Monday, June 16, 2014

Comevacas y Tizna’os: Las partidas sediciosas / Por CARLOS LOPEZ DZUR

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Capítulo 1
INTRODUCCION

           


En este ensayo, se propone el análisis de los incidencias de violencia, quemas, asesinatos y robos, que produjo el fin del orden español en uno y más pueblos de Puerto Rico. Utilizamos la metodología de Historia Oral Allan Nevins y las técnicas de entrevista para formular una microhistoria regional, insertable en el contexto mayor de la historia puertorriqueña, la que a su vez sería contextualizable dentro de una macrohistoria general, contribuyente a la historia latinoamericana. Los hechos cubiertos en este libro son pocos, pero documentados. Describir el trasfondo del pensamiento emocional e ideológico que quedaría impreso en las consciencias de los participantes es limitado porque la investigación oral requiere de individuos memorantes, directamente relacionados y es difícil hallarles cuando la tarea investigadora es tardía. O esta gente, que fue oyente, ocular e ideológicamente útil, ha muerto antes que la investigación comenzara

            Es también  este aporte uno que construye a favor de una teoría adelantada por Kirwin R. Schaffer, de Penn State University Berks College, Reading, Pensilvania, sobre anarquismo transnacional, y el anti-imperialismo. Schaffer estudia el antiimperialismo y la expansión norteamericana en el Caribe durante el periodo de 1890 y los sucesivos veinte años,  cuando «para los albores del 1900, los anarquistas penetraron muy adentro en las esquinas de Occidente. En activistas en Cuba, Puerto Rico  Panamá como sus camaradas en otras partes— lucharon para crear sus propias visiones anarquistas de una sociedad libre para todos, sin importar raza, etnicidad, nacionalidad o género. Para cumplir eso, los anarquistas desafiaron las estructuras del poder de la sociedad: —capital, iglesia y estado. En Cuba, Luis Barcia, Adrián del Valle, Marcelo Salinas y Antonio Penichet, en Puerto Rico, fueron Juan Vilar, Emiliano Ramos y Ventura Mijón, y en Panamá, fueron M. D. Rodríguez, Aquilino López and José María Blázquez de Pedro». [1]

            El eco local de ese anarquismo en el pueblo de San Sebastián del Pepino que explique el brote de violencia lo discuto en el apartado Todo comenzó en el Casino... Antes y después de 1898, hubo quienes opinaron que los anarquistas serían, po-tencialmente, los verdaderos reinvindicadores de los derechos campesinos en España y  el Caribe.


            Entre éstos que así lo pensaron en este pueblo del centro-oeste de la isla, estaban Juan Tomás Cabán Rosa, Joaquín y Pascasio Moreno, [2]  Manuel P. González, [3] Avelino Méndez Martínez (quien fuera padre del futuro Alcalde, Don Andrés Méndez Liciaga), Carmelo Cruz, [4]  el maestro Lino Guzmán [5] y otros. Pero ellos, a pesar de las metas solidarias con el pensamiento agrarista, español y puertorriqueño, sucumbieron a una especie de ilusionismo autonomista o separatista, condenado a logros improbables y, en el mejor de los casos, tardíos. Lo mejor de lo que pensaron fue verse como internacionalistas, por lo que Kirwin R. Schaffer diría que, al rechazar la retórica nacionalista y patriótica, creyó que esta divide falazmente la humanidad en beneficio de los intereses materiales y políticos de unos pocos en la élite.  «As such, they saw their local and national struggles as

part of a global anti-authoritarian movement». [6]

            El autonomismo bajo la bandera española serviría a unos cuantos líderes puertorriqueños para fascinarse con un segundo sueño guajiro: el autonomismo o el anexionismo, ahora bajo el ala de los EE.UU.; pero, en el marco irremediable de la colonia, exceptuando a los independentistas de línea dura, las mentes puertorriqueñas no soñaron en grande. Unos si con tambaleante fe por una república soberana; otros con el utópico federalismo estadounidense. Aureliano y Avelino Méndez, locales, por ejemplo, pasaron del separatismo recalcitrante al anexionismo. Y con esta misma fascinación se entretuvieron José Julio Henna y Roberto H. Todd en San Juan. No es de extrañar que suceda en el marasmo del nuevo siglo lo que se había arrastrado finisecularmente y que con la concesión de la Autonomia Española se frustrara por igual. Lo que comienza a partir de entonces es un ritornello o cuento de nunca acabar.

