Wednesday, July 20, 2011

Tú no entrarás al Paraíso / cuento


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El pordiosero, a quien la gente entrega caridad que él despilfarra, creyendo que la darán por siempre, convierte su dependencia en noción de merecimiento. Lo ven lloriqueando en la esquina frente a la sinagoga. Espera que alguien le pregunte el por qué de su tristeza a fin de sacarse esa espinita, o raíz de amargura, que le provocó el Maestro, «el dizque susodicho maestrillo fulanito de tal, rabino de mierda». Ahora imagina saber por qué dice que su enseñanza es tan simple que se resume en cuatro letras. «Sí. Eso sabe... Apenas 4 letras del alfabet con las que escribe: P-U-T-O».

El Tahar le dijo: «Tú no entrarás al Paraíso». Y no entendió. De hecho, él quiere entrar al paraíso para dejar la mendicidad. En fe, lo admitió en el primer nivel de conocimiento que se identifica como Psht / Pshat... «imagínate el sonido de esas letras, como si se te mandara a callar y susurrara ante tu boca.. pssss... cállate. Silencio. Una vez se aprende a oír, en proceso superficial en apariencia, oír mi lectura, se pasa al nivel Rmz o Ramaz, que requiere un ejercitamiento mayor del intelecto».

El discípulo más rico de la clase también entró con la cara de enojo. Una aflicción mayor que la del pordiosero porque el Tahir poco faltó para que le dijera: «Capitalista villano». No lo avisó así, pero dijo: «Tú no entrarás al Paraíso». ¿Que no? Sí ha predicado ante su padre que no imponga severas prohibiciones contra el pobre y el oprimido, que no haga regulaciones excesivas ni se sirva de los monopolios existentes para acumular más riqueza para él, ¿quién otro? Su privilegiado intelecto de hijo, heredero de próspera familia, su estatus millonario, merece más que esa clasificación de Ramaz, con que le juzga.

En balde el Tahir le explica que él no juzga ni nco ni pobre. Que el pobre existe como parte de una estructura económica deficiente que se orienta hacia «dentro de sus mediocridades» e «intervencionismo» y que el rico se aprovecha de factores que preexisten sin control de su parte.

«¿De qué vale que adquieras gran educación si la quieres para tu disfrute, no para instruir a otros, con amor e inteligencia?... No. Tú no amas el dinero. Amas la vanidad de creerte listo. Amas que se te vea cuando das una limosna... pero, ¿sabes? la enfermedad crea más pobres que la riqueza mal distribuída; la apatía del ignorante más pobreza que la que origina el corrupto... y tú defiendes la dependencia extrema en la caridad, en la ternura o las ganas, o individualidades subjetivas del poderoso, y eso no es suficiente para que entres al Paraíso...»

También había desafiado la sinceridad del Maestro un presunto iluminado. Gustaba menos que el rico disciplinado el reto del estudio en los niveles de Rmz / Ramaz; siendo que ya se sentía poseedor de los ojos de la intuición, el sagrado Drsh o Darash. Alegaba que se arrebata en extasis y visión ultraterrena, por encima de lo razonativo-intelectual. Pero el Sincerador, instructor de las Cuatro Vías, ha visto muchas llamaradas petateras.

Gentes que a capricho se proclaman portavoces de verdades ocultas al mundo tangible. Echan muchos petardos en torno a la conciencia cósmica y se vuelven los mírame-y-no-me-toques. Gestores de milagros si me pasas las nalgas. Sanadores si me chupas la verga, porque santa es mi leche si es seminen-in-ore. Cobran y mienten por anticipado. Espititualistas mentirosos que no vinculan sus letras para entrever el Paraiso. P (st) A RA DA(sh) SO (D)... Ni el secreto Nirvana.

«Sencillamente, porque usted lo dice, ¿es que nadie entrará en el Paraíso?», se quejó el que jamás ahorraba, porque se amarraba a sus vicios a escondidas; «¿ni aún yo?», dijo el hijo de un corrupto, malversador, incompetente funcionario; cuya madre lava dinero y lo canaliza en bancos extranjeros, mientras llora por beneficios locales, beneficencia corporativa a expensas de los pobres.

«¿Ni aún yo?», preguntaba en sánscrito y lo tradujo al hebreo y lenguajes tan antiguos y sagrados que el discípulo del Ojo Intuitivo y la Videncia mágica, adujo en compinchazgo que tales cosas habrían sido escritas en el Libro de Ratziel.

«¿O es que sólo usted tiene el privilegio de entrar al Paraíso?» Y contestó: «Ni aún yo. No siendo yo un Ser Puro (Tahar), no me digan Maestro cuando también soy un aprendiz... pero, aquel que es el Maestro en el Sud / Sod / el Secreto / me ha advertido: Ni aún los que transitan por mis vías del Pshat, Ramaz, Darash y Sud, sabrán del Paraíso, o el Nirvana, ese momento en que el hombre / mujer / se identifica con todas las cosas y se funde con todo lo que existe».

09-12-2006 / Carlos López Dzur
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