BIOGRAPHY / Biografia de C. LOPEZ DZUR / PRENSA BOLIVARIANA / Contenidos bolivarianos en Cinco Libros de Cuentos de Carlos López Dzur / MEMORIAS DE LA CONTRACULTURA // EL PUEBLO EN SOMBRAS / Crítico del imperialismo: Comediante alemán / EL LIBRO DE LA GUERRALAS HIENAS: BESTIARIO COLONIAL / Memorias de la contracultura / Cuentos para esoteristas / ESTETICAS MOSTRENCAS Y VITALES / EL HOMBRE EXTENDIDO / LOPE DE AGUIRRE Y LOS PARAISOS</.A> / ORGANUM: TEORIA DE LA SUSTENTABILIDAD / LIBROS DE CARLOS LOPEZ DZUR / LAS JUDERIAS / TETH: MI SERPIENTE / BIO-BIBLIOGRAFIA DE CARLOS LOPEZ DZUR / LAS CARPETAS DE NINTU / LIBRO DE AMARQUISTAS / TRADUCCIONES
CAPITULO DOS
Un tema
ignorado y censurado
Aunque la historia de las partidas
campesinas armadas, en pos de ideales de Tierra, Libertad y Justicia, es
aspecto localmente documentable en el marco de la Guerra Hispanoamericana de
1898, sus especificidades o detalles han
sido premeditadamente ignoradas en la historia oficial y los hombres que mejor
pudieron referirse al tema, por ser participantes activos, o testigos de los
hechos, lo ignoraron (e.g., el Dr. Angel Franco Soto, autor de unas memorias
sobre el 1898, el ex-Alcalde Andrés Méndez Liciaga, quien recopiló en Boceto histórico del Pepino (1924)
mucha de la historia de municipio.
Por desgracia, a mi juicio, Méndez
Liciaga obvió las referencias a lo que fue la época más dramática de la
historia borincana y que él mismo viviera
en plenitud, ya que su padre (Avelino) fue inspirador intelectual y material de
muchas de las incidencias útiles (hechos históricos) a la conciencia memorante
y colectiva, las Partidas Sediciosas, en particular, y el cambio de
soberanía, a más del Grito de Lares, que fue hito histórico de la identidad
nacional puertorriqueña.
La historiografía que se
cuaja más fielmente y, en sus mejores detalles de veracidad, es siempre el
devenir presente, irse-resolviendo-avanzando, es decir, la que se
alcanza a vivir como testigo, en el fluir del devenir hacia un
ahí-del-ser, histórico-temporalizado. Sin embargo, estas historias en torno
a los comevacas y tiznaos del 1898 y otras que están aún en sombras de olvido, sin nadie que las
cuente, fascinaron mi curiosidad desde mi juventud y mis contactos con
octogenarios y nonagenarios, o aún con centenarias, como mi propia bisabuela, a
quien conocí, e hizo posible algún rescate.
Es justo indicar que
todavía el Boceto, con sus
limitaciones, es un aimportante fuente historiográfica y, en su momento, fue
objeto de presiones, coerciones censurantes de episodios y mención de gente que
temían lo que él pudiera dejar escrito. Así lo manifestó Manuel Méndez
Ballester a investigadores y artistas pepinianas que plantearon, en el decenio
del '60, una reedición anotada del Boceto,
el libro de su padre, al reconocer su importancia como recuento primicial sobre
la vida histórica pepiniana. En copias distribuidas y circuladas de ese libro,
según comentario de Joaquín Torres Feliciano, escritor, sicólogo y entusiasta
de la vida cultural de nuestro pueblo, se sustrajeron páginas, se tacharon
renglones, o se prendió desaparecerlo de bibliotecas públicas. Se vale
preguntar por qué y quiénes.
Antes de crearse el Archivo General Histórico de Puerto Rico,
como institución protectora de documentos municipales, muchas fuentes
documentales del Pepino se perdieron, o cuando no, su conocimiento se ha
saboteado. Por mucho tiempo, un temor a la rememoración de la historia local
vela, obnubila y cierra los canales de acceso al pasado. En parte,
entendámoslo, porque, en este pueblo se han vivido experiencias inquietantes.
Las Partidas Sediciosas es una de ellas.
Después de invertir años en escuchar de labios (que han sido imprescindibles
como sus fuentes memorantes), ofrezco con esta monografía algunos detalles nuevos
que investigué en mis continuadas visitas a los hijos y familiares de las
víctimas, testigos, protagonistas y coetáneos, de tales hechos, en Pepino y
otros pueblos, y que corroboré en su verdad y en su fondo emocional a través de
fuentes escritas, referencias de primera
y segunda mano y documentos en los Archivos
Militares de la Biblioteca del Congreso, en Washigton, D.C. y en periódicos
de la época.
