Monday, June 16, 2014

COMEVACAS Y TIZNAOS: / CAPITULO DOS /. CARLOS LOPEZ DZUR

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CAPITULO DOS
Un tema ignorado y censurado


            Aunque la historia de las partidas campesinas armadas, en pos de ideales de Tierra, Libertad y Justicia, es aspecto localmente documentable en el marco de la Guerra Hispanoamericana de 1898,  sus especificidades o detalles han sido premeditadamente ignoradas en la historia oficial y los hombres que mejor pudieron referirse al tema, por ser participantes activos, o testigos de los hechos, lo ignoraron (e.g., el Dr. Angel Franco Soto, autor de unas memorias sobre el 1898, el ex-Alcalde Andrés Méndez Liciaga, quien recopiló en Boceto histórico del Pepino (1924) mucha  de la historia de municipio.

            Por desgracia, a mi juicio, Méndez Liciaga obvió las referencias a lo que fue la época más dramática de la historia borincana y  que él mismo viviera en plenitud, ya que su padre (Avelino) fue inspirador intelectual y material de muchas de las incidencias útiles (hechos históricos) a la conciencia memorante y colectiva, las Partidas Sediciosas, en particular, y el cambio de soberanía, a más del Grito de Lares, que fue hito histórico de la identidad nacional puertorriqueña.

            La historiografía que se cuaja más fielmente y, en sus mejores detalles de veracidad, es siempre el devenir presente, irse-resolviendo-avanzando, es decir, la que se alcanza a vivir como testigo, en el fluir del devenir hacia un ahí-del-ser, histórico-temporalizado. Sin embargo, estas historias en torno a los comevacas y tiznaos del 1898 y otras que están  aún en sombras de olvido, sin nadie que las cuente, fascinaron mi curiosidad desde mi juventud y mis contactos con octogenarios y nonagenarios, o aún con centenarias, como mi propia bisabuela, a quien conocí, e hizo posible algún rescate.

            Es justo indicar que todavía el Boceto, con sus limitaciones, es un aimportante fuente historiográfica y, en su momento, fue objeto de presiones, coerciones censurantes de episodios y mención de gente que temían lo que él pudiera dejar escrito. Así lo manifestó Manuel Méndez Ballester a investigadores y artistas pepinianas que plantearon, en el decenio del '60, una reedición anotada del Boceto, el libro de su padre, al reconocer su importancia como recuento primicial sobre la vida histórica pepiniana. En copias distribuidas y circuladas de ese libro, según comentario de Joaquín Torres Feliciano, escritor, sicólogo y entusiasta de la vida cultural de nuestro pueblo, se sustrajeron páginas, se tacharon renglones, o se prendió desaparecerlo de bibliotecas públicas. Se vale preguntar por qué y quiénes.

            Antes de crearse el Archivo General Histórico de Puerto Rico, como institución protectora de documentos municipales, muchas fuentes documentales del Pepino se perdieron, o cuando no, su conocimiento se ha saboteado. Por mucho tiempo, un temor a la rememoración de la historia local vela, obnubila y cierra los canales de acceso al pasado. En parte, entendámoslo, porque, en este pueblo se han vivido experiencias inquietantes. Las Partidas Sediciosas es una de  ellas.

Después de invertir años en escuchar de labios (que han sido imprescindibles como sus fuentes memorantes), ofrezco con esta monografía algunos detalles nuevos que investigué en mis continuadas visitas a los hijos y familiares de las víctimas, testigos, protagonistas y coetáneos, de tales hechos, en Pepino y otros pueblos, y que corroboré en su verdad y en su fondo emocional a través de fuentes escritas,  referencias de primera y segunda mano y documentos en los Archivos Militares de la Biblioteca del Congreso, en Washigton, D.C. y en periódicos de la época.

            Hago pública mi gratitud a las familias del Lcdo. Pedro A. Echeandía Font, María Luisa Rodríguez Rabell Vda. de Negrón y Pedro Tomás Labayen Jaunarena, por haber sido tan pacientes con mis visitas y, a este último, por poner a mi disposición su colección, la más completa, del periódico El Regional de principios de siglo.

            Estos eventos que relataré ocurrieron durante la etapa de la invasión norteamericana, por lo que, para entender las acciones de las insurrecciones campesinas en San Sebastián de las Vegas del Pepino, será necesario contextualizar históricamente el comportamiento de España y los EE.UU. en la isla y dar cuenta sobre las superestructuras ideológicas en general. Y después, concretamente, sobre su percepción por los pepinianos de entonces.

