecia del Norte (nombre
que alude a Inglaterra) es la zorra que azuza a los hijos (naciones) de
perdición. De esto trata un artículo, o cuento, que Prat recordara, contado por
boca de Urrutia, y que es una alegoría sobre la monarquía inglesa y grupos
anti-estadounidenses que alrededor del Príncipe de Gales (más tarde, Eduardo VII),
lanzaron esa operación mundial de las guerras
geopolíticas. Guerras que estallaron entre 1894 al 1917 y que fueron el astuto
plan de la Monarquía (la Zorra inglesa) para enemistar entre sí a naciones que
tomaban el modelo de cooperación y de fomento del bienestar general que, en su
momento, encarnó el país estadounidense.
Son muchos los países y las
facciones que la Zorra azuzó unos contra otros. En Estados Unidos, la
Constitución federal, modelo y principio de grandeza universalmente aclamada,
dio motivo a muchas de las zorrerías
inglesas que se anticiparon con odio por los EE.UU.. Las provisiones especiales
sobre esclavitud y derechos de los Estados que se abrogaron los confederados
revela algunos paralelismos con la historia de las partidas. Durante el régimen
español, los portavoces de los agricultores y comerciantes más prósperos tenían
las mismas actitudes que los confederados
de Jefferson Davis, R. R. Lee y A. H. Stephens.
La Confederación americana
había sido el títere de la monarquía británica y sus valores políticos y
sociales. La expansión de la esclavitud y la propagación de formas conexas de
corrupción se ejemplificaron en el Partido Demócrata de Martin Van Buren,
Andrew Jackson, James Knox Polk, el usurpador del Suroeste (héroe del expansionismo
a costa de los mexicanos), Franklin Pierce, otro expansionista y quien muriera
en la oscuridad después de erráticas y vacilantes políticas que consolidaban el
poder de los esclavistas), James Buchanan, ex-presidente vacilante ante la
necesidad de abolir la esclavitud y, cuando fue Ministro en Gran Bretaña, uno
de los creadores del plan secreto de 1854 para adquirir a Cuba y propulsar, con
ayuda de pro slavery Democrats, la extensión de la esclavitud.
La derrota de la Confederación ha
sido llamada la Segunda Revolución
Americana, porque, de algún modo, fue el regreso a la imagen de los EE.UU.
como encarnación del principio de Bienestar General del pueblo llano, todas sus
clases y de la comunidad de naciones. Este principio se instituye en el Preámbulo de la Carta Magna. Tan fundamental concepto fue planteado y examinado
por el pueblo puertorriqueño que entró al coloniaje de una nación que en su Constitución
consagra el principio y en la Proclama
Miles prometió compartirlo.
Los únicos testimonios orales que
magnifican la alusión a la Zorra como código de lenguaje político en el Pepino
del primer decenio del siglo XX corresponden a los ofrecidos por Dolores Prat,
el Dr. Rabell Fernández y Montalvo Valentín. La pregunta —«¿Qué cree usted
de la Zorra de (Urrutia o Doña Luce) —? por lo general, insolente y sarcástica cuando
se hacía sorpresivamente; tenía para los interesados en el asunto, un contexto
real, con un planteamiento que debería validarse con buenas razones. La
alegoría del inglés que divide y vence; de la Zorra con que se alude al poder
geopolítico y la nueva sociología política burguesa estaba en boca de muchos.
Al estudiar la expansión estadounidense en sus
primeros cien años de vida, Barrero
Velázquez, observa el impresionante cre-cimiento territorial. Las trece colonias originales se expandieron
hasta convertirse en un país atrapado por dos océanos. Y se pregunta: —«¿Fue necesario que fuese
así? ¿Por que se dio a través de la anexión, compra y conquista de nuevos
territorios? Se concibió como parte de
un proceso histórico más amplio: esto es, la expansión europea de los siglos
XVI y XVII, misma en que los EE.UU. es avalable «hasta cierta forma como una extensión del imperialismo inglés».
Describe al estadounidense como el perfecto
cómplice: «se veía no sólo como algo económica y geopolíticamente necesario,
sino también como una expresión de la esencia nacional norteamericana… Europa
occidental se lanzó a explorar y conquistar dando forma a vastos imperios en
Asia y América».