            Al finalizar el régimen militar en Puerto Rico, con la aprobación del Acta Orgánica de 1900, o Ley Foraker, aquellos tientos y asomos de federalismo de 1899 madurarían en el unionismo y se desintegrarían, poco más tarde, en el liberalismo ambivalente.

            El  profesor y ex-director del Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Francisco Modesto Berroa Ubiera, resume las polémicas sobre si es una utopía el pensamiento autonomista de Baldorioty de Castro y o si lo que lo es el «asimilismo». Don Román Baldorioty de Castro,  refiriéndose a la autonomía escribía en 1869: «La autonomía que consagra la libertad política y administrativa de la colonia es, a nuestro juicio, el sistema definitivo del porvenir. Contiene el máximo de libertad para las colonias, y es superior a todos los demás sistemas. A él deben su progreso Australia y Canadá». Se soñaba con una autonomía similar a la implantada por los ingleses en el Canadá; pero otros puertorriqueños tenían ojos fijos en los movimientos autonomistas de Irlanda: la Liga para el Gobierno Propio (Home Rule League), y en el movimiento de los fueros o leyes especiales de las provincias vascongadas.

            Don Manuel Fernández Juncos se dio vela en el entierro y se opuso a la fórmula canadiense y desde el periódico El Agente se declaraba asimilista. Esto es, «partidario de la autonomía administrativa se había manifestado desde 1861, con don Félix Bona. Otros argumentaban que sólo la relación colonia-metrópoli garantizaría la causa de la civilización, y se alegaría: «Hablar de autonomía en las Antillas es querer para ellas la suerte de Santo Domingo, perdida para la causa de la civilización» (cf. La utopía de Baldorioty de Castro y el autonomismo puertorriqueño versus el asimilismo (Julio 2009), en la Bitácora NotiHistoriaDominicana:

http://notihistoriadominicana.blogspot.com/2009/07/la-guerra-hispanoamericana-en-puerto.html

            En  países como la República Dominicana, que por segunda vez alcanzó su independencia de España en 1865, sus habitantes se encontraban viviendo momentos de anarquía y desorden político como fruto de las luchas caudillistas y de la grave crisis socioeconómica.

            En sentido general, tanto en España como en las demás Antillas españolas (Cuba y Puerto Rico) las clases políticas vinculadas al status quo se encargaban de sostener una de estas dos banderas: asimilación, propia de los mas conservadores y autonomismo, enarbolado por el sector mas liberal, pero, con un propósito en común: frenar y detener la lucha por la independencia. De acuerdo con el historiador Cruz Monclova, uno de quien defiende la fórmula de  Baldorioty, por contemer una descentralización) en el orden político y  en el orden económico-administrativo, es decir, control local para regular los derechos individuales (autonomía política) es la mejor y «este control local para regular el orden económico administrativo (autonomía económico-administrativa) hasta el mayor grado es compatible con la unidad nacional española. Y asimismo representaba la superación de las formulas autonomistas consagradas en el proyecto Quiñones Varela, de 1823, y el proyecto Ruiz Belvis —Quiñones—Acosta Calbó, de 1867». Tanto nadar para morir en la orilla.

            Finalmente, se conjuntó entre el pueblo pepiniano, un grupo más humilde donde no había juristas ni prohombres y quisieron recrearse con un experimento que ya se conocía como anarquismo. Por la crisis traída por la invasión, se animaron a intentarlo. Organizaron centros de estudios y revistas en el Valle de Culebrinas. De esa gente es de quien deseo hablar: José Benigno Vientós,  Ramón A. Ramírez de Arellano, Sigismundo Torres Avilés, José Vidal Cardona, Juan Torres Reyes, Andrés Méndez Liciaga, Pedro R, de Diego y otros que fundaron sus seminarios progresistas y libertarios, El Triunfo, El Eco del Culebrinas y El Culebrinas y los grupos Alianza Obrera (1902) y Los Amantes del Progreso (1902} que Ramón Padró Quiles y su hermano José se esforzaron en sacar adelante.