            Obviamente, concuerdo con la observación del historiador Ángel Rivero Méndez, quien nos recuerda la indignación de los cronistas ante hechos similares  (robos, asesinatos y anarquía) como los ocurridos en San Sebastián y otros puntos de la isla:

            ... No fue Puerto Rico quien tales desmanes cometiera, escribe Rivero. Fueron unos pocos hombres, varios centenares tal vez y, sobre ellos, únicamente debe recaer la condenación de los historiadores. [1]

            Sin embargo, también es tarea historiográfica desocultar (y comprender sociológicamente) una parte tácita y dolorosamente reprimida de lo que, como contenidos intrasíquicos, se cargó dentro de la consciencia de aquellos sediciosos, quienes se sentían y expresaban, por primera vez, colectiva y con-sensivamente, como clase, la rabia que estuvo sepultada por generaciones. El Dr. Frantz Fanon nos advierte, en su libro Los condenados de la Tierra (1961), que:

... La descolonización es siempre un fenómeno violento... (y que) ante la necesidad de ir... hacia un panorama social modificado en su totalidad, lo que define toda descolonización en el punto de partida... es que constituye, desde el primer momento, la reivindicación mínima del colonizado... La necesidad de ese cambio existe en estado bruto, impetuoso y apremiante, en la consciencia y en la vida de los hombres colonizados. La importancia de ese cambio es que es deseado, reclamado, exigido. Pero la eventualidad de ese cambio es igualmente vivida en la forma de un futuro aterrador en la consciencia de otra 'especie' de hombres y mujeres: los colonos... La descolonización, como se sabe, es un proceso histórico: es decir, que no puede ser comprendida, que no resulta inteligible, traslúcida a sí misma, sino en la medida exacta en que se discierne el movimiento historizante que le da forma y contenido. La descolonización es el encuentro de dos fuerzas congénitamente antagónicas que extraen precisamente su originalidad de esa especie de sustanciación que segrega y alimenta la situación colonial. Su primera confrontación se ha desarrollado bajo el signo de la violencia y su cohabitación, más precisamente la explotación del colonizado por el colono, se ha realizado con gran despliegue de bayonetas y de cañones. [2]

            En algunas ocasiones, la violencia que se afana por desorganizar la vieja sociedad y concentra su poder en desaprobar el rol de las iglesias. Romper con los tabúes y creencias que como institución impone, o como con la Ley del Condado en España durante el Gobierno de José Canalejas, limitar las actividades de las órdenes religiosas. Esta fue una gesticulazación irrefrenable en el periodo que estudiamos.

            Uno de los incidentes, en el Valle de Toa Baja, lo refiere Rubén Arrieta. El entrevistaría a Francisco López. Su relato ilustraría que la violencia descolonizante permearía todo, «transformando a los expectadores aplastados por la falta de esencia en actores privilegiados, recogidos de manera casi grandiosa por la hoz de la historia... pero esta creación, vuelve a recordarnos Fanon, no recibe su legitimidad de ninguna potencia sobrenatural: la cosa colonizada se convierte en hombre en el proceso mismo por el cual se libera»; por esto mismo los vejámenes al sacerdote español del Valle del Toa no son, en realidad, ataque a un individuo, en cuanto su persona privada, sino un ataque al símbolo de la Iglesia Católica que no materializó el programa «de hacer a los últimos, a los humildes, los primeros», sino que, en su lugar, formuló sus propias tranquillas al progreso de los más humildes.

            Recuérdese que en, 1898, aún no se cumplía ni veinte años de la abolición de la esclavitud, institución practicada y protegida por la Iglesia. Un cura español en Pepino el día que los esclavos solicitaron un Te Deum para la bendición de su fiesta colectiva de libertad, por el decreto de la manumición, echó insultos a la negrada que lo solicitaban y les pidió que festejaran fuera de los atrios de su parroquia. Este fue el párroco Claudio González.

            Doña Dolores Prat-Prat, criolla entrevistada para mi monografía, hija de catalanes, otrora familia de esclavistas, como ella misma confesara, ni siquiera fue registrada ni bautizada como cristiana «porque la reputación de mi madre fue manchada por su amor por un negro y violada por otro bandolero libertario (nota del autor: Nuñez, padre de la relatora), de los que se daban aire de dignidad y civilización y nos quemaron en Mirabales durante la Revolución de Lares» (sic., cf. Entrevista con Doña Dolores Prat-Prat, loc. cit.)

            Movida por su orgullo, su madre Eulalia Prat-Vélez, [3] solicitó de la entrevistada que «cuando vaya al pueblo, no entrara a la iglesia... que aquí(en la casa) puedes rezar, sin que nadie te diga bastarda ni mala mujer». Ella n o creyó que el cura y la feligresía entendieron toda la problemática que había en su vida.