Hago pública mi gratitud a
las familias del Lcdo. Pedro A. Echeandía Font, María Luisa Rodríguez Rabell
Vda. de Negrón y Pedro Tomás Labayen Jaunarena, por haber sido tan pacientes
con mis visitas y, a este último, por poner a mi disposición su colección, la
más completa, del periódico El Regional
de principios de siglo.
Estos eventos que relataré
ocurrieron durante la etapa de la invasión norteamericana, por lo que, para
entender las acciones de las insurrecciones campesinas en San Sebastián de las
Vegas del Pepino, será necesario contextualizar históricamente el
comportamiento de España y los EE.UU. en la isla y dar cuenta sobre las superestructuras
ideológicas en general. Y después, concretamente, sobre su percepción por los
pepinianos de entonces.
Obviamente, concuerdo con
la observación del historiador Ángel Rivero Méndez, quien nos recuerda la
indignación de los cronistas ante hechos similares (robos, asesinatos y anarquía) como los
ocurridos en San Sebastián y otros puntos de la isla:
... No
fue Puerto Rico quien tales desmanes cometiera, escribe Rivero. Fueron unos
pocos hombres, varios centenares tal vez y, sobre ellos, únicamente debe recaer
la condenación de los historiadores. [1]
Sin embargo, también es
tarea historiográfica desocultar (y comprender sociológicamente) una parte tácita
y dolorosamente reprimida de lo que, como contenidos intrasíquicos, se cargó
dentro de la consciencia de aquellos sediciosos, quienes se sentían y
expresaban, por primera vez, colectiva y con-sensivamente, como clase, la rabia
que estuvo sepultada por generaciones. El Dr. Frantz Fanon nos advierte, en su
libro Los condenados de la Tierra (1961),
que:
... La descolonización es siempre
un fenómeno violento... (y que) ante la necesidad de ir... hacia un panorama
social modificado en su totalidad, lo que define toda descolonización en el
punto de partida... es que constituye, desde el primer momento, la reivindicación
mínima del colonizado... La necesidad de ese cambio existe en estado bruto,
impetuoso y apremiante, en la consciencia y en la vida de los hombres
colonizados. La importancia de ese cambio es que es deseado, reclamado,
exigido. Pero la eventualidad de ese cambio es igualmente vivida en la forma de
un futuro aterrador en la consciencia de otra 'especie' de hombres y mujeres:
los colonos... La descolonización, como se sabe, es un proceso histórico: es
decir, que no puede ser comprendida, que no resulta inteligible, traslúcida a
sí misma, sino en la medida exacta en que se discierne el movimiento
historizante que le da forma y contenido. La descolonización es el encuentro de
dos fuerzas congénitamente antagónicas que extraen precisamente su originalidad
de esa especie de sustanciación que segrega y alimenta la situación colonial.
Su primera confrontación se ha desarrollado bajo el signo de la violencia y su
cohabitación, más precisamente la explotación del colonizado por el colono, se
ha realizado con gran despliegue de bayonetas y de cañones. [2]
En algunas ocasiones, la
violencia que se afana por desorganizar la vieja sociedad y concentra su poder
en desaprobar el rol de las iglesias. Romper con los tabúes y creencias que
como institución impone, o como con la Ley
del Condado en España durante el Gobierno de José Canalejas, limitar las
actividades de las órdenes religiosas. Esta fue una gesticulazación irrefrenable
en el periodo que estudiamos.
Uno de los incidentes, en
el Valle de Toa Baja, lo refiere Rubén Arrieta. El entrevistaría a Francisco
López. Su relato ilustraría que la violencia descolonizante permearía todo, «transformando
a los expectadores aplastados por la falta de esencia en actores privilegiados,
recogidos de manera casi grandiosa por la hoz de la historia... pero esta
creación, vuelve a recordarnos Fanon, no recibe su legitimidad de
ninguna potencia sobrenatural: la cosa colonizada se convierte en hombre en el
proceso mismo por el cual se libera»; por esto mismo los vejámenes al
sacerdote español del Valle del Toa no son, en realidad, ataque a un individuo,
en cuanto su persona privada, sino un ataque al símbolo de la Iglesia Católica
que no materializó el programa «de hacer a los últimos, a los humildes, los
primeros», sino que, en su lugar, formuló sus propias tranquillas al
progreso de los más humildes.
Recuérdese que en, 1898,
aún no se cumplía ni veinte años de la abolición de la esclavitud, institución
practicada y protegida por la Iglesia. Un cura español en Pepino el día que los
esclavos solicitaron un Te Deum para la bendición de su fiesta colectiva
de libertad, por el decreto de la manumición, echó insultos a la negrada que lo
solicitaban y les pidió que festejaran fuera de los atrios de su parroquia.
Este fue el párroco Claudio González.
Doña Dolores Prat-Prat,
criolla entrevistada para mi monografía, hija de catalanes, otrora familia de
esclavistas, como ella misma confesara, ni siquiera fue registrada ni bautizada
como cristiana «porque la reputación de mi madre fue manchada por su amor
por un negro y violada por otro bandolero libertario (nota del autor:
Nuñez, padre de la relatora), de los que se daban aire de dignidad y
civilización y nos quemaron en Mirabales durante la Revolución de Lares»
(sic., cf. Entrevista con Doña Dolores
Prat-Prat, loc. cit.)