Una de esas naciones fue Inglaterra,
metrópoli de las trece colonias norteamericanas. Es por ello que el
expansionismo norteamericano puede ser considerado, hasta cierta forma, una
extensión del imperialismo inglés.
En el abismo de olvidos y memorias
por rescataron que aún vive este pueblo, la entrevistada D. Prat nos hablaría
sobre una mujer, cuya primera llegada al Puerto Rico fue por la vía de Cuba,
país que dejara tras tratos (¡no está claro si amoríos!) con Gerardo Forest.
Urrutia vivió en Nueva York y regresará huyéndole a la influenza que mataba a
miles en la época. Ella trajo libros y revistas.
En términos de la historia de la
promoción de ideas anar-quistas que Kirwin R. Schaffer nos ayuda a
rastrear está el hecho que, «until World War I, anarchists there published
over 15 newspapers. The most important and long-lived
was the weekly ¡Tierra!,
published in Havana from 1902 to January
1915. For the better part of its long run, ¡Tierra! took issues of international anarchism and Cubanized
them for a Cuban readership».
Entre
dicha prensa, por lo menos uno, fue de aparición regular. Algunos en Puerto Rico fueron combativos e
influyentes, tanto que un acobardado socialista anarco como Santiago Iglesias
desde la hoja suelta La Miseria,
justo después de un Primero de Mayo de 1901, al condenoarse recientes actos de
violencia en celebraciones que no se dieron en Puerto Rico, dijo: Los anarquistas preparan conspiraciones para
matar reyes y emperadores… Esos anarquistas tienen demasiada fe y la triste
verdad es que esos anarquistas pierden su tiempo patéticamente… Anarquistas, su
tiempo terminó. Su función es arcaica. Por ustedes, ya no hay tarea que
realizar’.
Pese al regano,
muchos obreros anarquistas no quisieron entrar la Federación Libre de Trabajadores de Santiago Iglesias y no se
equivocaban al predecir que se convertiría en una ‘zorra que no sabe para donde
menea el rabo’. Esto serian los que mejor conscientes estaba de que su
militancia en Cuba y Puerto Rico, antes de la invasión norteamericana, en 1898,
seguiría siendo importante. Al sentirse internacionalistas, como apreciara Shaffer,
harían una lucha propagandística que obviamente hallaría opositores
institucionales.
While anarchists were in
Cuba and Puerto Rico before the US invasions in 1898, there was no anarchist
presence in Panama until the US engineering project facilitated their arrival.
Both the US and Panamanian governments feared anarchist agitation on the
isthmus. For the new government of the Republic of Panama, the last thing they
needed was foreign agitators spreading ideas of
social revolution just as a new government was trying to organize the
country.
Clementina
Urrutia, con nexos familiares en Pepino, fue una de las simpatizantes anarquistas
que durante la Guerra de Independencia de Cuba viajaba entre las dos islas. Y
atestiguó allá que otra mujer con voluntad de sostener las ideas anarquistas en
que se educaba fue Luisa Capetillo, quien anduvo por Cuba en 1915. En fechas
tales de manifiestos laborales prohibidos, el gobierno la arrestó, aunque no se
la sometió a la deportación. En su lugar, fue reprendida y multada por utilizar
ropa de hombre en público. Ese delito fatulo parecía más importante que otros
de índole política o de más veraz peligrosidad para el sistema.
El misterio en torno a los
divertidos cuentos en boca de Clementina, o sobre las zorras metafóricas, no
habría sido tan notable si con estos no se ideara una manera muy universalista,
casi fabulesca, de hablar sobre «el
expansionismo norteamericano hasta cierta forma, una extensión del imperialismo
inglés». Esta
metáfora coincide con ideas que Norberto Barreto Velázquez expone en su
ponencia El expansionismo
norteamericano, 1783-1898, publicada en 25 octubre 2012. La zorra es
multifacética como diversa pueda ser la
aplicación de poder engañoso. En Pepino / imagino que en Puerto Rico entero /
llegó a decirse que representaba el poder del sindicalismo americanizador. La Zorra
fue como el banderín de un ‘partido
seudo-socialista’, construido y organizado ‘a base de odio del puertorriqueño,
contra el puertorriqueño y haciendo creer a las multitudes incautas que la
bandera yanqui es el símbolo de redención para
nuestro pueblo’ [Albizu Campos, Escritos,
La invasión de la Ameerican
Federation of Labor, ps. 14-17].