            EL MARASMO: El marasmo político finisecular fue tal que, aún después del restablecimiento del orden civil, se tardaría más de una generación en poner al país sobre sus pies, con madurez de objetivos. «Todo el negocio de las partidas se chaló»—, diría Prat y recordó que el capitán Arocena, [7] quien tenía una bandera española, ajada y revolcada por el campo y que le llevó a su casa para que ella la volviera a coser, decía: «Todo el mundo está sacando vientre de mal año. Los autonomistas sólo quieren comer a costillas del yankee. Creen que ellos (los yanquis) van a traer abundancia y lo que traerán es una larga miseria».

            La gente sin medios económicos necesitaba empleos. Con el régimen de España, en esta hora crucial, el trabajo escaseaba. La inminente guerra, como siempre ni como ninguna guerra, no puso prioridad al estómago de los pobres.

            Lo que a Prat pareció una locura fue que Clementina Urrutia, más aguerrida que ella sobre los asuntos de la política, «enarboló la bandera de la Idea en una casuca de El Tendal» (Pueblo Nuevo) y como símbolo, ¿de qué? La profecía de Arocena la comprendía muy bien: el que se aliaba a los invasores buscaría su propio bien: saciar hambres atrasadas o formar con ellos el nuevo eje de  poder. El beneficio propio: zorra que ha desollado.

            La zorra: ¿una revista anarquista?

            Utilizando otra vez la metáfora de la zorra (que parecía influencia dejada por los discursos de Clementina Urrutia en mítines socialistas y anarquistas de El Tendal), Prat comentaría que la democracia y el progreso de todos es «una cosa que nunca se ha visto y que no va a llegar: son como una zorra con dos rabos». Si alguna vez existió en Norteamérica, o en Grecia, la democracia y la justicia social, grandes temas que trajo la Proclama Miles para dar papilla a todo un pueblo, éstas habían dejado de existir material y moralmente. —¿Qué habría en su lugar?

            LUCHA DE LOBOS Y ZORRAS: Una lucha de lobos, es decir, componendas y políticas vandálicas de guerra y expoliación contra otras naciones para el saqueo de sus materias primas. En la década de 1890, hizo su aparición la corriente de pensamiento geopolítico en la Sociología y que, en rigor, por su despliegue y aplicación en el mundo, no fue otras cosa que un culto de adoración a la monarquía británica, a su influencia en los EE.UU. y a la complicidad con el dominio imperial angloamericano y su sistema parasitario después del asesinato de McKinley. A Dolores Prat le estaban hablando en chino y le bastó saber que en Norteamérica había mucha miseria; la creyó porque Urrutia que viviera allá se lo dijo desde los huesos, su experiencia en Nueva York.

            Al explicar sobre la Gran Urbe y contraponer su visión (más fatalista que placentera) al ilusionismo que la gente del campo mostraba fue interesante su invocación del enemigo menos obvio. Uno que siempre está detrás del poder de Washington y que frenará el progreso del pobre en todo siglo. Quienes hablaron sobre el anexionismo y el protectorado norteamericano para la isla de Puerto Rico, voces como la de Cheo Font [8] y a Aurelio Méndez Martínez, fueron los mismos que a laisla no comprendieron . Otros ni se enteraron jamás.

            La Venecia del Norte (nombre que alude a Inglaterra) es la zorra que azuza a los hijos (naciones) de perdición. De esto trata un artículo, o cuento, que Prat recordara, contado por boca de Urrutia, y que es una alegoría sobre la monarquía inglesa y grupos anti-estadounidenses que alrededor del Príncipe de Gales (más tarde, Eduardo VII), lanzaron esa operación mundial de las  guerras geopolíticas. Guerras que estallaron entre 1894 al 1917 y que fueron el astuto plan de la Monarquía (la Zorra inglesa) para enemistar entre sí a naciones que tomaban el modelo de cooperación y de fomento del bienestar general que, en su momento, encarnó el país estadounidense.