Movida por su orgullo, su
madre Eulalia Prat-Vélez, [3] solicitó de la entrevistada que «cuando vaya
al pueblo, no entrara a la iglesia... que aquí(en la casa) puedes rezar,
sin que nadie te diga bastarda ni mala mujer». Ella n o creyó que el cura y
la feligresía entendieron toda la problemática que había en su vida.
Doña Lola Prat afirmó que recibía de España, en tiempos de menos pobreza, muchas
revistas y gacetas que enviaban a su madre y a sus hermanas, «donde se
hablaba de Castelar y Moret» y recordó que, al debatirse en España la Constitución
de 1876, un hombre poderoso de la Iglesia (que el mismo Castelar propuso para
Obispo de Salamanca, pero que fue consagrado como Obispo de Madrid-Alcalá en
1874), se opuso al principio de tolerancia religiosa. Se refería a Narciso
Martínez. [4]
«Pues, si siendo católico, no
toleraba ni pingos, ¿qué clase de Dios tiene, qué clase de amor al prójimo?» La anciana terminó diciendo: «Pues,
lo mataron, con toda y su sotana. Es que en política nada se olvida; yo me
acuerdo de Lares como si hubiera nacido, imagínate» (sic.).
La tolerancia de cultos en
España se incentivaría con Canalejas como Presidente de las Cortes y jefe del
Gobierno Español entre 1906 y 1912 y con precio muy alto. El anarquista
Pardiñas asesinó al jurisconsulto liberal, el 12 de noviembre de 1912, ante el
escaparate de una librería de la Puerta del Sol.
Al verificar los relatos
de Prat, confirmo que también el Obispo Narciso Martínez fue asesinado por un
presbítero en el atrio de la Catedral de San Isidro en Madrid, en 1886. [5] Entiéndase,
por lo anterior, el contenido subliminal y probable que se involucraría en tal
acción anticlerical, como otras ejecutadas por la partida que atacó a la
Iglesia, según el relato de Arrieta sobre Francisco López:
... También hubo ataques en la
región del Toa... Allí realizaron una agresión irreverente contra un sacerdote
católico español, a quien, le raptaron, conduciéndolo a la plaza, según el
testimonio del anciano Pancho López. Una vez allí, le pusieron aparejos y una
silla sobre las espaldas, obligándolo a que relinchara como un caballo.
Mientras sobre las rodillas y las manos el reverendo padre se arrastraba, los
forajidos le golpeaban gritándole 'arre arre, mi caballito'. Otros hacendados
del Toa también sufrieron vejaciones y torturas físicas.
El anticlericalismo es
ingrediente que, en el pensamiento rebelde e inconformista español está
asociado a muchas circunstancias. Desde el primer Concilio del Vaticano de 1870, que promulga el dogma de la
infalibilidad del Papa, se recrudeció en España y el mundo el descontento. En
nombre de «las sublimes verdades que la Religión Sagrada enseña» y la
infalible deliberación de los Papas, las Santa Alianza, sus tribunales
inquisidores y sus Índices de prohibición y censura, se hicieron los
instrumentos de influencia reaccionaria a fin de mantener el dominio de los
regímenes autocráticos. España fue el último país europeo en abolir el Tribunal
de la Inquisición, aunque había sido abolida, a despecho de la presión
tradicionalista desde el 22 de febrero de 1813. El rey Fernando VII la restauró
un año después hasta que un decreto de Isabel II, en 1834, hizo la supresión
final de la misma como mera formalidad porque había perdido el apoyo de que
antes gozara entre la élite progresista de España. En el debate público de la
vida de la monarquía, aprovechándose de su secretividad en cuanto pudo, el Tribunal
Inquisidor cedió su espacio a opositores.
Quienes mejores
aprovecharon la coyuntura de la supresión de la Inquisición (pero, realmente
aún no libres de intrigas y excomuniones) fueron, a partir de1870, las
corrientes anarquistas de España que se radicalizaron ideológicamente después
de la llegada de P. J. Proudhon, socialista anárquico, exégeta de la idea
federalista, en oposición al centralismo y la coerción estatal, y maestro de Pí
y Margall, Fanelli (quien visitara a España en 1869), exponente de Nicolás Bakunin,
la corriente libertaria de Anselmo Lorenzo (1841-1914), tipógrafo toledano,
ex-integrante del primer consejo directivo de la Federación Obrera Regional Española, de inspiración bakuninista
(1870), que es el embrión del moderno movimiento obrero en España.