            Doña Lola Prat afirmó que recibía de España, en tiempos de menos pobreza, muchas revistas y gacetas que enviaban a su madre y a sus hermanas, «donde se hablaba de Castelar y Moret» y recordó que, al debatirse en España la Constitución de 1876, un hombre poderoso de la Iglesia (que el mismo Castelar propuso para Obispo de Salamanca, pero que fue consagrado como Obispo de Madrid-Alcalá en 1874), se opuso al principio de tolerancia religiosa. Se refería a Narciso Martínez. [4]

               «Pues, si siendo católico, no toleraba ni pingos, ¿qué clase de Dios tiene, qué clase de amor al prójimo?» La anciana terminó diciendo: «Pues, lo mataron, con toda y su sotana. Es que en política nada se olvida; yo me acuerdo de Lares como si hubiera nacido, imagínate» (sic.).

            La tolerancia de cultos en España se incentivaría con Canalejas como Presidente de las Cortes y jefe del Gobierno Español entre 1906 y 1912 y con precio muy alto. El anarquista Pardiñas asesinó al jurisconsulto liberal, el 12 de noviembre de 1912, ante el escaparate de una librería de la Puerta del Sol.

            Al verificar los relatos de Prat, confirmo que también el Obispo Narciso Martínez fue asesinado por un presbítero en el atrio de la Catedral de San Isidro en Madrid, en 1886. [5] Entiéndase, por lo anterior, el contenido subliminal y probable que se involucraría en tal acción anticlerical, como otras ejecutadas por la partida que atacó a la Iglesia, según el relato de Arrieta sobre Francisco López:

... También hubo ataques en la región del Toa... Allí realizaron una agresión irreverente contra un sacerdote católico español, a quien, le raptaron, conduciéndolo a la plaza, según el testimonio del anciano Pancho López. Una vez allí, le pusieron aparejos y una silla sobre las espaldas, obligándolo a que relinchara como un caballo. Mientras sobre las rodillas y las manos el reverendo padre se arrastraba, los forajidos le golpeaban gritándole 'arre arre, mi caballito'. Otros hacendados del Toa también sufrieron vejaciones y torturas físicas.

            El anticlericalismo es ingrediente que, en el pensamiento rebelde e inconformista español está asociado a muchas circunstancias. Desde el primer Concilio del Vaticano de 1870, que promulga el dogma de la infalibilidad del Papa, se recrudeció en España y el mundo el descontento. En nombre de «las sublimes verdades que la Religión Sagrada enseña» y la infalible deliberación de los Papas, las Santa Alianza, sus tribunales inquisidores y sus Índices de prohibición y censura, se hicieron los instrumentos de influencia reaccionaria a fin de mantener el dominio de los regímenes autocráticos. España fue el último país europeo en abolir el Tribunal de la Inquisición, aunque había sido abolida, a despecho de la presión tradicionalista desde el 22 de febrero de 1813. El rey Fernando VII la restauró un año después hasta que un decreto de Isabel II, en 1834, hizo la supresión final de la misma como mera formalidad porque había perdido el apoyo de que antes gozara entre la élite progresista de España. En el debate público de la vida de la monarquía, aprovechándose de su secretividad en cuanto pudo, el Tribunal Inquisidor cedió su espacio a opositores.

            Quienes mejores aprovecharon la coyuntura de la supresión de la Inquisición (pero, realmente aún no libres de intrigas y excomuniones) fueron, a partir de1870, las corrientes anarquistas de España que se radicalizaron ideológicamente después de la llegada de P. J. Proudhon, socialista anárquico, exégeta de la idea federalista, en oposición al centralismo y la coerción estatal, y maestro de Pí y Margall, Fanelli (quien visitara a España en 1869), exponente de Nicolás Bakunin, la corriente libertaria de Anselmo Lorenzo (1841-1914), tipógrafo toledano, ex-integrante del primer consejo directivo de la Federación Obrera Regional Española, de inspiración bakuninista (1870), que es el embrión del moderno movimiento obrero en España.

            LECTORAS DE ANARQUISMO: Habría que considerar, si la experiencia traumática de la señora Dolores con la Iglesia, el catolicismo y la moral masculina cuenta para la tarea de su perfil sicológico, su propensión a educarse como anarquista y admitir revistas que le llegaban, las mismas que Clementina Urrutia traía y llevaba de Cuba, o Nueva York, como si esto constituyera una tareas asignada por alguna militancia. Respecto a Doña Dolores y Eulalia (Lala), su madre, su familia compartió noticias y conocimiento sobre la lucha anarquista en Cataluña.