            Son muchos los países y las facciones que la Zorra azuzó unos contra otros. En Estados Unidos, la Constitución federal, modelo y principio de grandeza universalmente aclamada, dio motivo a muchas de las zorrerías inglesas que se anticiparon con odio por los EE.UU.. Las provisiones especiales sobre esclavitud y derechos de los Estados que se abrogaron los confederados revela algunos paralelismos con la historia de las partidas. Durante el régimen español, los portavoces de los agricultores y comerciantes más prósperos tenían las mismas actitudes que los confederados de Jefferson Davis, R. R. Lee y A. H. Stephens.

            La Confederación americana había sido el títere de la monarquía británica y sus valores políticos y sociales. La expansión de la esclavitud y la propagación de formas conexas de corrupción se ejemplificaron en el Partido Demócrata de Martin Van Buren, Andrew Jackson, James Knox Polk, el usurpador del Suroeste (héroe del expansionismo a costa de los mexicanos), Franklin Pierce, otro expansionista y quien muriera en la oscuridad después de erráticas y vacilantes políticas que consolidaban el poder de los esclavistas), James Buchanan, ex-presidente vacilante ante la necesidad de abolir la esclavitud y, cuando fue Ministro en Gran Bretaña, uno de los creadores del plan secreto de 1854 para adquirir a Cuba y propulsar, con ayuda de pro slavery Democrats, la extensión de la esclavitud.

            La derrota de la Confederación ha sido llamada la Segunda Revolución Americana, porque, de algún modo, fue el regreso a la imagen de los EE.UU. como encarnación del principio de Bienestar General del pueblo llano, todas sus clases y de la comunidad de naciones. Este principio se instituye en el Preámbulo de la Carta Magna. Tan fundamental concepto fue planteado y examinado por el pueblo puertorriqueño que entró al coloniaje de una nación que en su Constitución consagra el principio y en la Proclama Miles prometió compartirlo.

            Los únicos testimonios orales que magnifican la alusión a la Zorra como código de lenguaje político en el Pepino del primer decenio del siglo XX corresponden a los ofrecidos por Dolores Prat, el Dr. Rabell Fernández y Montalvo Valentín. La pregunta —«¿Qué cree usted de la Zorra de (Urrutia o Doña Luce) ? por lo general, insolente y sarcástica cuando se hacía sorpresivamente; tenía para los interesados en el asunto, un contexto real, con un planteamiento que debería validarse con buenas razones. La alegoría del inglés que divide y vence; de la Zorra con que se alude al poder geopolítico y la nueva sociología política burguesa estaba en boca de muchos.

            Al estudiar la expansión estadounidense en sus primeros cien años de vida,  Barrero Velázquez, observa el impresionante cre-cimiento territorial. Las trece colonias originales se expandieron hasta convertirse en un país atrapado por dos océanos.  Y se pregunta: —«¿Fue necesario que fuese así? ¿Por que se dio a través de la anexión, compra y conquista de nuevos territorios?  Se concibió como parte de un proceso histórico más amplio: esto es, la expansión europea de los siglos XVI y XVII, misma en que los EE.UU. es avalable «hasta cierta forma como una extensión del imperialismo inglés».

             Describe al estadounidense como el perfecto cómplice: «se veía no sólo como algo económica y geopolíticamente necesario, sino también como una expresión de la esencia nacional norteamericana… Europa occidental se lanzó a explorar y conquistar dando forma a vastos imperios en Asia y América».

    Una de esas naciones fue Inglaterra, metrópoli de las trece colonias norteamericanas. Es por ello que el expansionismo norteamericano puede ser considerado, hasta cierta forma, una extensión del imperialismo inglés.

            En el abismo de olvidos y memorias por rescataron que aún vive este pueblo, la entrevistada D. Prat nos hablaría sobre una mujer, cuya primera llegada al Puerto Rico fue por la vía de Cuba, país que dejara tras tratos (¡no está claro si amoríos!) con Gerardo Forest. Urrutia vivió en Nueva York y regresará huyéndole a la influenza que mataba a miles en la época. Ella trajo libros y revistas.