LECTORAS DE ANARQUISMO: Habría que considerar, si la experiencia
traumática de la señora Dolores con la Iglesia, el catolicismo y la moral
masculina cuenta para la tarea de su perfil sicológico, su propensión a
educarse como anarquista y admitir revistas que le llegaban, las mismas que
Clementina Urrutia traía y llevaba de Cuba, o Nueva York, como si esto
constituyera una tareas asignada por alguna militancia. Respecto a Doña Dolores
y Eulalia (Lala), su madre, su familia compartió noticias y conocimiento sobre
la lucha anarquista en Cataluña.
Eulalia Prat
Vélez-Cadafalch (1830-1890) fue beneficiaria del estímulo que D. Josefa Vélez
originó en Mirabales y Cidral, por una visita realizada en 1841. Fue ella quien
motivó que se crearía la escuela de primeras letras y de oficios, los talleres
de costura y jarciería, y que esto no se quedara en las meras promesas del
hacendado Prat. Por la buena posición económica de esta familia en tal época,
Eulalia y sus hermanas (Dominga y Leonora) aprendieron los rudimentos del
francés, el catalán y, en el caso de Doña Eulalia, la pintura y el dibujo.
En las mujeres mirabaleñas
de las familias Vélez y Prat, Josefa y Eulalia, destacaron sus espíritus
rebeldes, inconformes, perfilándose, intelectual y moralmente, adelantadas a su
época y a la madurez de la consciencia histórica del periodo colonial. Eulalia Prat-Vélez acogió el principio
emancipador de la esclavitud antes de producirse la y el Estatuto de Abolición.
Su hermana Dominga Prat (1826-1867), casada ya con el médico Fermín Alicea G. y
Britapaja, del barrio Furnias, y establecida en Barcelona (España), se aficionó
a la lectura de los liberales radicales, republicanos españoles, y fue una
admiradora de Emilio Castelar. El Dr. Alicea fue colaborador del sabio español
Letamendi y del Instituto Pasteur, de Francia.
El momento en que Doña
Dolores entra en el conocimiento del anarquismo no fue tan vago recuerdo suyo
cuando inquirí sobre el asunto y expresó:
… Serias mas por las
cartas familiares que se le enviaron a mi mare, cartas de Dominga sobre hechos
acaecidos en España en distintas oportunidades, ‘agitaciones campesinas’ a las
que llamaban tales si sucedían en Andalucía,
las germanías era el nombre si
ocurría en tierras valencianas y luchas de nyerros vs. cadells en Cataluña, todavía en épocas lejanas,
porque las agitaciones han existido siempre y la naturaleza violenta del hombre
en la necesidad o en el poder es también la misma… [loc. cit.]
Calcularía
bien su referencia al movimiento cantonalista de 1873, así como al movimiento
revolucionario de La Mano Negra y los
acontecimientos en Jerez de la Frontera en 1892, que son factores inmediatos
que incidieron en Pepino y en el Caribe. Asoció claramente el nombre de Fermín
Salvochea (1842-1907), hijo de terratenientes de Cádiz, educado en Inglaterra,
traductor de Kropotkin al impulso del anarquismo en España. Este fue condenado
a 12 años de prisión por su actividad política en favor del anarquismo. Un
juriconsulto pepiniano, Juan Hernández Arvizu, estuvo encargado de procesar
casos de anarquistas en Jerez de la Frontera, asociado a las células de La Mano Negra. Su hijo Juan Hernández
López también fue destacado abogado.
En
momentos muy emotivos de mi entrevista con Dolores Prat, ella dijo:
«Cuando yo estaba moza,
tuve tenía miedo a las revoluciones. Eran otros tiempos y se sentían de algún
modo; se les quemaba la hacienda a la gente con ciertos medios, se les
amenazaba; uno podía saber si sabía revolución en España, porque siempre había
en algún lugar de pueblo o campo quien echaba el rumor; alguien quien imitaba
lo que allá se hizo o se dejó de hacer… si estabas con «secos o mojados», igual
de malo... si estabas con el rey o con los generales, reformeros... Por eso
hubo una revolución en Camuy, asunto de políticos, criticándose a los que
llaman «botellas» («servilones») y aspiraban a tenientes a guerra, a
procuradores o concejales... Mi mamá preguntaba: —¿Cómo estará Dominga ahora
que renunció el rey?— (nota del autor: se refería a la
abdicación de Carlos María de Borbón (y Austria-Este, 11 de febrero de 1873), y
la tía Dominga, de la entrevistada, residente en Barcelona). ¡Pues, ella
estaba con la República! Le gustaría (a Dominga) que esas cosas no pasaran,
pero que la política fuese como la hace la gente decente. Ma', mare ya no tenía
esclavos. —¿Y el viejito Don Manuel, o Nicasita?— Ellos sí, quién sabe, tal vez
tristes, porque en Cuba, con una lucha más sangrienta, se obtuvo sino la
República con la libertad de los esclavos.
(Nota del autor: se refiere a que, al entrar al Ministerio de Ultramar, el ex-progresista,
fiel a Pi y Margall, José Cristóbal Sorni y Grau, entonces miembro del Partido
Federal, aprobó el decreto de Abolición
de la Esclavitud; lo mismo sucedería en Puerto Rico).