Dolores
Prat llegó a la conclusión de que Clementina Urrutia, media hermana de Pedro
Ortiz y, por tanto, su pariente, sería antillanista como prefiriera
decir antes que utilizar el término separatista; no tenía preocupaciones
mayores por la inde-pendencia borincana, porque estaba convencida que la de
Cuba tendría que ser primero. Fue anarquista, pero de tradición que ella (Prat)
no conoció porque se había cocido en los EE.UU. y para Eulalia Prat, quien
compartiera sus pocos libros e inquietudes con su hija Dolores, «el anarquismo
es español como mi mare», «de modo que a la Zorra casi no la toqué; no la leí
por capricho y yo le dije a Clementina, mira y ten cuidado con la gente con que
llegaste».
Y, al advertir esto, se refería a la
familia de gitanos, es decir, a la vieja que con su hijo se hicieron huéspedes
sospechosos del Hotel Juliá y «que lo mismo, por unas monedas dadas, te leía
el Tarot que te hablaba sobre el Imperio de las Tinieblas, los países de la
perdición y la explotación del pobre por los demonios... Te hablaba del voto a
la mujer» (sobre el capitalismo y el sufragismo). Dolores Prat sentía miedo
de ella. A Clementina Urrutia por consejo le había dicho: «El mundo está
lleno de zorras y fantasmas, zorras con dos rabos y espectros».
Seguramente, este pesimismo no fue
compartido por todos, pero fue el ideologema
flotante en las mentes de muchos pepinianos como Prat. Ya se hablaba de
que, en Puerto Rico, la colonia norteamericana traería como únicas oportunidades
que los puertorriqueños se movilizaran como carne de cañón para las guerras de
EE.UU. o trabajos en la Gran Manzana o en cañaverales de Hawaii o Filipinas. Se advertía desde esos anos de promoción de la
figura de Iglesias Pantin que este no era puertorriqueño y que ostentaba ‘con
gran orgullo la ciudadanía adquirida por naturalización en Norteamerica’.
UN
APOSTOL DE TODO LO YANKI, SANTIAGO IGLESIAS: «Con la bandera Americana en la mano y apoyado con el dinero de la
American Federation of Labor», era a su vez el Apóstol de todo lo yanqui y
uno entre quienes «ha contribuido
efizcazmente a la obra de desorientación colectiva necesaria a la demolición de
nuestra de nuestra personalidad para facilitar el establecimiento aquí de los
intereses económicos, culturales y políticos de Estados Unidos» (ibid, p. 15).
¿Quiénes eran los otros, además de
Iglesias Pantin, que inspiraban recelo zorruno? Localmente, se refirieron a Getulio Echeandía Font (1885- ), primer Teniente del US
Army, capitán de la Guardia Nacional y para el decenio de 1930, miembro del
Comité Territorial del Partido Republicano Puro, Pedro Echeandia Velez,
predecesor edilicio de Joaquin Oronoz Font (1907-1971), ex Alcalde del Pepino
del 1936 a 1940 y Gaya Domenech. A mayor nivel en la complicidad politica, don Rafael
Martínez Nadal, presidente de la Unión Republicana y una élite
de la industria azucarera en Puerto Rico en que el 65% del cultivo y la
producción de azucar esta controlada por capital norteamericano, sumado a otro
15% por capital extranjero. Esta es la
gente que ha sustentado como administradores coloniales, al gusto de
Roosevelt, un sistema en que: «El obrero es una bestia, o se someten o
asesinan con ametralladoras y bombas, como acaba de suceder en la huelga
textilera. El propio gobierno yanqui confiesa que hubo que matar a más de quinientos obreros indefensos» (ibid, ps 119-123). Esta es la espectralidad
zorril de una Legislatura, «que es un mito, gravita sobre ella el veto
absoluto del tirano, el presidente de los Estados Unidos» (p.
121).
Difícil que se entendiera, durante
el marasmo, este pesimismo suyo y de Clementina quien también conocía el
anarquismo, si no repasamos lo que realmente hicieron los enemigos de esta Idea, y si no se viera la panorámica de conjunto. Como era sabido, desde
principios de siglo, si al puertorriqueño
de entonces si le hubiese pedido un voto por la anexión a los EE. UU. lo habría
dado. Lo primera lo que da quien se criado en el marasmo el anexionismo
ingenuo porque la intención yanqui
fue preservar un territorio, pero con un mínimo de derechos. Una colonia
explotable, servida para el amo; como se le había educado para que fuera con
España, asi la entregaría la clase política colonial.