            Eulalia Prat Vélez-Cadafalch (1830-1890) fue beneficiaria del estímulo que D. Josefa Vélez originó en Mirabales y Cidral, por una visita realizada en 1841. Fue ella quien motivó que se crearía la escuela de primeras letras y de oficios, los talleres de costura y jarciería, y que esto no se quedara en las meras promesas del hacendado Prat. Por la buena posición económica de esta familia en tal época, Eulalia y sus hermanas (Dominga y Leonora) aprendieron los rudimentos del francés, el catalán y, en el caso de Doña Eulalia, la pintura y el dibujo.

            En las mujeres mirabaleñas de las familias Vélez y Prat, Josefa y Eulalia, destacaron sus espíritus rebeldes, inconformes, perfilándose, intelectual y moralmente, adelantadas a su época y a la madurez de la consciencia histórica del periodo colonial.  Eulalia Prat-Vélez acogió el principio emancipador de la esclavitud antes de producirse la y el Estatuto de Abolición. Su hermana Dominga Prat (1826-1867), casada ya con el médico Fermín Alicea G. y Britapaja, del barrio Furnias, y establecida en Barcelona (España), se aficionó a la lectura de los liberales radicales, republicanos españoles, y fue una admiradora de Emilio Castelar. El Dr. Alicea fue colaborador del sabio español Letamendi y del Instituto Pasteur, de Francia.

            El momento en que Doña Dolores entra en el conocimiento del anarquismo no fue tan vago recuerdo suyo cuando inquirí sobre el asunto y expresó:

… Serias mas por las cartas familiares que se le enviaron a mi mare, cartas de Dominga sobre hechos acaecidos en España en distintas oportunidades, ‘agitaciones campesinas’ a las que llamaban tales si sucedían en  Andalucía, las germanías era el nombre si ocurría en tierras valencianas y luchas de nyerros vs. cadells en Cataluña, todavía en épocas lejanas, porque las agitaciones han existido siempre y la naturaleza violenta del hombre en la necesidad o en el poder es también la misma…  [loc. cit.]

            Calcularía bien su referencia al movimiento cantonalista de 1873, así como al movimiento revolucionario de La Mano Negra y los acontecimientos en Jerez de la Frontera en 1892, que son factores inmediatos que incidieron en Pepino y en el Caribe. Asoció claramente el nombre de Fermín Salvochea (1842-1907), hijo de terratenientes de Cádiz, educado en Inglaterra, traductor de Kropotkin al impulso del anarquismo en España. Este fue condenado a 12 años de prisión por su actividad política en favor del anarquismo. Un juriconsulto pepiniano, Juan Hernández Arvizu, estuvo encargado de procesar casos de anarquistas en Jerez de la Frontera, asociado a las células de La Mano Negra. Su hijo Juan Hernández López también fue destacado abogado.

                        En momentos muy emotivos de mi entrevista con Dolores Prat, ella dijo:

               «Cuando yo estaba moza, tuve tenía miedo a las revoluciones. Eran otros tiempos y se sentían de algún modo; se les quemaba la hacienda a la gente con ciertos medios, se les amenazaba; uno podía saber si sabía revolución en España, porque siempre había en algún lugar de pueblo o campo quien echaba el rumor; alguien quien imitaba lo que allá se hizo o se dejó de hacer… si estabas con «secos o mojados», igual de malo... si estabas con el rey o con los generales, reformeros... Por eso hubo una revolución en Camuy, asunto de políticos, criticándose a los que llaman «botellas» («servilones») y aspiraban a tenientes a guerra, a procuradores o concejales... Mi mamá preguntaba: —¿Cómo estará Dominga ahora que renunció el rey?— (nota del autor: se refería a la abdicación de Carlos María de Borbón (y Austria-Este, 11 de febrero de 1873), y la tía Dominga, de la entrevistada, residente en Barcelona). ¡Pues, ella estaba con la República! Le gustaría (a Dominga) que esas cosas no pasaran, pero que la política fuese como la hace la gente decente. Ma', mare ya no tenía esclavos. —¿Y el viejito Don Manuel, o Nicasita?— Ellos sí, quién sabe, tal vez tristes, porque en Cuba, con una lucha más sangrienta, se obtuvo sino la República con la libertad de los esclavos.

(Nota del autor: se refiere a que, al entrar al Ministerio de Ultramar, el ex-progresista, fiel a Pi y Margall, José Cristóbal Sorni y Grau, entonces miembro del Partido Federal, aprobó el decreto de  Abolición de la Esclavitud; lo mismo sucedería en Puerto Rico).