La Guardia Civil quería
a mi mamá (Doña Eulalia)... y si
alguna vez vino gente a verla, o a preguntar a su finca, se preguntó por lo
mismo, —¿dónde está el que fue su marido?— (Nuñez), el hombre que la mancilló y
quien quemó al viejito Prat, a poco tiempo de su ida... Decían unos y otros que
en Camuy. Yo no sé... Guillermo, el Jabato, lo buscó para matarlo; pero le
sacaron la idea de la mollera. Lo mismo que la Guardia Civil, lo querían ver
muerto y componteado. Se supo que en otra revolución (el Levantamiento de Lares),
Nuñez andaba metido... por eso que yo sepa Nuñez se hizo el perdío y no anduvo
con la misma gente que antes lo aceptó. (nota del autor: se refiere a
miembros de la Junta Revolucionaria Lanzador del Norte, como Ramón Estrella,
Bartolomé González y otros que, en ocasiones Prat recordaba, asociados al
levantamiento de Lares de 1868) [loc. cit.]
Por
la diferencias en educación, entre D. Prat, y su antigua amiga de tertulias
(Doña Bisa) Rodríguez Rabell, contrario a la segunda, la centenaria Prat no se
familiarizó con el término La Estrellada
para referir el hecho / motín / que ella
prefería llamar la revolución de Camuy,
asociándola al menosprecio de las conquistas de los negros, en materia de
libertad, derechos o progreso material. Subjetiva o arbitrariamente, las
familias Prat y Rodríguez Rabell, en el tiempo de sus conversaciones, adjudicaban
a Nuñez la intención de «buscar amparo de liberales anti-españoles para
luego traicionarles». Desde que se supo que Nuñez cometió violación en la
madre de la entrevistada, los veteranos de Lares, especialmente, los de la
Junta Lanzador del Norte... representados por Manuel María González, se le
tildó de delincuente, les pidieron que se alejara de ellos y, cuenta mi
entrevistada, que la familia Estrella «no lo quiso ni de peón en su
hacienda» (D. Prat). Al verse
solo y aislado, se dijo que él optó por el perdón de las autoridades españolas
(Rodríguez Rabell). [5]
Ambas
damas coincidían en el salvajismo y cinismo de las luchas políticas en los
tiempos en que ambas fueron jovencitas. No que lo vieran pero se imaginaban lo
que, tras manos y en trasiegos se consigue, tras el desalojo de las Cortes Españolas por
el general Manuel Pavía Rodríguez (3 de enero del 1874) y el golpe de estado
que devolvió el poder a Antonio Cánovas del Castillo. En la política insular,
tanto como los ayuntamientos locales, se sufrirían los mismos desmanes,
destituyéndose a liberales, autonomistas y republicanos. La Primera República
Española, de 1873, se fue a pique y los «servilones» (partidarios de la
monarquía) absoluta comenzó a perseguir a los que habían aprobado y servido
bajo la Constitución de 1869, que fue
la más liberal que España había tenido a tal fecha, y la persecución se
extendió. En rigor, a todos los que fueran conocidos como sediciosos o
desafectos a España, «no importa el rincón del imperio donde se escondieran»
(D. Prat, loc. cit.), se les pedía cuenta…
Según
Rabell Rodríguez, para Nuñez y otros conspiradores que sobrevivieron al Grito
de Lares la «suerte estaba echada y la rebelión de Cayeyano Estrella fue
como el último aleteo de la clase de hombres». En Camuy, la Guardia Civil
volvió con refuerzos a la Hacienda, mató a 3 hombres allí, dejó un saldo de
heridos y arrestó a los supervivientes, acusándolos de sedición. Nuñez no estaba
entre ellos; pero se supo que se escondió por las Cuevas de Camuy, al ser
buscado por las autoridades. «A mi padre se lo tragó la tierra», diría
la mirabaleña Prat.
La anciana Doña Dolores Prat asoció, con interesantes
referencias, la lucha anarco-sindicalista en España con lo que ocurría en los
barrios de San Sebastián, Hatillo, el Valle del Toa, Yauco y otras partes de la
isla de Puerto Rico. Dijo que, a riesgo de írsele la mula y hablar de más,
a su madre le habría gustado haber escuchado las mentadas conferencias que
Hernández Arvizu diera en el Casino del pueblo.
Otros como Pedro Arocena, los Cabrero y Rodríguez
Cabrero, amén del visitante Hernández Arvizu, creyeron que en «castigar con
duras penas a los campesinos en rebelión en Andalucía y los anarquistas
insurrectos en Barcelona», radicaría la solución. A diferencia de ellos,
ella no se sintió espantada ni extrañada por lo acaecido en El Pepino en armas
y creía que el origen ideológico y motivante para las familias que, localmente,
participaron en las Partidas Sediciosas de 1898 fue la influencia del
anarquismo. [6]
Una ideología que todavía no se entendía aquí, pero que
en España tuvo mucha fuerza y que la encendía el despotismo de la clase militar
y los caprichos del carlismo.