            En términos de la historia de la promoción de ideas anar-quistas que Kirwin R. Schaffer nos ayuda a rastrear está el hecho que, «until World War I, anarchists there published over 15 newspapers. The most important and long-lived was the weekly ¡Tierra!, published in Havana from  1902 to January 1915. For the better part of its long run, ¡Tierra! took issues of international anarchism and Cubanized them for a Cuban readership».

            Entre dicha prensa, por lo menos uno, fue de aparición regular.  Algunos en Puerto Rico fueron combativos e influyentes, tanto que un acobardado socialista anarco como Santiago Iglesias desde la hoja suelta La Miseria, justo después de un Primero de Mayo de 1901, al condenoarse recientes actos de violencia en celebraciones que no se dieron en Puerto Rico, dijo: Los anarquistas preparan conspiraciones para matar reyes y emperadores… Esos anarquistas tienen demasiada fe y la triste verdad es que esos anarquistas pierden su tiempo patéticamente… Anarquistas, su tiempo terminó. Su función es arcaica. Por ustedes, ya no hay tarea que realizar’.

            Pese al regano, muchos obreros anarquistas no quisieron entrar la Federación Libre de Trabajadores de Santiago Iglesias y no se equivocaban al predecir que se convertiría en una ‘zorra que no sabe para donde menea el rabo’. Esto serian los que mejor conscientes estaba de que su militancia en Cuba y Puerto Rico, antes de la invasión norteamericana, en 1898, seguiría siendo importante. Al sentirse internacionalistas, como apreciara Shaffer, harían una lucha propagandística que obviamente hallaría opositores institucionales.

               While anarchists were in Cuba and Puerto Rico before the US invasions in 1898, there was no anarchist presence in Panama until the US engineering project facilitated their arrival. Both the US and Panamanian governments feared anarchist agitation on the isthmus. For the new government of the Republic of Panama, the last thing they needed was foreign agitators spreading ideas of  social revolution just as a new government was trying to organize the country.

            Clementina Urrutia, con nexos familiares en Pepino, fue una de las simpatizantes anarquistas que durante la Guerra de Independencia de Cuba viajaba entre las dos islas. Y atestiguó allá que otra mujer con voluntad de sostener las ideas anarquistas en que se educaba fue Luisa Capetillo, quien anduvo por Cuba en 1915. En fechas tales de manifiestos laborales prohibidos, el gobierno la arrestó, aunque no se la sometió a la deportación. En su lugar, fue reprendida y multada por utilizar ropa de hombre en público. Ese delito fatulo parecía más importante que otros de índole política o de más veraz peligrosidad para el sistema.

            El misterio en torno a los divertidos cuentos en boca de Clementina, o sobre las zorras metafóricas, no habría sido tan notable si con estos no se ideara una manera muy universalista, casi fabulesca, de hablar sobre «el expansionismo norteamericano hasta cierta forma, una extensión del imperialismo inglés». Esta metáfora coincide con ideas que Norberto Barreto Velázquez expone en su ponencia El expansionismo norteamericano, 1783-1898, publicada en 25 octubre 2012. La zorra es multifacética  como diversa pueda ser la aplicación de poder engañoso. En Pepino / imagino que en Puerto Rico entero / llegó a decirse que representaba el poder del sindicalismo americanizador.  La Zorra fue como el banderín de un ‘partido seudo-socialista’, construido y organizado ‘a base de odio del puertorriqueño, contra el puertorriqueño y haciendo creer a las multitudes incautas que la bandera yanqui es el símbolo de redención para  nuestro pueblo’ [Albizu Campos, Escritos, La invasión de la Ameerican Federation of Labor, ps. 14-17].