               La Guardia Civil quería a mi mamá (Doña Eulalia)... y si alguna vez vino gente a verla, o a preguntar a su finca, se preguntó por lo mismo, —¿dónde está el que fue su marido?— (Nuñez), el hombre que la mancilló y quien quemó al viejito Prat, a poco tiempo de su ida... Decían unos y otros que en Camuy. Yo no sé... Guillermo, el Jabato, lo buscó para matarlo; pero le sacaron la idea de la mollera. Lo mismo que la Guardia Civil, lo querían ver muerto y componteado. Se supo que en otra revolución (el Levantamiento de Lares), Nuñez andaba metido... por eso que yo sepa Nuñez se hizo el perdío y no anduvo con la misma gente que antes lo aceptó. (nota del autor: se refiere a miembros de la Junta Revolucionaria Lanzador del Norte, como Ramón Estrella, Bartolomé González y otros que, en ocasiones Prat recordaba, asociados al levantamiento de Lares de 1868) [loc. cit.]

            Por la diferencias en educación, entre D. Prat, y su antigua amiga de tertulias (Doña Bisa) Rodríguez Rabell, contrario a la segunda, la centenaria Prat no se familiarizó con el término La Estrellada para referir el hecho / motín /  que ella prefería llamar la revolución de Camuy, asociándola al menosprecio de las conquistas de los negros, en materia de libertad, derechos o progreso material. Subjetiva o arbitrariamente, las familias Prat y Rodríguez Rabell, en el tiempo de sus conversaciones, adjudicaban a Nuñez la intención de «buscar amparo de liberales anti-españoles para luego traicionarles». Desde que se supo que Nuñez cometió violación en la madre de la entrevistada, los veteranos de Lares, especialmente, los de la Junta Lanzador del Norte... representados por Manuel María González, se le tildó de delincuente, les pidieron que se alejara de ellos y, cuenta mi entrevistada, que la familia Estrella «no lo quiso ni de peón en su hacienda» (D. Prat). Al verse solo y aislado, se dijo que él optó por el perdón de las autoridades españolas (Rodríguez Rabell). [5]

            Ambas damas coincidían en el salvajismo y cinismo de las luchas políticas en los tiempos en que ambas fueron jovencitas. No que lo vieran pero se imaginaban lo que, tras manos y en trasiegos se consigue,  tras el desalojo de las Cortes Españolas por el general Manuel Pavía Rodríguez (3 de enero del 1874) y el golpe de estado que devolvió el poder a Antonio Cánovas del Castillo. En la política insular, tanto como los ayuntamientos locales, se sufrirían los mismos desmanes, destituyéndose a liberales, autonomistas y republicanos. La Primera República Española, de 1873, se fue a pique y los «servilones» (partidarios de la monarquía) absoluta comenzó a perseguir a los que habían aprobado y servido bajo la Constitución de 1869, que fue la más liberal que España había tenido a tal fecha, y la persecución se extendió. En rigor, a todos los que fueran conocidos como sediciosos o desafectos a España, «no importa el rincón del imperio donde se escondieran» (D. Prat, loc. cit.), se les pedía cuenta…

            Según Rabell Rodríguez, para Nuñez y otros conspiradores que sobrevivieron al Grito de Lares la «suerte estaba echada y la rebelión de Cayeyano Estrella fue como el último aleteo de la clase de hombres». En Camuy, la Guardia Civil volvió con refuerzos a la Hacienda, mató a 3 hombres allí, dejó un saldo de heridos y arrestó a los supervivientes, acusándolos de sedición. Nuñez no estaba entre ellos; pero se supo que se escondió por las Cuevas de Camuy, al ser buscado por las autoridades. «A mi padre se lo tragó la tierra», diría la mirabaleña Prat.

               La anciana Doña Dolores Prat asoció, con interesantes referencias, la lucha anarco-sindicalista en España con lo que ocurría en los barrios de San Sebastián, Hatillo, el Valle del Toa, Yauco y otras partes de la isla de Puerto Rico. Dijo que, a riesgo de írsele la mula y hablar de más, a su madre le habría gustado haber escuchado las mentadas conferencias que Hernández Arvizu diera en el Casino del pueblo.

            Otros como Pedro Arocena, los Cabrero y Rodríguez Cabrero, amén del visitante Hernández Arvizu, creyeron que en «castigar con duras penas a los campesinos en rebelión en Andalucía y los anarquistas insurrectos en Barcelona», radicaría la solución. A diferencia de ellos, ella no se sintió espantada ni extrañada por lo acaecido en El Pepino en armas y creía que el origen ideológico y motivante para las familias que, localmente, participaron en las Partidas Sediciosas de 1898 fue la influencia del anarquismo. [6]

            Una ideología que todavía no se entendía aquí, pero que en España tuvo mucha fuerza y que la encendía el despotismo de la clase militar y los caprichos del carlismo.