*
Bibliografia
[1] Este
comentario de Ángel Rivero Méndez no es muy distinto de muchos otros que no valoran el punto de vista anarquista en torno a la realidad
social que les toca. Al repasar material escrito o documental sobre las Partidas
Sediciosas en Pepino me hallé con se mismo tópico de la noción elitista o
devalorativa. Rivero Méndez, Ángel, Crónicas de la Guerra Hispanoamericana (Plus Ultra, New York,
1973), ps. 350-352, 362
Parecido comentario se halla en Pedro H. Hernández Paralittici, Álbum de Utuado (Imprenta Modelo,
1967), ps.29-36. Quien escribe: «Hubo que lamentar muchos atropellos,
fuegos, robos y muertes que las partidas facciosas llamadas tiznaos cometieron
contra las familias españolas antes de que las tropas americanas pudieran
ofrecer la protección necesaria. Al principio, estas partidas facciosas se
componían de hijos respetables del pueblo, que sólo los impulsaba un deseo de
venganza. Pero luego éstas se convirtieron en bandas de ladrones que se
aprovechaban de la situación para robar las haciendas de los acomodados
españoles. Esto hizo que un número crecido de la llamada colonia española
dejara Utuado y se trasladara a otros pueblos de la isla» (loc. cit., p.
34).
El análisis objetivo sobre las Partidas Sediciosas
en Puerto Rico y libro que utiliza fuentes originales acerca de los ataques a
los españoles y sus propiedades lo ofrece el historiador Fernando Picó en 1898. La guerra después de la guerra (1987).
Describiendo la Denuncia
de un proyecto de sedición en Cayey, 1848, se escribe en la revista Cayey (del Centro Universitario de
Cayey), su autor Río López, da cuenta no solo del hecho sino de cómo es
percibido para adquirir sesgos que dividen las comunidades.
En el (día 15
de febrero) 1873, un rico comerciante y hacendado, de origen dominicano, fue el
protagonista principal de La Rebelión (Separatista) de Camuy (y) la Guardia
Civil Española, que lo acusaba de anarquista, antiespañol, sedicioso y
conspirador por otros delitos, fue recibida a tiros en la hacienda. Una
tropelía de Guardias llegaba a horas de la noche para sorprender a los
asociados separatistas del hacendado Cayetano Estrella. Imagino que él estaba
harto de recibir amenazas de bandoleros que eran, presumiblemente, elementos de
una clase incondicional, los mameyistas de siempre, y dijeron que era gente de
los Orfila (nota del autor: también dominicanos) del Pepino, que habían
interesado en negocios dejados inconclusos por las familias Prat, los que
dieron el choteo».
La mala prensa que recoge el
anarquismo es refleja de la misma que incide en España y en los Estados Unidos.
Recordemos este incidente que también se enmarca entre las Partidas
Sediciosas. Jacobo Córdova Chirino, en su libro Los que murieron en la horca (Gráfica Panamericana, México, 1954), Las Partidas Sediciosas, ps. 33-46, al
describir el incidente ocurrido en Adjuntas, indica: «El cambio de soberanía
en 1898 trajo una serie de crímenes, asaltos y robos que sembraron espanto
entre los españoles, dueños de los cafetales. Esta es la historia de lo que
aconteció el 30 de diciembre de 1898 en el barrio Guayo de Adjuntas.
Aprovechándose de las sombras encubridoras de la noche, un grupo de sediciosos
penetró en la residencia de don Antonio Delgado. Este súbdito español fue
asesinado, y dos mujeres que vivían en la casa sufrieron indecibles torturas
antes de ser ultrajadas... Cinco de los forajidos fueron sentenciados a morir
por el garrote y los primeros en ser ejecutados después de la ocupación de
Puerto Rico por las fuerzas norteamericanas» (loc. cit., p. 33).
El 2 de junio de 1902, se ejecutaron a los reos, que
fueron representados en mayo de ese año en los tribunales por el Lcdo. Luis
Lloréns Torres. En vano, «una lluvia de peticiones de perdón cayó sobre
Fortaleza» (p. 43).
Sobre el asesinato del dirigente unionista José Adolfo
Pesante, Zar de Añasco, por José Morales, alias «Yare-Yare», la noche
del 2 de julio de 1905, vid. op. cit., ps. 47-58. Al entregarse Morales,
«asesino a sueldo de los republicanos», en Pepino, después de haber sido
«tongoneado» hasta que llegara la autoridad, fue ahorcado el 12 de junio de
1908. Pesante había triunfado en las elecciones de 1904 y a Morales se le pagó
$100 dólares por matarlo. La misma cantidad cobrada por Pedro Feliciano Duprey,
el verdugo de la horca.