La referencia a su desinterés por
España, no es, sin embargo, preferencia por una anexión, «las masas populares, los obreros, los peones y negros libertos, las
mujeres y las amas de casa, los trabajadores, no parecían dispuestos a mover un
dedo por defender la soberanía española en la isla» (Héctor A. García, loc.
cit.); pero permanecía un españolismo sentimental, como el de Dolores Prat y su
familia, «la última cepa catalana en
Mirabales» (como la aludía D. Bisa
Rodríguez Rabell). [10] Un españolismo que los mismos pensinsulares no merecen.
*
Bibliografia
[1] K. R. Shaffer, Transnational Anarchism, Anti-Imperialism and
US Expansion in the Caribbean, 1890s-1920s [Penn State University –
Berks College]
[2] En Diccionario
biográfico-pepiniano, de R, Arcelay Medina (2000), repase: Pascasio Moreno,
expresidente del Casino del Pepino n 1882, hacendado español, candidato liberal
vencedor en las elecciones para Diputado Provincial ese mismo año. En
contraposición, cotéjese a Joaquín Moreno, guerrillero campesino.
[3] Manuel P.
González y Manuel A. González Lugo, en; Diccionario
citado, p 88.
[4] Carmelo Cruz,
trovador de las décimas de aviso de las Partidas.
[5] Lino Guzmán, principal sospechoso de las Partidas, junto
a Joaquín Moreno, Segundo V. Estévez, Pedro José Irizarry y otros. El alcalde
José González Hernández del periodo (1898-1904) fue acusado y absuelo de los
mismos delitos.
[6] Ibid.
[7] José Arocena, comerciante y agricultor.
[8] Agustín María
P. Font Feliú, alias Cheo Font
[9] El expansionismo norteamericano, 1783-1898,
publicada en 25 octubre
2012. Ver: http://norbertobarreto.wordpress.com/2012/10/25/el-expansionismo-norteamericano-1783-1898
[10] M. L. Rodriguez Rabell, Entrevista, loc. cit. y Héctor A. García, «Invasión a la Isla / Cambio de Soberanía» [Bitácora Historia de Puerto Rico, Proyecto de
Salón Hogar, Departamento de Educacion, San Juan, PR Numéro 6] / http://www.proyectosalonhogar.com/enciclopedia_ilustrada/HistoriaPR5.htm
El profesor García, al referirse a las Partidas Sediciosas y la actitud de los
invasores ante ella, analiza muy bien:
Puertorriqueños y yankees «… desde
antes de la guerra tenían razones para quejarse de la presencia hispánica aquí.
Quizás eso explique la ola de violencia contra todo tipo de autoridad que
estalló a raíz de la invasión.
Las llamadas Partidas Sediciosas son un buen ejemplo de ello. La violencia de clase y el
ajuste de cuentas fue la orden del día
en la campaña de 1898». Por otra parte, para la gente más humilde y campesinas
las opciones fueron pocas ante el hambre, el cerco invasor y las incertidumbres
del cambio. Pero gracias a esa gente humilde y uno que otro anarquista de
vocación organizadora se salvaba un momento. Lo negativo fue que «los liberales
autonomistas hicieron alarde de españolismo en aquel momento de tirantez»;
pero, tales son llamaradas de petate y fuegos fatutos de la demagogia, como
decía Clementina Urrutia; «diferente cosa es que se asomaran a los cerros a
echarse a tiros con los invasores».
Y, desde un territorio en estado de sitio, los
autonomistas monárquicos y sagastinos estilan y les gusta el lirismo
criollista y «la expresión cultural romantica de Jose Gautier Benitez, las
influencias simbolistas en la lirica de Munoz Rivera, la vida cotidiana de las
haciendas, tanto de café como de la caña, todo lo que sea elaborado con el fin
consciente o inconsciente de parecerse al europeo», mas, lo positivo es que unos pocos
individuos entendieron que había que hacer una labor para la gente común para
quienes esa meta no es accesible, pues: «En
los últimos anos del siglo 19 la clase criolla
había afirmado una expresión cultural distanciada de las masas»
(Hector A. Garcia).
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