*

Bibliografia

[1] Este comentario de Ángel Rivero Méndez no es muy distinto de muchos otros que  no valoran el punto de  vista anarquista en torno a la realidad social que les toca. Al repasar material escrito o documental sobre las Partidas Sediciosas en Pepino me hallé con se mismo tópico de la noción elitista o devalorativa. Rivero Méndez, Ángel, Crónicas de la Guerra Hispanoamericana (Plus Ultra, New York, 1973), ps. 350-352, 362

               Parecido comentario se halla en Pedro H. Hernández Paralittici, Álbum de Utuado (Imprenta Modelo, 1967), ps.29-36. Quien escribe: «Hubo que lamentar muchos atropellos, fuegos, robos y muertes que las partidas facciosas llamadas tiznaos cometieron contra las familias españolas antes de que las tropas americanas pudieran ofrecer la protección necesaria. Al principio, estas partidas facciosas se componían de hijos respetables del pueblo, que sólo los impulsaba un deseo de venganza. Pero luego éstas se convirtieron en bandas de ladrones que se aprovechaban de la situación para robar las haciendas de los acomodados españoles. Esto hizo que un número crecido de la llamada colonia española dejara Utuado y se trasladara a otros pueblos de la isla» (loc. cit., p. 34).

               El análisis objetivo sobre las Partidas Sediciosas en Puerto Rico y libro que utiliza fuentes originales acerca de los ataques a los españoles y sus propiedades lo ofrece el historiador Fernando Picó en 1898. La guerra después de la guerra (1987).

               Describiendo la Denuncia de un proyecto de sedición en Cayey, 1848, se escribe en la revista Cayey (del Centro Universitario de Cayey), su autor Río López, da cuenta no solo del hecho sino de cómo es percibido para adquirir sesgos que dividen las comunidades.
En el (día 15 de febrero) 1873, un rico comerciante y hacendado, de origen dominicano, fue el protagonista principal de La Rebelión (Separatista) de Camuy (y) la Guardia Civil Española, que lo acusaba de anarquista, antiespañol, sedicioso y conspirador por otros delitos, fue recibida a tiros en la hacienda. Una tropelía de Guardias llegaba a horas de la noche para sorprender a los asociados separatistas del hacendado Cayetano Estrella. Imagino que él estaba harto de recibir amenazas de bandoleros que eran, presumiblemente, elementos de una clase incondicional, los mameyistas de siempre, y dijeron que era gente de los Orfila (nota del autor: también dominicanos) del Pepino, que habían interesado en negocios dejados inconclusos por las familias Prat, los que dieron el choteo».

               La mala prensa que recoge el anarquismo es refleja de la misma que incide en España y en los Estados Unidos. Recordemos este incidente que también se enmarca entre las Partidas Sediciosas.  Jacobo Córdova Chirino, en su libro Los que murieron en la horca (Gráfica Panamericana, México, 1954), Las Partidas Sediciosas, ps. 33-46, al describir el incidente ocurrido en Adjuntas, indica: «El cambio de soberanía en 1898 trajo una serie de crímenes, asaltos y robos que sembraron espanto entre los españoles, dueños de los cafetales. Esta es la historia de lo que aconteció el 30 de diciembre de 1898 en el barrio Guayo de Adjuntas. Aprovechándose de las sombras encubridoras de la noche, un grupo de sediciosos penetró en la residencia de don Antonio Delgado. Este súbdito español fue asesinado, y dos mujeres que vivían en la casa sufrieron indecibles torturas antes de ser ultrajadas... Cinco de los forajidos fueron sentenciados a morir por el garrote y los primeros en ser ejecutados después de la ocupación de Puerto Rico por las fuerzas norteamericanas» (loc. cit., p. 33).

               El 2 de junio de 1902, se ejecutaron a los reos, que fueron representados en mayo de ese año en los tribunales por el Lcdo. Luis Lloréns Torres. En vano, «una lluvia de peticiones de perdón cayó sobre Fortaleza» (p. 43).

               Sobre el asesinato del dirigente unionista José Adolfo Pesante, Zar de Añasco, por José Morales, alias «Yare-Yare», la noche del 2 de julio de 1905, vid. op. cit., ps. 47-58. Al entregarse Morales, «asesino a sueldo de los republicanos», en Pepino, después de haber sido «tongoneado» hasta que llegara la autoridad, fue ahorcado el 12 de junio de 1908. Pesante había triunfado en las elecciones de 1904 y a Morales se le pagó $100 dólares por matarlo. La misma cantidad cobrada por Pedro Feliciano Duprey, el verdugo de la horca.

               Durante estos años, murió asesinado el coplista revolucionario Carmelo Cruz. Algunas fuentes datan su muerte el 4 de julio de 1904, en la Calle Betances, frente a la Plaza de Recreo, ultimado a tiros por el policía Braulio Graulau, de Camuy. Se alega que fue un crimen pasional, ya que ambos pretendían a una hermosa trigueña, Carmen Scharrón; pero, en el contexto de las enemistades políticas de aquellos tiempos, no hay que olvidar que Carmelo Cruz fue considerado un blasfemo y terrorista anti-español.