Durante estos años, murió asesinado el coplista
revolucionario Carmelo Cruz. Algunas fuentes datan su muerte el 4 de julio de
1904, en la Calle Betances, frente a la Plaza de Recreo, ultimado a tiros por
el policía Braulio Graulau, de Camuy. Se alega que fue un crimen pasional, ya
que ambos pretendían a una hermosa trigueña, Carmen Scharrón; pero, en el
contexto de las enemistades políticas de aquellos tiempos, no hay que olvidar
que Carmelo Cruz fue considerado un blasfemo y terrorista anti-español.
[2] F. Fanon, Los condenados de la tierra (Fondo de Cultura
Economica, Mexico, 1963), ps. 30-31.
[3] Entrevista con Doña Dolores Prat Vda, de
Alicea. Notas y transcripciones. Realizada en Mirabales 10 al 18 de diciembre de 1972. Dolores Prat y su parentela
se cartearon con los suyos en Barcelona. Eulalia Prat, su madre, llegó a
conservar una extensa correspondencia que D. Dolores había ya perdido o regaló
a unas sobrinas que se lo solicitaron desde España; pero, por tal
correspondencia (que «yo leía y releía, amándolas (las cartas) mucho»)
fue que ella comprendió que «de sangre nos vino el interés por la política y
las cosas de España». Su madre fue la última de su cepa que habló, casi
jactanciosamente, sobre el prestigio de sus apellidos Prat, Ayats y Vélez,
linaje que se remonta a los Prat y los Vélez de Llusanés y Vinarós y que sus
parientes habrían de asociar a los ilustres catalanistas de hoy.
Quizás por este apego a la tía-abuela que dejó el
Pueblo del Pepino, a mediados de las décadas de 1850 y 1860, y la continuidad
de las cartas de ella y otros parientes a su madre Doña Eulalia, la memoria de
mi entrevistada se empapó con los hechos históricos tan fundamentales para
explicar el origen ideológico de las partidas sediciosas. Y, además, adquiere, como su madre, un toque
de anticlericalismo por la influencia de quienes les escriben desde España, al
parecer, sus parientes Prat influídos por el republicanismo de Salmerón. Esto
explicaría que Dolores Prat dijera que el libro favorito de su madre fue Las ventajas de la República Federal y
que «todo lo que ocurrió en Lares y le pasó por la mente a Betances y los
revolucionarios de aquí estuvo bien pensado, vino de España; lo que pasó fue
que unos jijodeputas como los Nuñez y los curas lo echaron a perder».
[4] El caso de Narciso Martínez solia recdordarlo entre mis entrevistados González Rodríguez asociaba
a los insurrectos y anticarlistas en España con los forajidos de 1898 que
irrumpieron con rebelión en Pepino. A su juicio, los catalanes o su prole local
tendrían sus discrepancias con las autoridades en la isla y en Pepino, pueblo
que cada vez parecía quedar en manos de inmigrantes conservadores (a menudo, la
clase política designada localmente y que, por lo común, tuvo nexos con la
ancestralidad venezolana, por ejemplo, los Arvizu y Cabrero.
[5} Entrevista con D. María L.
Rodríguez Rabell Vda. de Negrón, realizada en su hogar durante el mes de agosto de 1974.
Al explicar los brotes de violencia campesina en 1898 y al relativo pequeño
daño que se hizo a las propiedades de los Cabrero justifica diciendo que los
Cabrero nunca fueron explotadores de las arcas gubernamentales y era gente
caballerosa y muy sensitiva a las necesidades de sus obreros. El agresor
campesino dio diferencia en trato, con respecto a muchos de los que se vieron castigados
y amenazados por las Partidas y que estaban asociados a la familia Cabrero
Escobedo por las vías de matrimonios. Es obvio que las partidas, si cometió sus
excesos (que los cometió), respetó a
los Cabrero, y tomó en cuenta
no las actitudes del primero y ultimo Alcaldes que reopresentaron a España en
Pepino (que mas bien era un criollo autonomista), sino la cepa entera de los que
llegaron de Santander (España) y Venezuela, reclamados por los Echeandía. La
cepa Cabrero llegó por el
Puerto de Aguadilla en 1821. Es el
quinto hijo de Andres Cabrero Escobedo y Evarista Echeandía quien llenara de orgullo
y admiración al pueblo y por quien la
generación de alzados de 1898 prefirió
no tocarlos.
Me refiero a Manuel Joaquin
Cabrero Echeandia (1840-1897), quien no vio la violencia de las Partidas, pero
le tocó sufrir los malos gobiernos de
1870. No obstante, a la posición económica privilegiada de su padre, quien
desde 1847 fue uno de los más grandes terratenientes locales y cultivadores de
café y caña de azúcar. En el
mejor momento de la fortuna familia de los Cabrero, llegaron a poseer 1,300
cuerdas. Cf.