            Dolores Prat llegó a la conclusión de que Clementina Urrutia, media hermana de Pedro Ortiz y, por tanto, su pariente, sería antillanista como prefiriera decir antes que utilizar el término separatista; no tenía preocupaciones mayores por la inde-pendencia borincana, porque estaba convencida que la de Cuba tendría que ser primero. Fue anarquista, pero de tradición que ella (Prat) no conoció porque se había cocido en los EE.UU. y para Eulalia Prat, quien compartiera sus pocos libros e inquietudes con su hija Dolores, «el anarquismo es español como mi mare», «de modo que a la Zorra casi no la toqué; no la leí por capricho y yo le dije a Clementina, mira y ten cuidado con la gente con que llegaste».

            Y, al advertir esto, se refería a la familia de gitanos, es decir, a la vieja que con su hijo se hicieron huéspedes sospechosos del Hotel Juliá y «que lo mismo, por unas monedas dadas, te leía el Tarot que te hablaba sobre el Imperio de las Tinieblas, los países de la perdición y la explotación del pobre por los demonios... Te hablaba del voto a la mujer» (sobre el capitalismo y el sufragismo). Dolores Prat sentía miedo de ella. A Clementina Urrutia por consejo le había dicho: «El mundo está lleno de zorras y fantasmas, zorras con dos rabos y espectros».

            Seguramente, este pesimismo no fue compartido por todos, pero fue el ideologema flotante en las mentes de muchos pepinianos como Prat. Ya se hablaba de que, en Puerto Rico, la colonia norteamericana traería como únicas oportunidades que los puertorriqueños se movilizaran como carne de cañón para las guerras de EE.UU. o trabajos en la Gran Manzana o en cañaverales de Hawaii o Filipinas.  Se advertía desde esos anos de promoción de la figura de Iglesias Pantin que este no era puertorriqueño y que ostentaba ‘con gran orgullo la ciudadanía adquirida por naturalización en Norteamerica’. 

            UN APOSTOL DE TODO LO YANKI, SANTIAGO IGLESIAS: «Con la bandera Americana en la mano y apoyado con el dinero de la American Federation of Labor», era a su vez el Apóstol de todo lo yanqui y uno entre quienes «ha contribuido efizcazmente a la obra de desorientación colectiva necesaria a la demolición de nuestra de nuestra personalidad para facilitar el establecimiento aquí de los intereses económicos, culturales y políticos de Estados Unidos» (ibid, p. 15).

            ¿Quiénes eran los otros, además de Iglesias Pantin, que inspiraban recelo zorruno? Localmente, se refirieron  a Getulio Echeandía Font (1885- ), primer Teniente del US Army, capitán de la Guardia Nacional y para el decenio de 1930, miembro del Comité Territorial del Partido Republicano Puro, Pedro Echeandia Velez, predecesor edilicio de Joaquin Oronoz Font (1907-1971), ex Alcalde del Pepino del 1936 a 1940 y Gaya Domenech. A mayor nivel en la complicidad politica, don Rafael Martínez Nadal, presidente de la  Unión Republicana y una élite de la industria azucarera en Puerto Rico en que el 65% del cultivo y la producción de azucar esta controlada por capital norteamericano, sumado a otro 15%  por capital extranjero. Esta es la gente que ha sustentado como administradores coloniales, al gusto de Roosevelt, un sistema en que: «El obrero es una bestia, o se someten o asesinan con ametralladoras y bombas, como acaba de suceder en la huelga textilera. El propio gobierno yanqui confiesa que  hubo que matar a más de quinientos obreros indefensos» (ibid, ps 119-123). Esta es la espectralidad zorril de una Legislatura, «que es un mito, gravita sobre ella el veto absoluto del tirano, el presidente de los Estados Unidos»  (p. 121).

            Difícil que se entendiera, durante el marasmo, este pesimismo suyo y de Clementina quien también conocía el anarquismo, si no repasamos lo que realmente hicieron los enemigos de esta Idea, y si no se viera la panorámica de conjunto.  Como era sabido, desde principios de siglo, si al  puertorriqueño de entonces si le hubiese pedido un voto por la anexión a los EE. UU. lo habría dado. Lo primera lo que da quien se criado en el marasmo el  anexionismo ingenuo porque  la intención yanqui fue  preservar un territorio,  pero con un mínimo de derechos. Una colonia explotable, servida para el amo; como se le había educado para que fuera con España, asi la entregaría la clase política colonial.