[2] F. Fanon, Los condenados de la tierra (Fondo de Cultura Economica, Mexico, 1963), ps. 30-31.

[3] Entrevista con Doña Dolores Prat Vda, de Alicea. Notas y transcripciones. Realizada en Mirabales 10 al 18 de diciembre de 1972. Dolores Prat y su parentela se cartearon con los suyos en Barcelona. Eulalia Prat, su madre, llegó a conservar una extensa correspondencia que D. Dolores había ya perdido o regaló a unas sobrinas que se lo solicitaron desde España; pero, por tal correspondencia (que «yo leía y releía, amándolas (las cartas) mucho») fue que ella comprendió que «de sangre nos vino el interés por la política y las cosas de España». Su madre fue la última de su cepa que habló, casi jactanciosamente, sobre el prestigio de sus apellidos Prat, Ayats y Vélez, linaje que se remonta a los Prat y los Vélez de Llusanés y Vinarós y que sus parientes habrían de asociar a los ilustres catalanistas de hoy.

               Quizás por este apego a la tía-abuela que dejó el Pueblo del Pepino, a mediados de las décadas de 1850 y 1860, y la continuidad de las cartas de ella y otros parientes a su madre Doña Eulalia, la memoria de mi entrevistada se empapó con los hechos históricos tan fundamentales para explicar el origen ideológico de las partidas sediciosas.  Y, además, adquiere, como su madre, un toque de anticlericalismo por la influencia de quienes les escriben desde España, al parecer, sus parientes Prat influídos por el republicanismo de Salmerón. Esto explicaría que Dolores Prat dijera que el libro favorito de su madre fue Las ventajas de la República Federal y que «todo lo que ocurrió en Lares y le pasó por la mente a Betances y los revolucionarios de aquí estuvo bien pensado, vino de España; lo que pasó fue que unos jijodeputas como los Nuñez y los curas lo echaron a perder».

[4] El caso de Narciso Martínez solia recdordarlo entre mis entrevistados González Rodríguez asociaba a los insurrectos y anticarlistas en España con los forajidos de 1898 que irrumpieron con rebelión en Pepino. A su juicio, los catalanes o su prole local tendrían sus discrepancias con las autoridades en la isla y en Pepino, pueblo que cada vez parecía quedar en manos de inmigrantes conservadores (a menudo, la clase política designada localmente y que, por lo común, tuvo nexos con la ancestralidad venezolana, por ejemplo, los Arvizu y Cabrero.

[5}  Entrevista con D. María L. Rodríguez Rabell Vda. de Negrón, realizada en su hogar durante el mes de agosto de 1974. Al explicar los brotes de violencia campesina en 1898 y al relativo pequeño daño que se hizo a las propiedades de los Cabrero justifica diciendo que los Cabrero nunca fueron explotadores de las arcas gubernamentales y era gente caballerosa y muy sensitiva a las necesidades de sus obreros. El agresor campesino dio diferencia en trato, con respecto a muchos de los que se vieron castigados y amenazados por las Partidas y que estaban asociados a la familia Cabrero Escobedo por las vías de matrimonios. Es obvio que las partidas, si cometió sus excesos (que los cometió), respetó a los Cabrero, y tomó en cuenta no las actitudes del primero y ultimo Alcaldes que reopresentaron a España en Pepino (que mas bien era un criollo autonomista), sino la cepa entera de los que llegaron de Santander (España) y Venezuela, reclamados por los Echeandía. La cepa Cabrero llegó por el Puerto de  Aguadilla en 1821. Es el quinto hijo de Andres Cabrero Escobedo y Evarista Echeandía quien llenara de orgullo y admiración al pueblo y por quien  la generación de alzados de 1898 prefirió no tocarlos. 

               Me refiero a Manuel Joaquin Cabrero Echeandia (1840-1897), quien no vio la violencia de las Partidas, pero le tocó sufrir los malos gobiernos de 1870. No obstante, a la posición económica privilegiada de su padre, quien desde 1847 fue uno de los más grandes terratenientes locales y cultivadores de café y caña de azúcar. En el mejor momento de la fortuna familia de los Cabrero, llegaron a poseer 1,300 cuerdas. Cf.

               Sobre Andrés  y Manuel Cabrero, Severiano y otros, ver:  Diccionario biográfico pepiniano (200) de Arcelay Medina, p. 12; Helen Santiago Méndez,  Un personaje de novela: Manuel Joaquin Cabrero Echeandia, en Maguey (Ano 2, Num. 1, Diciembr 2008,  San Sebastian), ps. 3 al 6; Andrés Méndez Liciaga, Boceto histórico  (ed. Del Ateneo), ps. 56, 123, 126-7 y 168.