Sobre Andrés y Manuel Cabrero, Severiano y
otros, ver: Diccionario biográfico pepiniano (200) de Arcelay Medina, p. 12;
Helen Santiago Méndez, Un
personaje de novela: Manuel Joaquin Cabrero Echeandia, en Maguey (Ano 2, Num. 1, Diciembr
2008, San Sebastian), ps. 3 al 6; Andrés
Méndez Liciaga, Boceto histórico
(ed. Del Ateneo), ps. 56, 123, 126-7 y
168.
[6]
Al dar sus relatos sobre lo que fue, o no fue, incidencia del anarquismo en
Puerto Rico (y/o Pepino), está el testimonio
de González Rodríguez en el que este recordaría las llegadas al Casino
del Pepino del abogado Juan A. Hernández Arvizu, sobrino de un ex-alcalde y
hacendado, Carlos Arvizu, de origen venezolano, y cómo éste difería con algunos
miembros de las familias Cabrero y Prat-Ayats en cuanto a la justificación del
terror y la lucha armada para conseguir ideales de justicia social para el
campesinado y libertad política para la isla; se refirió a las visitas Luis
Rodríguez Cabrero, admirador del médico Ramón E. Betances, residente en San
Juan, Gerardo Forest y Vélez, que vivió en Pepino y Nueva York, la sociedad
secreta la Torre del Viejo y la línea dura de los autonomistas.
En conclusión, según González, «fue Hernández, lleno de gloria al volver a
Pepino, quien alborotó el cotarro. Salieron anarquistas de todas partes. Nadie
se des animó por oírlo o por saber
de estas cosas».
Alusiones a Hernández Arvizu y su rol como Fiscal en
los procesos de La Mano Negra, de Jerez de la Frontera, se hallan
también en: Andrés Méndez Liciaga y su Boceto
Histórico del Pepino, ed. cit. Cf., p. 100-101. Ver: José Sánchez Rojas, El problema del anarquismo (Madrid,
1908); Lida, C.E. (1969), Agrarian
Anarchism in Andalusia: Documents of the Mano Negra; International Review of
Social History. Amsterdam. no. 14.; Molnar; M.
& Pekmez, J. (1974). Rural Anarchism
in Spain and the 1873 Cantonalist Revolution. In Rural Protest: Peasant
Movements and Social Change. Edited by H.A. Landsberger. New York: Barnes and Noble;
Juan Gómez Casas, Historia del
anarco-sindicalismo español (1968).
Un testimonio breve ofrecido por Mariana Rivera Alers,
poeta del Pepino e hija de Vicente Rivera (n. 1840) y Alejandrina Alers (n.
1848), se refirió a las correrías y desmanes, sexuales y morales, que fueron
cometidos en los campos de Pepino «durante los tiempos que van del
Gobernador De la Pezuela al verdugo de Palacios». Alegaría que, vista la
situación, muchas familias terminaron haciéndose «más conservadoras y
buscando más a Dios en la religión». Se enviaron de España a gobernadores
con instrucciones de aplicar «mano dura y muchos de los que cantaban el
aleluya, con júbilo por sus abusos y su impunidad» tuvieron que dejar este
pueblo. De este modo, ella explica cómo individuos, entre los que se incluyeron
algunos de sus parientes (a saber, Silvio Alers) en Culebrinas y otros
capataces y esclavos de la hacienda Los Vélez, en Mirabales, huyeron con sus
familias, o se mudaron de pueblo.
Durante el tiempo que visitara mi casa, la octogenaria
Rivera Alers daba un trato de parientes a las familias mirabaleñas de
Ortiz-Vélez, Alicea-Prat y Beauchamp (don Andrés).
Por otro lado, Dolores Prat tomó falsamente una idea
de Urrutia, que los primeros obreros organizados en Cataluña, en 1840,
profesaban ideas anarquistas y confundió además los incidents ludistes
de Sabadell e Igualada en 1836 y 1848, al decretarse la libertad de industria,
con rebeliones anarquistas. Doña Luce y Urrutia tenían sus diferencias, al
parecer. Cf. Clementina Urrutia vivió en
Cuba y España y se alojó un tiempo con Lola Prat, con quien se dedicó a la
costura. En sus últimos años vivió en la Loma de Stalingrado. Cf. véase: David
E. Cuesta Camacho, Los Urrutia de Cabo
Rojo, en: Boletín de la Sociedad
Puertorriqueña de Genealogía (1994, Núm. 1/2), pp. 56-75 y Haydée Reichard
de Cancio, La presencia germánica en
Puerto Rico (BSPG, 1995, Núm, 3/4, pp. 51-60.
Sin embargo, está documentado que cuando F. Espoz y
Mina fue nombrado Capitán general de Catalunya se incrementó la quema de
conventos y la matanza de presos carlistas. Espoz ordenó la deportación de dirigents
progresistes a les Canaries i l' afussellament de la mere de Cabrera
(Prat). Más bien, en Barcelona, como en otras ciudades catalanas, la lucha
sería entre moderados y republicanos. Urrutia estuvo más al tanto de las
corrientes del pensamiento anarquista español.
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