            La referencia a su desinterés por España, no es, sin embargo, preferencia por una anexión, «las masas populares, los obreros, los peones y negros libertos, las mujeres y las amas de casa, los trabajadores, no parecían dispuestos a mover un dedo por defender la soberanía española en la isla» (Héctor A. García, loc. cit.); pero permanecía un españolismo sentimental, como el de Dolores Prat y su familia, «la última cepa catalana en Mirabales»  (como la aludía D. Bisa Rodríguez Rabell). [10] Un españolismo que los mismos pensinsulares no merecen.

*

 Bibliografia

[1]  K. R. Shaffer, Transnational Anarchism, Anti-Imperialism and US Expansion in the Caribbean, 1890s-1920s [Penn State University – Berks College]

[2] En Diccionario biográfico-pepiniano, de R, Arcelay Medina (2000), repase: Pascasio Moreno, expresidente del Casino del Pepino n 1882, hacendado español, candidato liberal vencedor en las elecciones para Diputado Provincial ese mismo año. En contraposición, cotéjese a Joaquín Moreno, guerrillero campesino.

[3] Manuel P. González y Manuel A. González Lugo, en; Diccionario citado,  p 88.

[4] Carmelo Cruz, trovador de las décimas de aviso de las Partidas.

[5] Lino Guzmán, principal sospechoso de las Partidas, junto a Joaquín Moreno, Segundo V. Estévez, Pedro José Irizarry y otros. El alcalde José González Hernández del periodo (1898-1904) fue acusado y absuelo de los mismos delitos.

[6] Ibid.

[7] José Arocena, comerciante y agricultor.

[8]  Agustín María P. Font Feliú, alias Cheo Font

[9] El expansionismo norteamericano, 1783-1898, publicada en 25 octubre 2012. Ver: http://norbertobarreto.wordpress.com/2012/10/25/el-expansionismo-norteamericano-1783-1898

[10]  M. L. Rodriguez Rabell, Entrevista, loc. cit. y Héctor A. García, «Invasión a la Isla / Cambio de Soberanía» [Bitácora Historia de Puerto Rico, Proyecto de Salón Hogar, Departamento de Educacion, San Juan, PR Numéro 6] / http://www.proyectosalonhogar.com/enciclopedia_ilustrada/HistoriaPR5.htm El profesor García, al referirse a las Partidas Sediciosas y la actitud de los invasores ante ella, analiza muy bien:  Puertorriqueños y yankees «… desde antes de la guerra tenían razones para quejarse de la presencia hispánica aquí. Quizás eso explique la ola de violencia contra todo tipo de autoridad que estalló a raíz de la invasión.

               Las llamadas Partidas Sediciosas son un buen  ejemplo de ello. La violencia de clase y el ajuste de cuentas fue la orden del  día en la campaña de 1898». Por otra parte, para la gente más humilde y campesinas las opciones fueron pocas ante el hambre, el cerco invasor y las incertidumbres del cambio. Pero gracias a esa gente humilde y uno que otro anarquista de vocación organizadora se salvaba un momento. Lo negativo fue que «los liberales autonomistas hicieron alarde de españolismo en aquel momento de tirantez»; pero, tales son llamaradas de petate y fuegos fatutos de la demagogia, como decía Clementina Urrutia; «diferente cosa es que se asomaran a los cerros a echarse a tiros con los invasores».

               Y, desde un territorio en estado de sitio, los autonomistas monárquicos y sagastinos estilan y les gusta el lirismo criollista  y «la expresión cultural romantica de Jose Gautier Benitez, las influencias simbolistas en la lirica de Munoz Rivera, la vida cotidiana de las haciendas, tanto de café como de la caña, todo lo que sea elaborado con el fin consciente o inconsciente de parecerse al europeo»,  mas, lo positivo es que unos pocos individuos entendieron que había que hacer una labor para la gente común para quienes esa meta no es accesible, pues: «En los últimos anos del siglo 19 la clase criolla  había afirmado una expresión cultural distanciada de las masas» (Hector A. Garcia).

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