[6] Al dar sus relatos sobre lo que fue, o no fue, incidencia del anarquismo en Puerto Rico (y/o Pepino), está el testimonio de González Rodríguez en el que este recordaría las llegadas al Casino del Pepino del abogado Juan A. Hernández Arvizu, sobrino de un ex-alcalde y hacendado, Carlos Arvizu, de origen venezolano, y cómo éste difería con algunos miembros de las familias Cabrero y Prat-Ayats en cuanto a la justificación del terror y la lucha armada para conseguir ideales de justicia social para el campesinado y libertad política para la isla; se refirió a las visitas Luis Rodríguez Cabrero, admirador del médico Ramón E. Betances, residente en San Juan, Gerardo Forest y Vélez, que vivió en Pepino y Nueva York, la sociedad secreta la Torre del Viejo y la línea dura de los autonomistas. En conclusión, según González, «fue Hernández, lleno de gloria al volver a Pepino, quien alborotó el cotarro. Salieron anarquistas de todas partes. Nadie se des animó por oírlo o por saber de estas cosas».

               Alusiones a Hernández Arvizu y su rol como Fiscal en los procesos de La Mano Negra, de Jerez de la Frontera, se hallan también en: Andrés Méndez Liciaga y su Boceto Histórico del Pepino, ed. cit. Cf., p. 100-101. Ver: José Sánchez Rojas, El problema del anarquismo (Madrid, 1908); Lida, C.E. (1969), Agrarian Anarchism in Andalusia: Documents of the Mano Negra; International Review of Social History. Amsterdam. no. 14.; Molnar; M. & Pekmez, J. (1974). Rural Anarchism in Spain and the 1873 Cantonalist Revolution. In Rural Protest: Peasant Movements and Social Change. Edited by H.A. Landsberger. New York: Barnes and Noble; Juan Gómez Casas, Historia del anarco-sindicalismo español (1968).

               Un testimonio breve ofrecido por Mariana Rivera Alers, poeta del Pepino e hija de Vicente Rivera (n. 1840) y Alejandrina Alers (n. 1848), se refirió a las correrías y desmanes, sexuales y morales, que fueron cometidos en los campos de Pepino «durante los tiempos que van del Gobernador De la Pezuela al verdugo de Palacios». Alegaría que, vista la situación, muchas familias terminaron haciéndose «más conservadoras y buscando más a Dios en la religión». Se enviaron de España a gobernadores con instrucciones de aplicar «mano dura y muchos de los que cantaban el aleluya, con júbilo por sus abusos y su impunidad» tuvieron que dejar este pueblo. De este modo, ella explica cómo individuos, entre los que se incluyeron algunos de sus parientes (a saber, Silvio Alers) en Culebrinas y otros capataces y esclavos de la hacienda Los Vélez, en Mirabales, huyeron con sus familias, o se mudaron de pueblo.

               Durante el tiempo que visitara mi casa, la octogenaria Rivera Alers daba un trato de parientes a las familias mirabaleñas de Ortiz-Vélez, Alicea-Prat y Beauchamp (don Andrés).

               Por otro lado, Dolores Prat tomó falsamente una idea de Urrutia, que los primeros obreros organizados en Cataluña, en 1840, profesaban ideas anarquistas y confundió además los incidents ludistes de Sabadell e Igualada en 1836 y 1848, al decretarse la libertad de industria, con rebeliones anarquistas. Doña Luce y Urrutia tenían sus diferencias, al parecer.  Cf. Clementina Urrutia vivió en Cuba y España y se alojó un tiempo con Lola Prat, con quien se dedicó a la costura. En sus últimos años vivió en la Loma de Stalingrado. Cf. véase: David E. Cuesta Camacho, Los Urrutia de Cabo Rojo, en: Boletín de la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía (1994, Núm. 1/2), pp. 56-75 y Haydée Reichard de Cancio, La presencia germánica en Puerto Rico (BSPG, 1995, Núm, 3/4, pp. 51-60.

               Sin embargo, está documentado que cuando F. Espoz y Mina fue nombrado Capitán general de Catalunya se incrementó la quema de conventos y la matanza de presos carlistas. Espoz ordenó la deportación de dirigents progresistes a les Canaries i l' afussellament de la mere de Cabrera (Prat). Más bien, en Barcelona, como en otras ciudades catalanas, la lucha sería entre moderados y republicanos. Urrutia estuvo más al tanto de las corrientes del pensamiento anarquista español.

 

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